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De la 'Doha' al narcotúnel: la organización criminal que no pudo escapar de la Udyco

Usaban vehículos con dobles fondos propios de especialistas para ocultar la droga, pero además controlaban a la Policía que ya les estaba pisando los talones | El día en el que la Guardia Civil descubrió el túnel en una nave del Tarajal quisieron, asustados, sacar los 712 kilos de hachís que tenían en neveras y armarios | Se investiga la connivencia de un agente del Instituto Armado

La mañana del 19 de febrero, la Guardia Civil desplegaba a decenas de sus agentes en las naves del Tarajal. Se estaba escribiendo una crónica histórica, la del hallazgo de un narcotúnel que unía Ceuta con Marruecos.

Esa noticia no solo llamó la atención de los que cumplen la ley. Hubo quienes se pusieron demasiado nerviosos porque habían convertido un garaje almacén ubicado frente al polígono en una auténtica guardería de la droga. Temían perderla.

A unos metros de los 712 kilos de hachís que tenían escondidos dentro de tres neveras y varios armarios estaban los GAR. Y un poco más adelante, decenas y decenas de miembros del Instituto Armado rastreando naves y alcantarillas.

La Udyco llevaba tiempo investigando a una organización criminal estructurada que se dedicaba a introducir hachís en Ceuta procedente de Marruecos para luego trasladarlo a la Península en vehículos con dobles fondos. Nada de burdas chapuzas, eran coches preparados al detalle con huecos imposibles de detectar en una ITV.

Esa noche, la del 19, los agentes tuvieron que ejecutar el operativo, reventar la bautizada como Operación Doha, ante el temor de que quienes tenían fichados sacaran la droga que tenían escondida. Era desplegarse o arriesgarse a perder la prueba del delito: el hachís.

Intentos de huida y despliegue policial

 Ante el despliegue de los policías, los implicados en esta trama de narcotráfico quisieron escapar. Uno por el tejado, otro por la parte trasera y algunos por laterales. Ninguno lo logró. La Udyco detuvo esa noche a cinco, 24 horas después daría con el sexto. La investigación no está cerrada, la ‘Doha’ puede tener más consecuencias de las que hasta el momento se han narrado.

Esa noche a los detenidos les entró el miedo o la inquietud y acudieron al garaje lleno de hachís que previamente había sido descargado en vehículos. Metían los coches dentro, y ahí, bajo la protección de las cuatro paredes los descargaban y sacaban posteriormente vacíos. Estuvieron meses trabajando de igual manera, siguiendo un modus operandi que les había funcionado bien, aunque la Policía Nacional ya les tenía en el punto de mira.

La Udyco contaba con indicios de que ese era el lugar de almacenaje y custodia del hachís y esa noche existía la posibilidad inminente de que los detenidos quisieran retirar la droga. Si no actuaban, podían perderla.

Uno en moto, otros en coche… Los implicados fueron llegando al garaje mientras la Guardia Civil tenía blindado el acceso al polígono del Tarajal. Nada hacía prever ese mismo día, ese 19 de febrero, que dos operaciones de dos fuerzas de seguridad distintas fueran a compartir casi escenario y delito. El mundo de la droga, el tráfico entre Ceuta, Marruecos y la Península, estaban sirviendo de trasfondo.

En ese garaje almacén en el que intervino la Udyco se custodiaba el hachís y, dentro del mismo, los miembros de lo que la Policía considera una organización criminal especializada, realizaban la introducción de la sustancia estupefaciente en los vehículos perfectamente preparados para ello y la escondían en neveras y armarios. Las envasaban para, después, colarla como profesionales en dobles fondos perfectos.

La colaboración de un guardia civil

Esa fase estelar de la ‘Doha’ es la que conocíamos: los detenidos, los registros, esos más de 1.000 kilos envueltos, en algunos casos, en marcas conocidas de chocolate… Pero atrás quedan meses de investigaciones complicadas que se entrelazan con otra operación judicializada en Ceuta, la ‘ATAM-Macetero’.

