El último caso de violencia de género acontecido en Castellón ha sobrecogido de nuevo a la sociedad, sobre todo por la muerte de dos niñas pequeñas, víctimas colaterales de la gran lacra que supone este tipo de violencia en nuestro país.
Pese al dolor que este tipo de casos nos produce hay que plantearse qué más se puede hacer para evitar que estos casos sean tan frecuentes y que cada año se sigan engrosando las listas de mujeres asesinadas en manos de sus parejas y que, en este caso, también salpica a los hijos e hijas de estas familias.
Lo que está claro es que lo que se está haciendo hasta ahora no está resultando ni dando la eficacia que se merece. El Pacto Contra la Violencia de Género no está dando sus frutos y no está evitando muertes de mujeres inocentes que pierden la vida en manos de la persona que vive a su lado.
Cada vez vemos más casos de asesinos que se saltan las órdenes de alejamiento o la queja de muchas de estas mujeres de que sus hijos e hijas tiene la obligación de tener que acudir a las visitar establecidas con sus progenitores, que a su vez son presuntos agresores.
Lo que se está haciendo no funciona y a la vista está: más muertes. Los minutos de silencio, que proliferan como símbolo de esta sangría, no sirven de nada si no se lucha para que estas personas no cumplan con su objetivo de matar a sus parejas.
Las autoridades competentes deben de buscar la manera, pero hacerlo ya, de que no haya más mujeres muertas a manos de las personas con las que conviven o a la que en su día, valientemente, decidieron denunciar.
Se deben crear mecanismos de protección efectivos y endurecer las penas para acabar con esta lacra.