Opinión

La naturaleza y la madre tierra

La pasada borrasca ‘Gloria’, más que “gloria” nos ha traído “infierno”, porque ha dejado 13 muertos más varios desaparecidos, habiendo batido récords de agua caída en menos tiempo, fuerza del viento, nieve, granizadas con pedrisco, desbordamiento de ríos y zonas inundadas. Y, además de tristes pérdidas humanas irrecuperables, también graves destrozos y enormes daños materiales; todo ello, producido por lo que siempre antes llamábamos una “borrasca” o “gota fría”, nombres cortitos que todos entendemos perfectamente, pero ahora los meteorólogos se empeñan en que llamemos “dana” (sigla de “depresión aislada en niveles altos de la atmósfera”), como si tan larga y cursi nueva denominación viniera a paliar mejor sus desastrosos efectos.

Recuerdo que en mi infancia llovía a veces durante un mes ininterrumpidamente, pero de manera moderada y regular, con agua fina y caladera, pero muy rara vez de forma tan impetuosa; además, ahora se alternan las grandes sequías y olas de calor, producidas por los “gases de efecto invernadero” y multitud de incendios provocados, con las más virulentas lluvias que casi hacen desaparecer el delta del Ebro, cuya formación sedimentaria se fue formando a lo largo de unos 4.000 años. Esta última riada ha producido enormes daños y estragos echando a perder las cosechas y las playas. Y es que cuando las aguas se salen de madre no hay nada ni nadie que las controle, llevándose todo por delante y produciendo graves pérdidas humanas y materiales de toda índole.

No hace falta ser científico ni experto en la materia para darse cuenta de que tan lamentable estado de cosas necesariamente debería llevarnos a pensar que los estragos y los desastres que ahora tanto proliferan se deben a los efectos del “cambio climático”, aunque las grandes potencias industriales, EE UU, China, Rusia y otras se nieguen a reconocerlo y a firmar el Protocolo de Kioto. Así, con razón la naturaleza se rebela contra quienes tanto la maltratamos, haciendo desaparecer los glaciares, produciendo el deshielo que, a su vez, lleva aparejados desastres, catástrofes y aumento del nivel del mar. Estudios científicos indican que para el año 2.100 el nivel de los océanos habrá subido más de 20 metros, con mínimas posibilidades de que la situación se ralentice.

La naturaleza tiene sus leyes naturales que necesariamente deberíamos respetar, sin que se puedan alterar por la mano del hombre. Y las perturbaciones climáticas modifican la biodiversidad, cambian el habitad, producen desastres naturales, extinción de especies, destrucción de ecosistemas, también profundos desequilibrios del medio ambiente natural, crean inestabilidad económica, aparición de nuevas enfermedades, contaminan el agua, el clima y el aire que respiramos, afectando a la salud de las personas, porque cuando los seres humanos alteramos los procesos naturales en tanto que fuente de bienes y beneficios para nosotros mismos, resulta que también estamos atentando contra nuestra propia existencia.

Últimamente, la inmensa mayoría de los ecosistemas de la tierra han experimentado una transformación radical. Y deberíamos ser bastante más cuidadosos, responsables y respetuosos con la naturaleza, a la que los indígenas de América tanto quieren, respetan y sienten un apego casi reverencial llamándola su “pachamama”; porque, si no la cuidan saben que se cargan las fuentes naturales de producción y la propia vida. Ejemplos: La pérdida actual de biodiversidad, derretimiento de los casquetes polares helados y drásticos cambios en el medio ambiente debido al calentamiento de la tierra y los mares.

Muchas poblaciones de plantas y animales van desapareciendo a pasos agigantados, y la tierra está degradándose porque su capa productiva está ya casi putrefacta, con evidentes síntomas de agotamiento, cansancio y fatiga reproductora debido al excesivo abuso de fertilizantes químicos a los que la someten, a los pesticidas que se echan a los sembrados y las cosechas, a verdaderas masas acumuladas de plásticos de los que la tierra y los mares están ya contaminados; también por vertidos de basuras, desechos y materiales nocivos para la propia tierra, ríos y mares, alterando así el curso natural de las estaciones y los ciclos, dando lugar a desequilibrios climáticos y a desaparición de especies en peligro de extinción. Ejemplos: delfines, tortugas, ballenatos y peces aparecidos muertos a orilla de las costas españolas, principalmente del Mediterráneo.

