A las Fuerzas Regulares españolas en su CXIV aniversario
Del corazón del África indómita y vieja,
donde el sol es tirano y la roca se quiebra,
brotaron, cual trueno, guerreros de acero:
los hijos del polvo, del fuego y del cielo.
En Melilla, frontera del mundo y del alma,
donde el aire es cuchilla y la noche no calma,
la Historia parió con furia y valor
la primera semilla de un cuerpo de honor.
Fue el rugido del Rif, fue el eco de Yebala,
la llamada tribal, la guerra encarnizada,
el filo del monte, la arena encendida,
lo que hizo nacer una fuerza temida.
¡Regulares! En África fuisteis alzados,
del choque de imperios y pueblos forjados.
Fue España quien os hizo soldados
y fue la tierra moruna, sus cielos rasgados;
fue el ritmo de un tambor antiguo y salvaje,
fue el pacto sin letras del alma y el coraje.
Allí, donde el oasis canta bajo espejismos
y el desierto castiga con sed los heroísmos,
brotasteis románticos, lentos al paso,
cubiertos de gloria, de muerte y de abrazo.
¡Capas albas! Que flotan, serenas,
como albor de estrellas sobre las arenas.
Liturgia en vuestro paso, con alma rendida,
marcháis sin temor, desafiando la vida.
Ni el tiempo os alcanza, ni el miedo os doblega:
sois verso de acero, sois lanza que ruega
por la patria, por su gualda y roja bandera,
que besa el levante y arrasa la esfera.
Fuisteis cuchillo en Laucien, valor en Annual,
relámpagos dignos del canto inmortal.
En Asturias, en Ebro, en Teruel helado,
fuisteis vanguardia, puñal en lo amado,
sangre en la tierra, fuego en la mirada
castrense aristocracia, España encarnada.
Y cuando en la tierra el enemigo os divisó,
ya temía la sombra que el tabor dejó.
Pues donde marcháis no hay duda ni quiebra:
vuestro andar es sentencia, vuestra huella se enhebra
con laurel, con destino, con luto y honor.
¡Oh media luna! ¡Oh cuchillo en la insignia!
Sois signo de pacto, guerra y disciplina.
¡Oh capa flameante como estandarte!
Sois poesía que ruge, sois león rampante,
sois flor marcial del alma española
que en África ardía y en Ceuta se inmola.
Y si caéis —¡oh fieles soldados!—,
no será en silencio ni en campos cerrados.
El desierto os nombra, el viento os recuerda,
la patria os llora, la Historia os conserva
y en indeleble epitafio canta:
Aquí reposan los hijos de España
los que vistieron para la muerte con nívea capa,
gala de honor en sangre lavada.