Opinión

El niño perdido

Ben Dehir, en las proximidades de Ceuta, según cuenta el cronista Anwar alTaláa en su Ashkhas Wa'amakin Barizat fi Sabta era un pueblecito que se inició cuando unas familias de Martil y Saddina se fueron a vivir en la zona baja del cañaveral que bordeaba un gran lago, que de vez en cuando se cubría de niebla. Allí las familias soltaban su ganado para que pastara en el bosque y de vez en cuando iban a verlo. Familias como las de la Casa del Horno, Los Trigales, el Bazar de Faruh , El Otro Lado, el Aleabath y los de Bawaabat Afriqia y los Almulirus (muleros).Todos estaban muy unidos y continuamente se visitaban unos a otros. Los Muleros eran Rhama y Hassam, dos hermanos que se llevaban con gran cariño. Rhama tuvo un hijo llamado Raytu, al cual un día lo invitó su tío Hassam a cazar . Era el mes de enero, pleno invierno, cuando subieron las lomas del páramo que se extendía alrededor del poblado y fueron en busca de la caza, pero se hizo imposible conseguirlo por la lluvia y la neblina. Anduvieron mucho rato y dado que no conseguían caza y estaban mojados, Hassam le dijo a su sobrino que lo esperara guarecido tras una peña, mientras él se alejaba en un último intento de caza. El niño se quedó sentado y su tio se fue, pero cuando Hassam regresó el niño no estaba ni aparecía por ningún lado. Hassam, asustado, empezó y a gritar, pero todo fue en vano. Raytu no contestó. Y el hombre se decía con desesperación: ¿Y qué hago ahora? El muchacho no está y ni si quiera era hijo mío, ¿qué haré ahora para llegarme ante mi hermano Rhama ...? ¡Mi hermano me mata! ....Siguió en búsqueda pero nada encontró. Llegó la noche y Hassam, asustado, empapado por la lluvia y roto por la desaparición del querido Raytu hubo de decir la verdad a a Rhama. Todos se pusieron a llorar y Rhama se desesperó y quiso salir de inmediato en busca de su hijo pero el invierno lanzaba truenos y relámpagos. La noche transcurrió entre sombríos y agoreros presagios. Así que el sol iluminó un poco, se fueron a buscar al muchacho, pero el yermo estaba embarrado, de forma que en lugar de caminar chapoteaban en él, cuando no se interponían las barranqueras donde la niebla se resistía a desaparecer. Buscaron en vano. Se oscureció, llegó la noche y el querido Raytu no apareció. Dieron parte al cadí y se organizó una numerosa partida pero Raytu no apareció. -¿Qué le habría ocurrido? ¿Se lo tragó un efrit? -se decían unos a otros. Lo buscaron durante quince días de rastreo y registros agónicos pero no lo encontraron. ¿Qué hacer para consolar a Rhama? Hassam y sus compañeros se fueron a una localidad próxima y le pidieron un muchacho a una señora de allá para traérselo a Rhama. El muchacho llamábase Maskhin y era gordo cachetón, mayor que Raytu. Cuando llegaron con ese muchacho, Rhama dijo -Ése no es mi hijo, porque Raytu era de ojos azules, delgadito y muy bonito y de buen humor.
Rhama enfermó a causa de la pesadumbre que le provocó la pérdida de su hijo y decía de Maskhin:
-Ése no es mi hijo, que se vaya al carajo. Pero pronto comprobó que en el trabajo Masikhn no era echado para atrás, sino que trabajaba como el primero y se portaba bien con Rhama, de manera que familiares y amigos le aconsejaron a este que se quedase con él porque eso sería bueno para ambos. Incluso Rhama hubo de pelearse con un vecino por el niño pero Rhama ganó la pelea y se quedó con el muchacho, y a fuerzas de mentiras lo hizo creer que él era Raytu. Pasó mucho tiempo, más o menos veinte años, cuando Hassam fue a cazar con un compadre por el mismo sitio en que perdió a Raytu pero en aquellos momentos no se acordaba porque había pasado mucho tiempo.
En una cueva del bosque encontraron una piedra pizarra donde habían grabado Aquí entró en el año de… Eso se leía clarísimo y abajo aparecía una especie de rúbrica, que por creerla de mal agüero intentó borrar incluso empleando agua fuerte pero no se borró por lo que a Hassam se le ocurrió que la piedra fuera grabada durante una ceremonia de sangre. Hasaam se dijo que si ocurrían allí cosas extrañas bien pudieran resultar de provecho, y una noche entró solo en la cueva y se puso a cavar al pie de la piedra de pizarra encontrando una cántara que pesaba pero que no estaba llena de agua o tierra sino de monedas de oro con tres inscripciones en el anverso y reverso de la época del Califa al-Malik. Al pie de las letras estaba la marca de la ceca de Córdoba y al lado de la cántara reconoció los restos del pequeño Raytu. Allí estaba el sombrero, la bataania para protegerse del frío , las ahdhia para caminar sobre las piedras. Todo estaba, pero lo poco que tenía bien el niño era el cabello donde su mamá le hacía unas pequeñas trenzas porque en ese tiempo no les cortaban las mechas a los niños hasta los siete años, pero desafortunadamente no vivió lo suficiente. Hassam enterró de nuevo sus pequeños huesos y sus cabellos, y lloró el recuerdo de su sobrino querido, y se llevó consigo la cántara con las monedas de oro preguntándose por qué estaban juntas una y otra cosa, que bien diferentes eran. Coligió que la razón pudo ser que el asesino, luego de raptar al pobre Raytu y cebarse con él, sintió remordimientos y dejó esa riqueza junto a sus restos como compensación si es que así puede llamársele. Hassam se fue a Ceuta que era a dónde iban las gente con posibles y allí gastó las monedas en posadas de limpias sábanas, llegando a las manos con más de uno a causa de su afición por las mujeres de mundo y le clavaron una cuchilla en el costado. Sintiendo que de aquella no escapaba, mandó llamar a Masikh y en su lecho de muerte le dijo:
-La gente dice que fui afortunado al encontrar unas monedas de oro pero en verdad a causa de ella me peleé con mi familia y nadie sabe lo que lloré por la pérdida de mi sobrinillo. Esas monedas aparecieron en la misma cueva donde encontramos la inscripción. Allí están también los restos de Raytu. Ahora considero que tú y yo en cierta forma nos parecemos porque la vida de ambos sufrió una quiebra a causa de Raytu. Te has ganado el afecto de cuantos te rodean y a pesar de que te gastan a veces bromas, eso vale más que cualquier moneda, sobre todo el afecto de tu padre Rhama. Agregó que deseaba que comprara con las monedas que aún le quedaban un hato de cabras bien criadas y se lo entregase al cadí para que lo administrara en nombre de los vecinos del aduar.
-Irás a dónde yo te diré y harás lo correcto. Masikh no quiso dejar solo a Hassam y aguardó a que este falleciera. Una vez cumplido su entierro, compro el ganado y se presentó en el aduar, donde la gente bendijo a Hassam por haberse acordado de ellos. Masikh reveló todo lo que el difunto le había contado, de forma que los familiares de Raytu fueron a la cueva y trasladaron los restos del pequeño a las cercanías de la casa de su padre, donde este, delegando labores en su eficiente y querido Masikh, iba a hablarle todos los días y conforme envejecía más cosas tenía que decirle porque al acabarse su tiempo el deseo de abrazarle le aumentaba.

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