La miseria humana se evidencia en esos mensajes publicados en redes sociales, ocultos tras un pseudónimo además de falsos. Como víctimas, los más débiles, aquellos que no pueden defenderse, mucho menos cuando están muertos.
Con la inmigración ocurre lo de siempre: el odio (porque lo es) al otro se mezcla con las excusas del “nos van a quitar el trabajo” o “vienen a por la paguita”… de ahí pueden añadir todo lo que quieran.
Ni muertos los dejan en paz. Las mentiras perversas en torno a la inmigración asoman cuando se cuestiona una repatriación, cuando se critican los entierros, cuando se afea que se dé espacio a esas historias.
No, ustedes no pagan nada: ni una repatriación, ni un entierro, nada. De quien carece de empatía no se puede esperar un mínimo sentimiento. Viene en el paquete: odio, mentiras y protestas porque la realidad se conozca.
Y así vamos contando lo que sucede en una ciudad frontera que en su himno recoge que atiende a los que a sus tierras llegan. Un himno que caballas de pro no llevan a gala ni lo representan, peor aún, maldicen porque se cuente lo que sucede con aquellos que no se han echado al mar o han saltado una valla por gusto.
La generalización, ese gran crimen, mezclada con las falsedades da forma a una sociedad y un pensamiento malicioso, perverso, indecente.
En nada entregamos el Premio Convivencia. Un año más, otra edición para aplaudir… no sabemos realmente el qué.
Obviamente no se puede generalizar, pero no se puede acoger a todo el que entra y mas si es a la fuerza contra nuestros agentes que defienden la frontera. Que pregunten a los que atacaron con garfios y ácido a la cara.
Ojalá se pudiera ayudar a todo el mundo, pero los medios son finitos y el efecto llamada hace que estemos sobrepasados.
Es evidente que los indices de delincuencia (según estadísticas del gobierno de España) son de cinco a uno respecto a los españoles, lo que quiere decir que cometen cinco veces mas delitos. Y no porque sean peores personas, sino porque tienen una cultura y educación diferentes y en muchos casos opuesta a la nuestra. Luego está el problema que entran personas sin control, sin saber antecedentes penales.
No pedimos que los traten peor que a nosotros, pedimos que se les trate igual. Y como iguales, deben pasar legalmente nuestra frontera, igual que nuestros padres y abuelos hicieron en una época que no tuvieron mas remedio que emigrar, pero sin entrar a la fuerza y respetando las leyes de los países que nos acogían.
Es políticamente incorrecto lo que digo, pero también es una verdad como un templo.
Estos son otros tiempos, legalmente no les acojerian a todos, porque todos quieren dejar sus paises por la represion muy dura que sufren aparte del hambre y las enfermedades, no hay otro lugar donde ir.
Cuánta razón, Sra Echarri