Pido a quienes me lean que no se alarmen por el título de este artículo. No me he hecho radical, ni extremista, ni de derechas, ni de izquierdas, ni más o menos “duro” de ningún partido ni organización. El título no es mío. Lo he copiado esta vez de un catalán de reconocido prestigio artístico e intelectual, muy amante de su Cataluña natal, que sabe lo que quiere, lo que dice y lo que hace. Se llama Albert Boadella, escritor ensayista, actor dramaturgo, director de la Compañía “Els Joglars”, de arte dramático y satírico; nada sospechoso de ser totalitario ni antidemócrata. Ha defendido posicionamientos “catalanistas”, “antifranquistas” y vanguardistas. Autor del libro ‘Crónicas de amor y de guerra’ y de obras como ‘Obú President’, ‘Adiós Cataluña’ y ‘Viva Tabarnia’. Premio Espasa 2007. Aunque, eso sí, tiene una enorme tacha para los separatistas: que, además de ser catalán como ellos, se considera también español. Y acaba de decirlo públicamente: “O Cataluña se interviene por unos años, o nos comemos la independencia”.
Pero, muy por encima de lo que digan Albert Boadella y otros muchos catalanes de buena fe y sentido común como hay, tenemos luego lo que está sucediendo en Cataluña: Autopistas que nos unen con Europa cortadas, vías públicas como la Diagonal y Paseo de Gracia cortadas impidiendo la circulación unos 300 energúmenos de los comités de defensa de la república (CDR) de naturaleza subversiva, cuyo jefe que los alientas y jalea ordenándoles públicamente que “aprieten” más contra el Estado, es un tal Torra, que les incita a echarse a la calle a provocar y adueñarse de las vías pública arremetiendo contra todo lo que encuentren por delante, teniendo como rehenes a miles de ciudadanos, mujeres, niños y ancianos pasando hambre y frío.
Y precisamente lo hacían en el “puente”, el día de la “operación retorno”, con cientos de miles de vehículos que regresaban, teniéndolos durante más de quince horas detenidos y tirados en las carreteras, con tal de echarle un nuevo pulso al Estado, poniendo barricadas ardiendo, en las que miles y miles de ciudadanos quedaban atrapados y desprotegidos, sembrando con ello gran alarma social en la población, pese a que tenían delante a los mossos d’Escuadra pasmados y cuadrados de brazos sin hacer absolutamente nada, visto que su mismo jefe supremo, Torra, días antes les había desautorizado amenazándoles con ser purgados porque habían tratado de impedir una manifestación autorizada y legal que los separatistas por la fuerza habían tratado de reventar. Pero, además, tales CDR y CUP estarían ensayando tácticas violentas, previas a la nueva algarada que están preparando de cara al ‘21-D’, fecha en que se celebrará en Barcelona un Consejo de Ministros, y que, según los medios, los violentos estarían organizando una ofensiva con la que pretenderían impedir la reunión, con la posterior toma del Parlament y posible “proclamación efectiva de la república catalana”. ¡Ojo!.
Y, claro, los mossos no quisieron intervenir ante los CDR, pese a que esa actitud puede hasta ser delictiva, porque su jefe máximo, “caballero de la triste figura”, Torra (pido disculpas a don Quijote por la comparación), les ordenaba públicamente que tenían que “apretar” más contra el Estado. A la vez que desautorizaba públicamente a los agentes por haber disuelto una manifestación autorizada y legal, después que los violentos apalearon a dichos agentes, hasta resultar heridos 15 de ellos. Y esos son los motivos por los que dicho “caballero” les amenazó luego con que se reuniría al día siguiente con el Conseller de Interior con intención de purgarlos. Y tal medida de represalia la adoptaba Torra tras haber manifestado en Bélgica su “amo” Puigdemont su desacuerdo con la intervención de los mossos frente a los radicales CDR; motivo por el que el “molt honorable” Torra trató de complacer al prófugo mayor del reino, Puigdemont, diciendo: “Hemos de revisar todos nuestros protocolos de actuación a fondo en todas estas concentraciones”.
