Los hombres se obsesionaron con la conquista de tierras y recursos. Iban los siglos pasando, como hojas en un cuaderno, y para dejar clara su hombría se inventaron las fronteras y a partir de ahí la humanidad derivó al naufragio individualista.
Dios, raza y mercado, se convirtió en la guía que debían seguir las personas para cumplir sus objetivos sin importar que para ello se dibujasen guerras. Unas guerras, que no sólo aniquila almas sino que multiplica odios, tan grande como un continente, y así la acción del perdón se queda en mares de utopía.
Conquistan, conquistan y no paran de conquistar hasta el punto de creerse que, incluso, el amor es una tierra que pueda ser invadida mediante el patriarcado. Asimismo, el tiempo no paraba de correr donde las libertades iban fraguándose en la sociedad y, al fin, medianamente, ibamos entendiendo que el amor junto a los misiles, el dinero y la fuerza no eran compatibles.
Hoy el amor suele ser conocido con las palabras mediante la poesía; y con los actos a través de las sábanas, los besos y las caricias. Sinceramente, no van desencaminados pero no hay estallido más fuerte y que vincule al amor que lo inefable de las miradas.
Las miradas, esos instantes mágicos donde dos almas se encuentran en silencio y se comunican sin necesidad de palabras. Son ventanas al interior de cada ser humano, reflejos del alma que nos permiten descifrar emociones, pensamientos y sueños.
En una mirada podemos encontrar amor, tristeza, alegría, miedo o incluso ternura. Es un lenguaje universal que trasciende las barreras culturales y lingüísticas, capaz de transmitir lo más profundo de nuestro ser con tan solo un vistazo.
Las miradas pueden ser apasionadas y ardientes, capaces de encender la llama del deseo en el corazón de quien las recibe. También pueden ser tiernas y delicadas, capaces de envolvernos en un cálido abrazo emocional. O tal vez, pueden ser frías y distantes, revelando un misterio insondable que nos invita a indagar en lo desconocido.
En una mirada pueden esconderse secretos, promesas y anhelos. Pueden atraparnos y cautivarnos, invitándonos a sumergirnos en un mar de emociones y sensaciones. Pueden ser fugaces como un destello de luz, o eternas como el tiempo mismo.
Las miradas tienen el poder de conectarnos con el mundo que nos rodea, de establecer vínculos profundos con aquellos que nos rodean. Son la expresión más pura y sincera de nuestra humanidad, capaces de revelar la belleza y la complejidad de la existencia.
En definitiva, las miradas son mucho más que simples gestos, son la ventana al alma y al corazón. Son poesía en movimiento, un baile de emociones que nos invita a explorar la inmensidad del universo interior de cada ser humano. Porque en cada mirada hay un mundo por descubrir, un universo por explorar, y un infinito por contemplar.
Nómada laboral, manteniéndote en la estrecha jerarquía del mundo laboral precario durante algún lustro pero eso te dió la fuerza de voluntad suficiente para perseguir el sueño de la educación. Lo lograste, y ahora salvas vidas en cada centro educativo que habitas. Por ello, la humanidad nunca podrá recompensarte de todo lo que das a esos niños y niñas ya que le has dotado de lo más hermoso, es decir, de esperanza. De ahí, tu poder de transformar, sus vidas de retales tristes en menos tristes hacia lo bello de la esperanza…
Una conversación entre dos personas son como los colores cárdenos que le regala el atardecer al gigante ventanal de tu hogar. Y, precisamente, nuestras conversaciones caminan de la misma manera que lo hacen los crepúsculos y eso calma mi mente dispersa, inquieta y divagadora.
Cuplé tras cuplé, iban apareciendo en tu vida las dos máscaras del carnaval. Uno, representado por la tragedia: el desamor; y dos, por la comedia: la alegría; aunque ambas, fortificaron lo más importante en ti: la resiliencia.
