La protección del patrimonio no es solamente una cuestión a la que las administraciones y propietarios estén obligados por ley, sino que supone muchas más cosas. Entre otras, la de mantener vivo el pasado de una tierra y que ese legado sea conocido por las nuevas generaciones.
Es lo que pretende la Ciudad con la recuperación del Fuerte de Piniers, una infraestructura llamada a convertirse en un centro de interpretación del conjunto de fortificaciones de la línea fronteriza de Ceuta y que, una vez restaurado, alojará un área de recepción, un punto de acogida de visitantes en la planta baja, otro espacio de exhibición y un mirador en la planta de cubiertas.
Pensar en su conversión como atractivo turístico parece lógico, pero la transformación de este enclave debe tener algún significado añadido. En primer lugar, en el ámbito educativo puede ser un espacio con el que mostrar a los estudiantes el pasado de la ciudad y transmitir valores que, aunque asentados, son positivos, como el apego de los más jóvenes a la historia de su tierra.
Por ello, la restauración que se pretende es algo que va más allá de su explotación con fines meramente de atracción de visitantes. Además, se cumple con el compromiso que ya adquirió la Ciudad hace años para poner en valor un enclave que ha estado demasiados años abandonado y que ha sufrido algún que otro acto de vandalismo.
Este proyecto de recuperación del Fuerte de Piniers debe ser solo el principio de una plan para la custodia y conservación que las administraciones deben realizar de un patrimonio cultural que debemos reivindicar y que nos fortalece como sociedad.