“Esto que ha ocurrido estaba anunciado. Los asentamientos ilegales, aquí y en otros puntos de la ciudad son un peligro. Quien sea el responsable no lo ha entendido todavía, no sé qué tiene que pasar para que esto se empiece a resolver. Solo pido que no vuelva a pasar”. Es la principal conclusión que saca Ana de la Hoz del incendio ocurrido este viernes por la tarde en la urbanización ‘La Colina’, en Loma del Pez. Su casa fue la única afectada por el fuego que quemó un área de 800 metros cuadrados en Ceuta. Esta ceutí, junto a su familia, tuvo que hacer frente a las llamas “con cubos de agua” para evitar que alcanzaran su vivienda. Todavía no se conoce que originó el incendio, aunque se baraja que lo causara la explosión de una botella de gas de los asentamientos ilegales que se encuentran en la zona.
Ana no sabría decir a ciencia cierta si se trataba una de las bombonas de camping gas o las botellas de Marruecos que hay abandonadas por toda la ciudad. “Por la explosión no se si era una bombona de 15 o 20 kilos, de Marruecos o de Francia. Yo sé que fue una pedazo de explosión, acompañada de una enorme llamarada”, recuerda lo cerca que sintió el estruendo cuando justo se encontraba en la parte de abajo de su casa.
“Las fotos que han circulado por las redes sociales y aparecen en los medios de comunicación de ninguna manera evidencian lo que hemos vivido”, trata de describir los momentos que pasaron este viernes por la tarde en la urbanización ‘La Colina’. Como si el fuego estuviera llamando a la puerta de casa.
Afortunadamente ahí se quedó y no llegó a afectar al inmueble de Ana y su familia. “Las tumbonas, el jacuzzi, los maceteros… Toda la azotea calcinada. Todo quemado, menos el suelo que no ardía”, explica el panorama al que tuvieron que hacer frente. “En la planta de abajo donde tenemos la piscina y los huertos, hemos tenido las llamas, no a un metro, sino encima de nosotros. Las hemos sofocado entre los cuatro que estábamos, con un niño de 12 años, a cubazos de agua de la piscina y con dos mangueras. Los vecinos intentaban ayudarnos pero no oíamos nada con el estruendo, ni veíamos con el humo”.
Añade que la situación hubiera sido completamente distinta si en el monte hubiera más vegetación. “Cuando ha ocurrido la explosión y han salido las llamas no había más que quemar aparte de los matorrales y se ha terminado apagando ante la falta de combustible –continúa diciendo-. Si hubiera habido árboles en vez de matorrales, perdemos nuestra casa”.
Todavía con el disgusto en el cuerpo, solo pide que se pongan las medidas necesarias para que esto no vuelva a ocurrir. “Hemos vaciado media piscina entre cuatro personas con cubos de agua para que no se quemara nuestra casa. No hay derecho”, añade, “porque eso se sabía que podía ocurrir. Si yo no puedo hacer una barbacoa en la playa, ¿por qué en los asentamientos ilegales pueden guisar con una botella de butano? Llevamos mucho tiempo avisando. Viene la policía, paran, y luego las vuelven a encender”, habla Ana sobre la problemática a la que se enfrentan, más allá de los incendios.
Insiste que lo único que espera de todo lo que ha pasado es que no vuelva a ocurrir. “No ha sido fortuito. Era una crónica de un incendio anunciado”.
Otra de las penas que se lleva Ana tras los hechos de este viernes, es la de ver todo el monte que rodeaba su casa y la de sus vecinos quemada. “Un monte que es una preciosidad. Con un ecosistema muy rico, hay hasta castaños, el cañaveral que hay en el arroyo… Todo eso está negro. Ha desaparecido. ¿Hay derecho a que miles años de naturaleza se quemen?”.
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