Tampoco son ricos. Al menos eso es lo que dice el honroso ejercicio de transparencia que han realizado los diputados y senadores de España al colgar en sus respectivas páginas webs el capital que poseen. Tras hacer público sus patrimonios, saco tres conclusiones. Una que sus señorías apostaron por el ladrillo, los hay que tienen hasta 22 inmuebles. Otra es que les sale una media de 163.000 euros y dos casas, algo muy por encima de la media nacional y en lo normal de cualquier profesión liberal después de toda una vida de esfuerzo y trabajo. Es decir, nada de ricos, nada de pobres. Y la tercera, es que en una época en la que el país y sus ciudadanos las pasamos canutas, ellos si saben llevar sus cuentas personales a buen puerto. Lástima que en un gobierno del PSOE, sus acaudaladas señorías, no sepan aplicar las mismas reglas particulares al erario público.
Pero realmente ¿De qué vale este ejercicio? En mi opinión, lo que hay que preguntarse no es el patrimonio que dicen tener, es más, yo diría que esto entra dentro de la curiosidad humana y no de la razón de estado, y además son famosos los históricos casos de ocultación de propiedades y capitales. Lo que realmente habría que preguntarse es por si todo esto que dicen poseer lo hubieran conseguido fuera de su labor en política. Es decir si, por ejemplo José Bono, hubiese obtenido todo ese patrimonio con su licenciatura en derecho, o si Alfredo Rubalcaba hubiese alcanzado ese capital como profesor de universidad. Eso es algo que nunca podremos saber con certeza, incluso podríamos estar cometiendo alguna injusticia prejuzgando lo que hubiesen conseguido. Quizás Bono hubiese sido un abogado de renombre, o Rubalcaba un insigne químico descubridor de alguna increíble y multimillonaria patente. Pero la verdad es que siempre nos quedaremos con las ganas de saber qué hubiera pasado. Toda sospecha que pudiésemos tener sobre lo contrario siempre sería prejuiciosa.
En Ceuta, también nuestros tres parlamentarios han hecho público sus patrimonios. En este caso ha quedado a la luz del día, que al menos uno de ellos pudiese estar en lo que se denomina contablemente “lucro cesante”, al dejar de ganar dinero por cesar y disminuir ciertas actividades empresariales que todo el mundo conoce que les eran fructíferas. Y otra parlamentaria ha puesto de manifiesto que su lucrativa carrera profesional, anterior al ejercicio político, le brindó pingües beneficios que le han permitido adquirir propiedades a uno y otro lado del Atlántico. Respecto al tercero, también ha mostrado que, como cualquier otro ciudadano, tiene que levantarse temprano todas las mañanas para hacer frente a una nada desdeñable hipoteca.
Lo que todavía no he visto público es el patrimonio o el currículo profesional de aquellos aspirantes a ser adversarios de los candidatos populares. Quizá esto sea un verdadero ejercicio democrático para que los ciudadanos conozcamos con quien nos jugamos los cuartos