Cerradas las repatriaciones, sin que a la vista haya nuevas salidas de súbditos de Mohamed VI desde Ceuta, siguen produciéndose salidas a la desesperada por alguno de los espigones que separa la ciudad de
Marruecos. Pero ninguna quizá tan llamativa como la ocurrida en la tarde de este pasado sábado, cuando un marroquí, atrapado desde hace meses en Ceuta, emprendió la huida a nado por el espigón de
Benzú, y lo hizo acompañado de su hijo de unos 7 años, al que colocó un chaleco salvavidas, tal y como pudieron comprobar testigos presenciales. Ambos cruzaron a su país, en donde deberán permanecer en
cuarentena hasta llegar a su hogar. Padre e hijo estaban juntos en Ceuta y padre e hijo han marchado también unidos.
Ambos siguieron la misma ruta que otros compatriotas, algunos protagonistas de historias dramáticas. Historias protagonizadas por quienes se vieron sorprendidos por el cierre de la frontera pensando que duraría días y arrastra ya siete meses. En este periodo más de medio centenar de hombres y, en menor número, mujeres ha regresado a su país. Más de 300 lo han hecho después en repatriaciones organizadas entre septiembre y octubre, que se suman a las poco más de 200 que lo hicieron en mayo. No se sabe si habrá nuevos pasillos humanitarios, pero lo que sí se sabe es que en Ceuta han quedado muchos marroquíes atrapados con deseos de cruzar a su país.
La Guardia Civil se vio obligada a poner puestos de vigilancia fijos en ambos espigones para frenar una salida que llegó a ser agobiante en verano y que, ahora, se ha reducido a casos aislados pero que siguen sucediéndose. Lo que continúa de forma constante es la presión migratoria ejercida por marroquíes que cruzan a nado a Ceuta escapando de Marruecos. Marroquíes que, en algunos casos, han desaparecido porque nunca llegaron a la ciudad y de ellos no se sabe siquiera si han fallecido en el intento o dónde se encuentran en la actualidad.
La Policía Nacional calculó que en Ceuta se quedó un millar de personas atrapadas, algunos de ellos ocupantes de la nave del Tarajal y anteriormente de los pabellones deportivos, pero también buena parte en viviendas por las que pagaban un alquiler o acogidos por familiares que tenían en nuestra ciudad y que los han acogido, además de personas que les han dado acogida.