Sin embargo, ante la alarma levantada, con amagos del Gobierno de que se podrían enviar otros agentes del Estado a Cataluña y aplicar el artículo 155, pues incluso los propios independentistas le han reprochado su bárbara conducta instigadora hacia los violentos, hasta el punto de que ha recogido velas y después ha tenido que desdecirse y hasta mostrarse conciliador, de manera que ahora ya no purgará a los mossos y hasta promete asegurar el orden para que dicho Consejo de Ministros pueda celebrarse. Es decir, el pobre hombre, como tantas veces, ha vuelto a caer en el más estrepitoso ridículo, demostrando lo que es y para lo que vale como mero “monaguillo” de su “amo” Puigdemont. Pues, eso es lo único que les achica y les hace rectificar.
Con tal elemento, “pirómano metido a bombero”, resulta que todo un Presidenet de la Generalidad, máximo representante del Estado en Cataluña y jefe superior de los mossos, que en lugar de velar por el orden público y la seguridad ciudadana, apoyando a los agentes ante semejante desafío, y en vez de dedicarse a resolver los gravísimos problemas económicos, de paro, sanidad y de toda índole que son públicos y notorios en Cataluña, pues no se le ocurre más que la pobre idea subversiva de ponerse al frente de los violentos, instigándoles a forzar un nuevo golpe de Estado. Así que semejantes radicales, hasta le han llegado a corear: “Los CDR mandan, y el Govern obedece”. Francamente, bochornoso, indecoroso, indigno y desolador.
Pero, además, el día de la Constitución, de las barricadas y desórdenes, coge el pobre hombre y se larga nada menos que a Eslovenia, a ensayar también él la forma como dicho país obtuvo violentamente su independencia de Yugoslavia, desencadenando una guerra civil que tuvo 63 muertos y 330 heridos; declarando allí: “Los catalanes hemos perdido el miedo. No hay marcha atrás en el camino de la libertad. Los eslovenos decidieron seguir adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para vivir libres”. Eso, llamado por su nombre, es un llamamiento a la insurrección armada. Aparte de que en Eslovenia votó más del 90% en el referéndum. De 187 diputados elegidos, sólo 1 votó en contra la independencia y 12 se abstuvieron; mientras que en Cataluña, en el último simulacro de referéndum amañado por los separatistas sin control alguno, sólo acudió a las urnas el 43 %, votando sí sólo el 47,5 %, mientras que el 52,5 % votó no a la independencia.
¿En qué país del mundo civilizado ocurre eso?. Sólo aquí en España. Y, como vengo diciendo desde hace ya años, ¿en qué cabeza humana cabe que eso se permita por un Estado llamado de “derecho”?. Como cuando también días pasados, ante los graves desórdenes que se produjeron, porque el pueblo está ya harto de tantas injusticias a las que los separatistas les están sometiendo, pues se echaron a la calle funcionarios autonómicos, médicos, profesores y otros colectivos, incluidos los mismos mossos. Y en lugar de ponerse Torra a resolver los problemas de los catalanes, va y no se le ocurre otro pretexto que inventarse lo de siempre: “Es que estamos limitados financieramente. Vamos con una mano atada a las espaldas. Tenemos déficit fiscal”; es decir, culpando de todos los males por ellos promovidos a la España opresiva. Y, para distraer al pueblo de sus estrepitosos fracasos, nada más regresar de Eslovenia, va y se encierra en Montserrat a hacer 48 horas de ayuno en solidaridad con los presuntos golpistas encarcelados.
¿Por qué Hacienda no les controla las cuentas, sobre los cientos de millones gastados en suntuosas “embajadas”, creación de órganos ilegales, tantísimos viajes a Bélgica a reírle las gracias a Puigdemont, con el montaje del llamado Consell, con el que prácticamente gobierna desde Bélgica? A 80.312 millones de euros alcanza ya la deuda de Cataluña con el Estado, en detrimento de otras Autonomías como Andalucía y Extremadura que están a la cola de financiación, infraestructuras, comunicaciones y trenes del siglo XIX en justicia les asiste mejor derecho. Cataluña tiene AVE en las cuatro provincias, y fue el motor que más movía la economía española; una región rica y próspera con un potencial envidiable, cosida a financiación, y desde el “procés” la tienen arruinada, en bancarrota, sólo salvada con el dinero público de todos los españoles.