Pasodobles tristes fueron escribiéndose en los episodios en tus días desgarrando así hasta el más hastío de los dolores. En este sentido, el duelo del desamor, te abraza como un amigo pero con cola, tridente y cuernos de demonio provocando que orbites por los senderos oscuros de nuestra azotea, arrugando los atardeceres y dilapidando cada amarre de las emociones. Además, por mucho que quieras huir, el duelo se camufla entre litorales grisáceos creyendo que se fue. Sin embargo, nuevamente, es detectado debido a su rabo entrelazado que figura la estancia perenne de su aura deprimida.
Pudiste creer que todo se derrumbaba, sobre todo la familia. No obstante, con lo que el carnaval no contaba era con tu magia ya que posees la habilidad de transformar las amenazas en oportunidades y, todo ello, acompañado de una banda sonora revolucionaria.
¡SI! ¡eres revoluciòn! Por eso, no caíste en la trampa convencional del concepto de unidad familiar donde, según nuestra absurda paranoia judeo cristiana, las familias son de papá, mamá y viven bajo la misma casa hasta la eternidad. Y no es así puesto que las familias son de los valores que se le transmites a los hijos e hijas y tú eso lo haces mejor que nadie; es decir, unas veces a ritmo del 3x4, con mucho arte y gracia;, y otras, con arrebol y paciencia, desde el corazón.
Tus maneras reivindicativas las transmites desde el aula, pasando por la calle y terminando por las paredes de tu casa. Pupitre a pupitre le obsequia a tus alumnos y alumnas la sonrisa que el sistema se empeña en robarles; a la calle, tan prostituta y verdadera como mis palabras, le originas el grito necesario para acallar las injusticias universales; y tu hábitat tan hogareño es cuidado de manera tan delicada, como los besos inesperados, para que tus niñas sean las ciudadanas que necesita el mundo.
Si seguimos hablando de desamores cuando estos aparecen otros amores emergen porque el mundo siempre gira y no se detiene. Por ello, los amores siempre vuelven aunque quizás en otro tipo de afluentes ya sea en la amistad, trabajo, inquietud, entre otros elementos, ya que la experiencia es tu divina guía y eso enmarca en sí tu personalidad infinita.
Supiste rehacerte a golpe de valorarte, te encumbraste y vistes radiante a cada paso que das hasta el punto que cupido se tapa los ojos al verte cuando asoma desde los balcones del casco histórico de la ciudad trimilenaria. Ahora más que nunca vuela con tus ojos color planeta y en unos de esos vuelos hazme un hueco, buscando un rincón para paliquear y así, de paso, intentamos arreglar el planeta. Eso sí, si el encuentro se hermosea con uno de tus besos en la mejilla, pues mejor.
Siempre pensé que los Dioses nos tenían envidia ya que al ser inmortales no disponen de vivir grandes momentos como el último y eso es lo que nos diferencian de ellos y ellas; y, precisamente, con nuestras suspirosas conversaciones, durante la tangente nocturna, comprendí que tal pecado capital, de origen divino, era certera.
Asimismo, ojos de color planeta, sumérgete entre los besos, los viajes, los encuentros con los amigos y amigas, los paisajes, la lectura de un libro, las aulas de tu colegio, la entrada de un teatro, la compañía de un animal y el acompañamiento de un familiar, como una posible última vez. De ahí, que los cuentos finitos nos lanzan en un paradigma tremendamente privilegiado ya que vivir la vida intensamente, y como el último momento, es un elemento que nos cristaliza en seres únicos.
Además, hablando de Dioses por muy eternos que sean finalmente son creación del hombre; y éste no pergamina tanto poder para generar seres inmortales. Quizás los elaboró ante el miedo de la muerte y, con ello, en su afan de conquistar, también, vería posible acaparar la tierra del Edén.
Asimismo, pintar Dioses le proporcionó, por un lado, un poder de “justificar actos”: todo acto se realiza en nombre de Dios. Y, por otro lado, “incrementar ego”: depositando monedas a los desamparados, y así Dios está contento conmigo y me evangeliza como buen samaritano. Aunque, previamente, en nombre de Dios ya se le robó los recursos a los autóctonos del territorio –véase caso americano-.
