La noche del 21 de abril de 2022 la Policía Nacional llegó a recoger solo en horas hasta 61 casquillos de 9 milímetros parabellum entre la zona del zoco y San Daniel. El Príncipe, en Ceuta, fue aquella madrugada un hervidero de protestas, arma en mano, tras el estallido más radical de la guerra entre dos bandas que hasta la fecha habían mantenido un enfrentamiento a medio gas.
Esa noche se rompió con todo y esa noche comenzó a gestarse también la llamada Operación Plomo.
El asesinato del adolescente Ibrahim Bufelham, en pleno Viernes Santo en las inmediaciones del Puente Quemadero, desató un enfrentamiento en las calles que durante meses no dejó espacio a la tranquilidad de los vecinos del Príncipe y Los Rosales, lo que llevó a la puesta en marcha de una de las operaciones más extendidas en el tiempo, referente a nivel nacional, contra el crimen organizado.
Ahora, casi un año después del inicio de este operativo, Interior ha condecorado a 4 agentes de la Policía Nacional por su trabajo en ‘la Plomo’. Pero más allá del acto oficial se esconde un año de presiones, detenidos, incursiones constantes en el Príncipe y amenazas contra los propios agentes, sus familias y propiedades que superó todos los límites.
Casi un año de Operación Plomo al que aún no se le ha puesto el punto y final. En ese particular croquis delincuencial, a la Udyco le quedan por colocar varias chinchetas en la casilla de arrestados.
El crimen de Ibrahim no ha terminado con ningún detenido en prisión. Esa ha sido la espina de un trabajo policial marcado por el cruce de denuncias, la ocultación de pruebas y los cambios en las acusaciones, lo que llevó a la Justicia a tener que dictar un auto de sobreseimiento provisional.
Fuentes judiciales creen que el archivo seguirá hasta que los hechos prescriban debido a lo complicado de saber qué fue realmente lo que pasó aquella noche. Complicado por la suerte de mentiras declaradas o la presentación de pruebas falsas. La cruz de las investigaciones policiales y judiciales deja cabos sueltos en un camino no siempre fácil de emprender no solo por la existencia de espurios intereses sino también por el miedo a contar lo que se sabe.
Aun así, 74 personas han sido detenidas desde ese 21 de abril hasta la actualidad; 74 personas de las que 37 terminaron en prisión preventiva a la espera de juicio. La ‘Plomo’ se ha convertido en una de las operaciones contra el crimen organizado que más arrestos ha dejado en el camino.
Homicidio, extorsión, tenencia ilícita de armas, tráfico de drogas, lesiones, amenazas… De trasfondo una suerte de delitos que han dado como resultado el inicio de cuantiosos procedimientos judiciales que se están tratando de manera individual y que han dado pie ya a varias condenas.
Desde esa madrugada en la que se desató una auténtica noche de furia en el Príncipe se han intervenido once armas de fuego, entre ellas un subfusil UZI, además de seis pistolas, dos revólveres y un par de escopetas calibre 12. A esto se añade la cuantiosa munición de 9 milímetros, 12 y 38 especial recogida en escenarios del crimen.
Es armamento retirado en operativos llevados a cabo en una barriada que se ha convertido en una auténtica obsesión para la Policía, en ese ánimo por conseguir que el Príncipe recupere la normalidad, que sea como lo quieren sus vecinos de bien, igual que cualquier otro lugar de residencia en Ceuta.
El manejo de armas y el tráfico de hachís estrechan lazos, mueven muchísimo dinero y asoman tras la espiral de violencia que motivó la puesta en marcha de ‘la Plomo’ hasta convertirla en un auténtico pulso policial a la delincuencia.
En las investigaciones que motivaron su puesta en marcha figuran las dos bandas encabezadas por los apodados ‘Tayena’ y ‘Piolín’. La primera con el cabecilla sin pisar Ceuta y varios de sus miembros detenidos, en busca y captura o apartados de la banda, habiendo denunciado incluso en los juzgados represalias al más puro estilo mafioso por haber dado ese paso.
La segunda, con varios de sus integrantes encarcelados o condenados, mientras que ‘Piolín’ sigue oculto de la Policía y de la Justicia habiéndose conocido cambios continuados de vivienda o incluso salidas a la Península y regresos a la tierra erigida en su búnker.
Aunque las investigaciones llevan el sello de la Udyco, en las distintas operaciones se ha contado con la participación de unidades de la Jefatura Superior, desde la UIP a la UPR, pasando por la Brigada de Seguridad Ciudadana y Policía Científica.
Cada munición que se recupera, cada arma intervenida es analizada al detalle buscando conexiones entre los casos, rastreando enlaces que lleven a un punto común en esa lucha continuada contra quienes manejan los hilos de una delincuencia que se hizo fuerte a base de amenazas, disparos, quemas indiscriminadas, lesiones y víctimas mortales.
Una guerra que además tuvo su vertiente psicológica con campañas de desprestigio a todos los niveles para intentar romper las unidades policiales y el equipo.
Al asesinato de Ibrahim en abril le siguió, el 10 de octubre del año pasado, el de Dris Amar. Al cabo de Regulares le quitaron la vida a tiros en uno de los garajes del antiguo Poblado Legionario. “Esos hijos de puta me han matado”, le dijo moribundo a uno de los policías nacionales que acudió en su ayuda y que también fue emboscado junto a sus compañeros.
Esa misma noche la Policía, que estaba en la barriada investigando la autoría de los lanzamientos de piedras contra las unidades de investigación, pudo detener a tres de los presuntos implicados en el crimen. Poco después arrestaba a un cuarto. Privados de libertad esperan juicio.
A las actas por posesión de drogas o armas blancas, más de 2.000 relacionadas con esta operación, se suman los decomisos de drogas y de drones, un total de 10 en casi un año, así como la toma de declaración a 90 personas.
Todo está relacionado, todo forma parte de un germen delincuencial que se hizo fuerte, que estalló de la forma más violenta, que enfrentó a dos secciones que habían dominado las barriadas del Príncipe y de Los Rosales implicando asuntos de familia.
Ahí empezó a escribirse una operación que aún no tiene punto y final. Un año a golpe de ‘Plomo’.
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