¿Por qué el Estado les permite que acosen, intimiden, amenacen y traten de influir en los jueces y fiscales de Cataluña, a los que están forzando a marcharse fuera, haciéndole escraches a ellos y a sus familias, señalándoles, pintándoles con tinta amarilla sus viviendas y propiedades, echándoles estiércol en la puerta de las sedes judiciales, y tratando por todos los medios de presionarles, incluidos los del Tribunal Supremo, con tal de desacreditarles, perturbarles e inquietarles para absuelvan a los presuntos golpistas?. ¿Dónde se ha visto que se tolere impunemente todo ese estado de cosas?.. Si hasta han tenido que acudir en petición de amparo al Consejo General del Poder Judicial, para que intervenga la Fiscalía. ¿Eso es nuestro Estado de derecho?.
Torra es un peligro público tanto para Cataluña y los catalanes como para España y los españoles. El Estado de derecho no puede quedarse inerme ante un desafío tan grave. Todo lo que sea dejarles pasar y dejarles hacer se vuelve contra el propio Estado. Si ellos lo que menos quieren es diálogo, como estamos viendo. Lo que quieren es sembrar el desorden, el caos, la violencia, atemorizar, para que terminen el Estado, las instituciones y los individuos cansándose, cediendo y que se les dé la independencia, sin importarles nada la ruina de Cataluña y de España. Para ellos, “cuanto peor, mejor”. Todo intento de condescendencia y apaciguamiento con ellos, está abocado al fracaso y, además, lo interpretan como señal de debilidad. Y, aunque se les siga tolerando toda la serie de barbaridades y aberraciones que cometen, eso sólo servirá para agrandar el problema, para que cada vez sea más difícil reconducir la situación. Sólo se puede resolver esa situación como Albert Boadella ha dicho.
Todo su afán es el de disfrazarse ante el mundo haciéndose pasar porque ellos son un movimiento pacífico y democrático. Todas palabras vacías y huecas, que luego la realidad de los hechos se encarga de ofrecernos la cantidad de hipocresía y cinismo que encierran. Es una especie de “modus vivendi” el que se han montado en el que sólo persiguen conseguir ser un Estado, a costa del propio Estado al que quieren romper. Y todo ello a base de cometer actos violentos y de hacer victimismo engañando, presentándose como los pobres y buenos de la película, y a España y al resto de los españoles como los malos, perversos y apestados. Si el cínico de Puigdemont ha anunciado hace sólo unos días que piensa denunciar ante la Unión Europea que España infringe las normas para poder seguir perteneciendo a dicha organización supranacional, que hace falta tener cara, con la serie de comportamientos violentos, antidemocráticos, inconstitucionales y de la peor índole que ellos diariamente cometen contra el Estado, contra las leyes, contra la Justicia, etc.
Y, si es con el idioma español, que constitucionalmente es la lengua oficial del Estado, en el que existe el derecho y la obligación de conocerlo por todos los españoles, pues resulta que se les ha atravesado, y de ser un derecho plural de todos, está pasando a ser algo meramente simbólico y residual, llamado a desaparecer por completo. A los separatistas – no a los millones de catalanes que se sienten españoles – les fastidia que los hispanoparlantes sean más de 550 millones en el mundo, con los que catalanes y resto de españoles podemos entendernos. Y tienen tan cortas miras y tan inmenso complejo localista, que prefieren promover y fomentar el aprendizaje de hasta nueve lenguas extranjeras, como el árabe o amariqh marroquí, el bengalí, el ruso, el neerlandés, el portugués, el rumano, el ucraniano y el chino, mientras entierran el castellano. Eso sí que se llama odio radical y exacerbado contra el rico y profuso idioma español.