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Navidades

Calles, plazas, comercios, luces, cánticos, gentes. La Navidad preside de lleno la vida de la ciudad. Imposible sustraerse de su ambiente para desgracia de quienes, por fobias o ignorancias, las consideran artificiales y fuera de época. Fiestas bimilenarias y universales, todavía impregnadas de cierta connotación religioso-cristiana a pesar de la secularización, el consumismo y de quienes pretenden convertirlas en fiestas del solsticio de invierno.
Prescindiendo de tradiciones, ritos y creencias, pienso que esta Navidad ya no es católica ni pagana. Es la de El Corte Inglés, de El Almendro, de las tarjetas de crédito, de las compras a plazos, de las multitudinarias comidas de empresas, cada vez más numerosas y previas a las fiestas, en las que todos nos mostramos tan buenos y nos queremos tanto –¡mañana ya veremos,  compañeras y compañeros!–. Navidades de multitudinarios regalos, inútiles y de obligado compromiso, y de derroche consumista.
Derroche y pobreza, sí. La de la cruel y prolongada crisis. La que no se supo ni se quiso atajar en sus inicios por quienes sabían de sobra la gravedad de lo que se nos venía encima. La crisis, digo, protagoniza la otra cara de la Navidad. Difícilmente llegará la alegría en estas celebraciones a los hogares en los que dicha pobreza traspasó el umbral de sus puertas sorprendiéndolos de golpe y dejando huérfanas de esperanza a millares de familias. Es de admirar en ese sentido la abnegada y extraordinaria labor de quienes llevan adelante el Banco de Alimentos de nuestra ciudad, tratando de aliviar en lo posible tantas carencias que en estos días se agigantan. Parece increíble que en 2013 hayamos retrocedido a estampas de penurias que creíamos tan lejanas, cuando no totalmente olvidadas.
Recuerdo, por ejemplo, aquella Campaña de Navidad del Humilde que, promovida y encabezada por la Delegación del Gobierno, permitía a los ceutíes hacer sus aportaciones en una cuenta cuya relación de donantes y sus respectivos donativos aparecía publicada a diario en nuestras páginas. Igualmente y hasta bien entrados los años sesenta, era habitual también la entrega por la Junta de Beneficencia de 2.000 bolsas a los más pobres conteniendo alimentos tan básicos como azúcar, arroz, garbanzos, alubias, lentejas, aceite, leche y galletas, además del aguinaldo en metálico. Del mismo modo, recuérdese también la popular Tómbola de Caridad que se instalaba en la Plaza de los Reyes con el mismo objetivo y cuya organización correspondía cada día a un departamento ministerial, centros de enseñanza o a los cuerpos y dependencias militares de la plaza. Pues si se me permite, así parece representárseme bajo otro escenario ese Banco de Alimentos o la labor abnegada y discreta de Cáritas. Quién podría imaginar tal situación tras largos años de prosperidad.
En los prolegómenos de las celebraciones navideñas he vuelto a echar de menos, un año más, puestos callejeros dedicados a la venta de artículos navideños como nacimientos y figuras para belenes, panderos, zambombas, Reyes Magos, Papás Noel, los típicos disfraces, los de broma o los más originales dulces artesanos como existen en cualquier tenderete callejero de los que se instalan por estos días en toda España. En la Marina, en la que he visto menos puestos que en años anteriores, todos siguen ofreciendo lo mismo, como en cualquier mercadillo al uso. ¿Para cuándo propiciar el que se vendan también presentes navideños? Festejos tiene la palabra.
Unos artículos que vendrían a animar la alicaída tradición belenística ceutí. El belén no está reñido con el árbol navideño, que es una costumbre nórdica. La nuestra es, efectivamente, el belén como el que sigue montando el Ayuntamiento para disfrute del vecindario. La constitución de una asociación belenista como existe en Algeciras, Tarifa o La Línea sin ir más lejos, podría llevarnos a la recuperación, también, del concurso que sobre esta modalidad existió durante muchísimos años.
Como el propio de los escaparates navideños. Que la crisis golpee al comercio no debe estar reñido con tal certamen ya olvidado. Al igual que un superior protagonismo de los villancicos en las calles, no sólo con los de los coros que participan en el tradicional concurso, que afortunadamente goza buena salud, sino buscando estímulos para el surgimiento de otros grupos espontáneos.
Tradición e innovación, por supuesto.  Como la de ‘La noche en Blanco’ ceutí, el próximo viernes, que a última hora y fuera del programa oficial, se nos ha metido en la rueda navideña. Pero tal celebración será merecedora de la columna de la próxima semana.

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