En mi niñez se veían por el campo y alrededor de los pueblos bandadas de pájaros insectívoros que a veces volando parecían nublar el cielo, mientras ahora aquella regla de la abundancia de especímenes resulta ser la excepción de la escasez. Pongo sólo varios ejemplos de las especies que nos son más familiares por hacer su vida próxima a los seres humanos, como golondrinas, gorriones, cogujadas y estorninos que se alimentan de insectos que tanto daño hacen a las cosechas allí donde dichas poblaciones insectívoras escasean.

En mi tierra, Extremadura, la primavera parece estallar de verde, de luz y de colores la pura naturaleza, con la exuberante frondosidad de la vegetación, las sementeras en flor y las bandadas de pájaros trasladándose de uno a otro lugar en busca de comida. Y esto último, siempre ha sido uno de los muchos aspectos agradables del mundo natural que allí más se puede disfrutar, teniéndose allí un encuentro pleno con la naturaleza cuando se pasea por el campo, respirando a pleno pulmón aire puro y limpio que todavía se pueden disfrutar en Mirandilla, mi pueblo, donde tanto puede gozarse de su envidiable paz, quietud y sosiego, que recrean y relajan los cinco sentidos.

Allí soy feliz cada vez que vuelvo con sólo pasear por sus verdes campos y frescas cañadas, contemplando la “madre-tierra” y el medio ambiente que la rodea, con sus crecidas sementeras, el olor a la misma tierra parda extremeña, exhalando el aroma de las flores, recreándome en la frondosidad de las dehesas que llegan hasta las puertas del pueblo, en el que se puede vivir en chalets con encinas dentro de sus patios, con grandes troncos y viejas oquedades, algunos milenarios; con la exuberancia de sus densos y extensos olivares a la falda de la sierra recostados, sus verdes ramajes entre los que muchos pajarillos anidan y revoletean con sus armoniosos trinos en época nupcial, poniendo en el ambiente alegres notas melodiosas de alegría, riqueza y colorido. Esa es la estampa más genuina y singular de la naturaleza extremeña, donde crecí y me crié a la par que el trigo y la hierba, respirando aire puro y limpio, alejado del mundanal ruido y de la polución atmosférica.

Pero hasta en algunos pueblos extremeños ya empiezan a notarse los efectos del cambio climático; porque también a ellos va llegando la alteración del medio natural, con la industrialización y comercialización especulativa de los bienes por grandes superficies, el consumismo exacerbado propiciado por la agresiva propaganda de enormes supermercados de productos industrializados que llegan de fuera, impregnados de aditivos insanos, como colorantes, conservantes, saborizantes y edulcorantes muchas veces nocivos para la salud, y que la gente no necesita, sino consumir más bienes y productos naturales del campo, libres de toda clase de adulteración.

Pues ese ejemplo de la disminución de las aves más domésticas, como las alegres y simpáticas golondrinas, nos está indicando que cada vez se ven menos, porque el clima más suave que aquí tenemos, ya igualmente lo disfrutan en sus lugares de origen por el calentamiento de la tierra, de manera que muchas aves ya ni siquiera emigran. Ahí se ve también el cambio climático y la desaparición de especies insectívoras que antes tanto abundaban y tan familiares nos eran con su agradable compañía, pudiendo disfrutar de ver su laboriosa construcción de nidos adosados a las paredes en los lugares anejos a las viviendas, que tanto alegraban el ambiente con las agradables notas de sus armoniosos cantos.

