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Nueve niños que se divierten, y de paso aprenden sobre su diabetes

Al final han sido nueve niños de entre siete y catorce años los que participan hasta mañana en el primer campamento para diabéticos que tiene lugar en la ciudad.

Se trata de una iniciativa del Programa de Diabetes del Plan de Salud 2008-2011 de la Consejería de Sanidad y Consumo, y que tuvo su experiencia piloto con cinco jóvenes que el año pasado pasaron unos días en la otra orilla del Estrecho, en San Fernando.
Esta vez, sin embargo, han ido a parar al complejo rural Miguel de Luque, aprovechando su existencia y las facilidades que allí se pueden encontrar. El objetivo, según explica Manuela Gómez, es “enseñar a los niños a controlar más su enfermedad”. Esta médica de Satueca está disponible las 24 horas del día y además se encarga de dar las pautas a los jóvenes. “Pero no lo hacemos con charlas, se aburrirían. Aprovechamos los ratos de ocio y las comidas para concienciarles”, puntualiza Gómez.
Precisamente las comidas son, tal y como cuenta Víctor, el enfermero, uno de los puntos clave. “En medio de cada una de las tres comidas se hace otra, y después de la cena, antes de comer, una última”, cuenta. El objetivo, que los niveles de azúcar se mantengan estables. “Estamos viendo en el primer día qué es lo que saben de su enfermedad. La mayoría saben pincharse la insulina, excepto una niña de siete años. Lo que peor llevan son las comidas y, alguno, el ejercicio. Son niños y obviamente no les gustan las verduras y otras comidas que tendrían que comer”, matiza la médica. “Tienen que saber que su cuerpo es como un coche que no tiene el chivato de los niveles y por ello son ellos los responsables. Es importante para evitar ceguera y otros problemas”, explica Gómez.  “Es importante resaltar que los hidratos de carbono son esenciales y no hay que evitarlos”.
En este sentido culinario, los primeros años de vida son claves para el buen desarrollo. Si en los diez primeros años los niños han tenido un buen desarrollo, serán un adulto normal. Si no, tendrán muchas complicaciones aparejadas. Precisamente, la diabetes es la segunda enfermedad más importante entre los niños. “En este campamento todos son niños con diabetes tipo 1, es decir, la genética. Pero la tipo 2, que casi siempre se ha llamado de adultos, se detecta cada vez más frecuentemente entre los menores de edad”.
Sobre este aspecto, Gómez advierte sobre el creciente estilo de vida sedentario de los niños que causa obesidad infantil.  “Pero tan malo es un niño diabético con sobrepeso como uno muy delgado. Tienen que tener su peso, para no tener hipoglucemia ni demasiada azúcar. Tenemos que enseñarles eso. Por ejemplo, si van a hacer ejercicio deben controlarse después y antes tienen que haber comido”, comenta.
Que los niños aprendan todo esto en un campamento tiene un doble efecto positivo: los padres toman confianza para enviarlos a otras colonias, y ellos conocen más jóvenes de su edad con los que pueden hablar libremente de la diabetes.

“Antes del campamento sólo conocía otro niño con diabetes”: Lo de que este campamento les ayuda a conocer más niños con esta misma enfermedad es un hecho comprobado desde la voz de Kevin Polano, de nueve años. “Antes conocía a otro chico que tenía diabetes, pero ahora en el campamento estoy con más niños”, contaba este joven entre chapuzón y chapuzón, entre actividad y actividad.  “Además, estoy aprendiendo mucho sobre la diabetes. Por ejemplo, las pautas para saber cuánta insulina hace falta según los niveles de azúcar, que las domino mejor”, cuenta este joven ceutí que reconoce pasárselo bien jugando en las actividades acuáticas, y que esa es su parte preferida de este campamento.

“Es mi primer campamento”: Adam Abdeselam Abdelá, de nueve  años, nunca había estado en un campamento. “Es la primera vez, y está muy bien”, asegura. Es el ejemplo de muchos niños con diabetes cuyos padres tienen miedo de enviarlos a campamentos ordinarios, y para quienes viene muy bien este tipo de experiencias. En el caso de Adam, el caballo de batalla más importante es la comida. “Ayer por la noche pusieron un puré que no me gustaba, pero tuve que hacer un esfuerzo para comérmelo, y al final sí que me gustó”, cuenta. Todo sea por disfrutar sin problemas de las actividade de juego. “Sobre todo, me gusta lo de meterme en el agua y eso, todo lo que implique nadar”. Parece muy seguro, lo dice sin apenas sacar la cabeza del agua.

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