En una ciudad donde se alcanza una tasa de paro que es el farolillo rojo de toda la Unión Europea, no debe ser difícil llevar una política de estimulación al emprendedor y apoyo a la iniciativa privada. Pero todo parece indicar lo contrario.
El aforismo “todos quieren vivir a costa del Estado sin darse cuenta que el Estado vive a costa de todos” parece alcanzar su máximo en este país. Parece que voluntariamente hemos aplaudido a políticos que han construido una administración pública con unas dimensiones gigantes, desordenadas, desreguladas e inadecuadas a la vocación de servicio y la demanda real. Algo que a corto plazo, a muchos les ha venido bien. La consecución de un puesto laboral con unas condiciones laborales encomiables no se puede criticar. Ni tampoco podemos obviar las necesidades existentes, básicas, de una ciudad con unos índices de pobreza y exclusión social alarmantes.
Lo que sí es reprochable, y según apunta el Partido Popular punible, es la actitud con la que algunos políticos, incluidos sindicalistas, han engrosado las plantillas de todo organismo público. O como se han realizado inversiones inviables, o se han acometido proyectos con claro perfil electoralista, o… En fin, todas esas barbaridades que se han cometido. Algo impensable en toda empresa privada. Una cosa son los derechos y mejoras de toda condición laboral y social, y otra hacer improductivo el sistema, lo que irremediablemente lleva al cierre.Parece que hemos perdido todo el sonrojo cuando pedimos a un Gobierno que se haga cargo directamente de nosotros, desde nuestro salario hasta nuestra salud, pasando por la educación y formación integral de nuestros hijos. Cuando en realidad, deberíamos estar pidiéndole la oportunidad de salir adelante con nuestro propio esfuerzo.
Cuando los gobiernos dedican gran parte de su esfuerzo económico al subsidio, provocan varios efectos perniciosos. El primero es la escasez de ingresos ¿Cómo va a generar ingresos, impuestos, un subsidiado? El segundo, la desmotivación para emprender, facilitando el subsidio y no la ayuda a la iniciativa. El tercero, la limitación presupuestaria de la capacidad inversora y financiera pública para facilitar políticas de desarrollo empresarial. Lo que se dedica a subsidio, no se puede dedicar a impulso empresarial. El cuarto, el subsidio no suele ser muy generoso, por lo que tampoco genera una economía de consumo y de nuevo tampoco genera ingresos al Estado, ni trabajo a terceros…
Los gobiernos, con los presupuestos públicos deben fomentar la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos. Con el subsidio estamos perpetuando una situación de injusticia social y agravando el sistema, perjudicando al subsidiado y a todos los que le rodean. Con el apoyo a emprendedores estamos dando una oportunidad de movilidad social.
Ha llegado el momento de replantearnos una nueva definición de “Estado de bienestar”, que no sea “todos tenemos derecho a una lavadora”, sino “todos tenemos derecho a la oportunidad de trabajar para comprarnos una lavadora”.