Es verdaderamente curioso y encantador ver todo el afán que por igual pone la pareja hasta construirlos, la hembra en la puesta de los huevos, relevada por el macho durante la incubación, y luego los dos que tantas veces vienen y van acarreando sin cesar comida hasta cebar sus polluelos. Esa escasez de golondrinas debido al cambio climático, parece como si la hubieran presentido dos grandes poetas que con sus preciosas rimas parecieron adelantarse al tiempo inspirándose en las golondrinas, como Gustavo Adolfo Bécquer, con su “rima número 83” de las 80 que compuso, titulada: “Volverán las oscuras Golondrinas”, dedicada a su amada Elisa Guillén cuando ella lo abandonó, que dice: Volverán las oscuras golondrinas/ en tu balcón sus nidos a colgar/ y otra vez con el ala a sus cristales/ jugando llamarán/ Pero aquéllas que el vuelo refrenaban/ tu hermosura y mi dicha a contemplar/ aquellas que aprendieron nuestros nombres…/ ¡ésas…,no volverán!.

Y José María Pemán, que también adelantándose a la escasez de golondrinas que tanto se va ahora notando, les rimó preciosos versos como el que parcialmente recojo: “…Al rendir el Salvador/ su dulce frente al dolor/ de su amargo sufrimiento/ como se rinde una flor/ que troncha al pasar el viento/ llegaron cantando a la cruz/ unas cuantas golondrinas/ y dulcemente arrancaron/ las zarzas y las espinas/ que los sayones clavaron/ sobre las sienes divinas ¿No habrá ya golondrinas/ para arrancar las espinas de la frente del Señor?. Con razón se dice que son aves protegidas por la Providencia divina.

Pero no sólo la naturaleza y la “madre-tierra” están amenazadas por los desequilibrios medioambientales que antes menciono. También está luego la falta de una regulación más justa y ordenada de los mercados agrarios. Debería tenerse más conciencia del inmenso valor que para los sociedades representan los bienes producidos en el campo por la buena gente de la España ahora llamada “vaciada”, como Extremadura y otras regiones menos favorecidas, siempre tan dejadas de la mano de los poderes públicos, pese a ser fuente permanente de producción de bienes y de vida que nacen de la propia tierra; porque a pesar de tan modernos adelantos como tenemos, mientras no se inventen filetes sintéticos y bocadillos de hormigón, tendremos que seguir alimentándonos del mundo rural.

Y es que el campo, para poder entenderlo y comprenderlo, hay primero que vivirlo, trabajarlo, sudarlo, sufrirlo y llevarlo muy dentro. Y el medio agrario y rural está empezando a acusar el abandono que sufre su gente sencilla, honrada y trabajadora. Antes, todas las fincas por pequeñas que fueran se labraban para ponerlas en producción, incluso los bancales que con tanto trabajo se conseguía hacerlos más accesibles modificando los terrenos escarpados. Pero ahora, hasta da pena ver cómo fincas y terrenos incluso fértiles, de cuya explotación antes mucha gente vivía, se van abandonando sin cultivar convertidas en eriales y posíos, o dejándose las cosechas sin recoger, afectando al paro obrero.

¿Y por qué ocurre eso?. Pues, porque dicen los sufridos trabajadores, que “no hay derecho a que un kilo de patatas tengan que venderlo en el campo a tres céntimos quienes se esfuerzan y sudan para producirlas, y luego los grandes supermercados e intermediarios que, sin apenas pasar por sus manos, se “forran” vendiéndolas al consumidor a dos o tres euros”. ¿Por qué no se regulan más justamente tan abusivos márgenes comerciales y exceso de intermediarios que imponen al trabajador la venta a precios de ruina por debajo de los costes de producción, mientras tanto se enriquecen quienes se llevan el dinero “limpio y sin polvo” sin dar ni golpe”?. Son flagrantes abusos y tremendas injusticias que urge solucionar. Por eso, algunas cosechas ni se recogen, la gente abandona los pueblos quedándolos vacíos y las fincas sin cultivar convertidas en eriales y posíos, con el consiguiente paro.

Aunque los cambios en la biodiversidad estén más relacionados con los agentes medioambientales y atmosféricos, como el calentamiento del clima y al medio ambiente que le es hostil, también están vinculados con esos otros aspectos indirectos que son la causa de muchos de los cambios en los ecosistemas. Urge buscar soluciones reales y efectivas a tal estado de cosas y tomar conciencia del compromiso y la seria responsabilidad que a todos nos incumbe en la firme y decidida voluntad de luchar pacíficamente contra el cambio climático y las injusticias en el campo.

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