De todas maneras, la inmortalidad no la posee ningún Dios ya que la logramos nosotros mismo en función de como juguemos con nuestro presente; que por cierto, es lo único que realmente poseemos. Nuestros actos nos definirán, para bien o para mal, y serán llamaradas eternas en nuestras historias. En este caso, lo único que es inmortal es el tiempo que es quién realmente nos juzga y / o seremos absueltos. Ese mismo tiempo ojos color planeta fue lo que nos separó, nos unió y mañana dictaminará.
Por eso, vive la vida como la última vez, coloreando pasiones e inquietudes, y obtendrás lo que la persona siempre añoro; es decir, la inmortalidad.
De tanto escribir, se me olvidó de lo más importante que hizo que nos encontrásemos que es la conservación:
Un servidor:
Oh miradas, ventanas del alma,
Que me llevan a un viaje sin fin,
Donde el amor y la pasión se entrelazan,
Y encuentro en ti mi único destino.
Ojos color planeta: En tus ojos encuentro el reflejo,
Del amor que late en mi ser,
Y en cada mirada que nos cruzamos,
Siento que el universo entero puedo ver.
Un servidor:
En tu mirada encuentro el brillo,
Que ilumina mi camino inseguro,
Y en cada gesto y cada guiño,
Encuentro el amor más puro.
Ojos color planeta:
En tus ojos encuentro mi hogar,
Donde puedo descansar en paz,
Y en cada mirada que nos regalamos,
Siento que el amor nunca tendrá fin, jamás.
Un servidor:
Oh miradas, testigos de mi sentir,
Que sin palabras me hacen vibrar,
En ustedes encuentro la eternidad,
Y en ustedes mi amor puedo plasmar.
Ojos color planeta:
En tus ojos encuentro la razón,
Por la cual mi corazón late sin parar,
Y en cada mirada que nos encontramos,
Siento que el amor siempre estará.
Algún día volveré a sentarme con mi mama en el anillo de saturno, conversaré con ella, y le diré que te conocí aunque me imagino que ya lo sabrá; y, evidentemente, estará muy feliz de haber tenido esa meliflua oportunidad. Mientras la abrazo, le cojeré sus redonditas manos como bollitos de leche, me apoyaré en su hombro, y con toda la panorámica llena de astros, me dirá:
Mama: mira nene que bonita se ve desde aquí la tierra
Un servidor: no mama, no es la tierra es el color de los ojos de ella, de la mujer que te llevo hablando todo el día
Mama: ¡Ay! perdóname hijo. Por cierto, cómo se llamaba
Un servidor: No me acuerdo mama pero sé que tiene un ratón chiquitin y al igual que tu, tiene el super poder, dentro de las aulas, de cambiar las vidas de los casos perdidos…
Mama: pues te voy a dar un consejo: Jamás dejes de conversar con ella
Siempre que me dejes te daré besos en la mejilla, una y otra vez, como el sol al mar en esos atardeceres, con nubes color melocotón, al despedirse de la ciudad. Apareciendo el destello verde preámbulo de una luna infinita que con sus pigmentos de claros oscuros engalanan las más bellas historias de amores en versos.
Que no te roben tu mirada que son de las inquietudes más bonitas que me hacen vibrar y darle sentido a esta bola tan injusta y gigante que se llama planeta. Por ello, en cada palabra que nos dedicamos son como el continuo hallazgo de las caricias.
Allá, en las embriagadoras conversaciones, la mujer con ojos color tierra será siempre un amor revindicativo, porque tu mirada es eternamente revolucionaria…
Las miradas son el faro inquebrantable que desnudan tu libertad en ese navegar hacia lo desconocido…
Y mi pregunta es: ¿por qué tu mirada destella tierra y oceanos? ¿será para recordarme lo pequeño que soy? ¿será una manera de evocar la necesidad de seguir viajando en ese ansia de abrirme la mente? ¿o simplemente es lo más parecido que tengo para conversar con el mundo?
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