‘Café Teatro Cervantes’ es un
establecimiento amplio que Abdelkader Kilani Boutaher y Yolanda Camacho Pérez pusieron en marcha en septiembre de 2017 en el centro de Ceuta, después de toda una vida dedicada a la
restauración. “Me he tirado casi 18 años como trabajador en la hostelería y como me gustaba el trabajo y demás me empeñé en poner mi propio negocio”, relata Kilani. Al ceutí le hacía “ilusión” fundar una empresa y, junto a Camacho, su mujer —con la que empezó a salir en 2013— se pusieron a acomodar el establecimiento a sus necesidades.
La
cafetería recibe el nombre por las antiguas salas de cine que se encontraban en el edificio, y que inspiraron la decoración del local. Yolanda Camacho, sobre todo, tuvo la idea de colocar carteles de grandes películas de la historia como Doctor Zhivago, Casablanca o Ciudadano Kane en las paredes. También hay un proyector instalado en el interior.
Una labor de ambientación que los ceutíes, de 47 años, llevaron a cabo con placer porque son unos apasionados de su trabajo. “Con la hostelería conoces mucha gente”, admite Kilani. “Que la clientela se vaya de aquí a gusto y contenta a mí me da la vida”, añade.
Abierta todo el día, la cafetería ofrece tapas populares de las cocinas árabe y española
A pesar de la juventud del negocio, al matrimonio, confiesa el gerente del Café Teatro Cervantes, le ha tocado atravesar una época complicada para bares y restaurantes: “Estamos pasando un bache con la pandemia, pero gracias a Dios lo estamos defendiendo. Tenemos 12 familias que están comiendo de esto”. Los consumidores, muchos trabajadores de la zona y familias, poco a poco se han ido animando a volver a almorzar y merendar en el establecimiento.
Por las mañana triunfan los tés morunos, las tostadas o los dulces como tartas, crepes y gofres; a mediodía, las tapas, las raciones de pulpo a la marinera o las bravas y los pinchitos de pollo o de kefta. También sirven copas al caer la tarde. Ofrecen un poco de todo, señala Abdelkader Kilani, con productos representativos de la cocina árabe y la española que se pueden encontrar de lunes a domingo en la calle Padilla, desde las 6.00 hasta la hora de cierre, fijada según el toque de queda. Los hosteleros, insiste Kilani, solo quieren que les “dejen” trabajar.