Salí con una nueva cara a la calle, con mi mujer al lado , con ganas de revivir viejas estancias en esta bella vida y con una soltura de un novio le daba de vez en cuando unos buenos "picos", en los labios, a esa mujer sufridora y que me había sacado de estar postrado en esa cama, donde mis ideas estaban madurando, tanto que me tenían podrido y me podría llevar hasta la inmensidad de la libertad del alma y el refugio del Altísimo.
Ahora comprendo lo mal que estaba y por eso cuando vi a un buen amigo me abrazó con una frase tan entrañable como “Me alegro de verte con tan buena cara”; eché la paloma blanca de mis adentros y le di una contestación que me salió sola, pero que hoy la he analizado como un acierto: “Encontré un resquicio a la vida, gracia a Catalina”.
Y lo dejé allí pensativo y yo seguí de la mano de la vida y, de vez en cuando, en agradecimiento a lo que había hecho por mi, le regalaba un nuevo beso que insuflaba a un nuevo día lleno de lo que creía que me faltaba: “Amor y comprensión”, pero que en estos momentos, y ataviado con una sonrisa que paseaba por todos los rincones de mi querida ciudad, quería decir: “Gracias te doy Catalina, por tener la serenidad y los arreos de sacarme de esa tumba de la cama”.
Y enlazados, con las manos muy juntas, hice una promesa al día a día: “Jamás me apartaré de ti, ya que has sido mi guía”.
Y queriendo decir al mundo “soy otro”, le propuse ser un nuevo padre y buscar lo que dicen que trae un pan debajo del brazo, un hijo que compartiera nuestra felicidad y ella se abrió a un nuevo proyecto, donde ambos seríamos los protagonistas y la sociedad vería a un nuevo hombre salido de las cenizas de un ave que voló, cayó, pero que se ha vuelto a renacer gracias a su querida Catalina y las ganas de ser otro durante el tiempo que pueda y mis fueros no me dejen volver a la vida del sueño profundo del infortunio.