La Udyco sospecha que los detenidos en la ‘Doha’ contaban con colaboración de miembros en activo de las fuerzas de seguridad. Uno de ellos es el mismo agente arrestado por el Servicio de Información de la Guardia Civil por mirar hacia otro lado cuando embarcaban los coches llenos de hachís, agente que trabajaba para 3 organizaciones distintas. Se le detuvo en la madrugada del 11 de febrero, en la mayor operación conjunta realizada entre dos cuerpos de seguridad.

Podrían contar además con otro miembro del Instituto Armado presto a hacer las mismas acciones al margen de la ley con el que habrían querido contactar. Valoraban, de hecho, usar un nuevo vehículo con él, uno que no estuviera quemado.

La Udyco mantiene que los detenidos en la Operación Doha formaban parte de una organización dedicada a planificar, transportar, guardar y custodiar la droga, formando un entramado criminal en el que cada personaje tenía un rol. Los de arriba se mantenían al margen de los pasadores, de los usados como ‘mulas’ en los pases de droga que durante este tiempo fueron arrestados en diversos operativos en la Península.

La Policía hizo seguimientos a los contactos que mantenían los implicados, dando con esa connivencia que encontraban para el traslado del hachís, verificando cómo efectivamente pudieron pasar coches con droga escondida en dobles fondos, pero también, expuesta de forma burda en el maletero.

La organización no había encontrado impedimento a la hora de conseguir el embarque al contar con esa cooperación.

Expertos en la contravigilancia

 La investigación fue de todo menos sencilla para la Policía. La organización hacía uso de aplicaciones de comunicación cifradas de extremo a extremo, además de conocer las técnicas habituales que usaban los investigadores.

En el caso de marras, usaban comunicaciones que no podían ser intervenidas, lo que les hacía contar con un halo de impunidad total para poder cometer actos relacionados con el narcotráfico.

Usaban un lenguaje convenido para referirse a la droga o a los coches, pero además hacían un control sobre los agentes. En Ceuta es difícil realizar una investigación de envergadura porque quienes se mueven al margen de la ley conocen a los agentes, pero también sus vehículos camuflados.

Sintiéndose investigados, los ya detenidos llegan a hablar sobre cómo esconder la droga o el dinero, evitando que, de producirse una entrada y registro, puedan encontrar esas pruebas en sus casas.

Se conocen las matrículas, los modelos de los coches policiales camuflados y acuden incluso a hacer rondas por la Jefatura para ver si los policías están o no de servicio.

“Los malditos están trabajando”, aseguran en una de las conversaciones captadas en la investigación. Pasan la raqueta a sus vehículos para conocer si tienen algún sistema de geolocalización colocado y toman excesivas medidas de precaución como dar vueltas sin sentido para llegar a un punto con tal de despistar a quienes pudieran estar siguiéndolos.

Vehículos con dobles fondos propios de especialistas

 La organización desmantelada con la ‘Doha’ estaba perfectamente preparada, usando coches que cuentan con dobles fondos realizados por auténticos especialistas.

Usan vehículos lanzadera para efectuar los pases y preparan los que llevan la droga para que esos dobles fondos sean complicados de detectar en una inspección policial.

Esas modificaciones las vería un profesional solo si sabe qué piezas tiene que desmontar. Preparan coches que pueden cargar hasta más de 300 kilos, diseñando y optimizando minuciosamente los compartimentos del vehículo con el objetivo de maximizar su capacidad de carga, garantizando un transporte eficiente y discreto.

El doble fondo no se ve si el coche es alzado o se inspeccionan los bajos en control básico de los mecánicos de la Guardia Civil. Los detalles están cuidados y las modificaciones se llevan a cabo con un alto nivel de sofisticación para evadir los controles policiales y las inspecciones técnico visuales. Saben, por ejemplo, cómo varía el sonido al golpear la chapa del vehículo según el peso de droga que lleve.

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