Menores secuestrados, niños y niñas engañadas, infancia robada. Como en el Flautista de Hamelín, la ‘jugada’ diplomática trajo a Ceuta a cientos de marroquíes en edad escolar. Pero, con rascar un poco en la superficie, la crisis se revela más compleja.
Es el caso de Nahla, de tan solo dos años, una de tantas niñas que entraron en la avalancha migratoria de mediados de mayo. Aunque su nombre es ficticio, su historia es real y la comparten menores que accedieron a la ciudad en la entrada masiva: pequeños con nacionalidad española que quedaron atrapados en Marruecos y cuyas familias solo han tenido esta oportunidad para volver a su hogar.
El cerrojazo al paso fronterizo Tarajal-Bab Sebta puso algo más que tierra de por medio como precaución ante la pandemia del coronavirus: separó familias que, más de un año después, han podido reencontrarse gracias a la condenable ‘marcha azul’. La madre de Nahla se encontraban con ella en Marruecos cuando las autoridades del país vecino activaron la cuenta atrás para la clausura de sus fronteras hasta nuevo aviso. Sin embargo, el padre de la protagonista estaba junto a su hermana mayor en Ceuta, donde residen y tienen su casa.
El cierre de la frontera las sorprendió y ambas quedaron atrapadas al otro lado de la valla ante la impotencia del marido y la ingenuidad de su otra hija. La madre tenía permiso de residencia pero, para renovarlo, necesitaba tener contrato de trabajo, algo difícil de conseguir en la denominada por muchos como ‘capital del paro’, como explica su familia a El Faro de Ceuta. Por fortuna, pudo permanecer en casa de su suegra y no quedar desamparada en la calle, en Marruecos.
El hambre y la desesperación los empujó a cometer esa locura
Después del primer estado de alarma, el padre de Nahla, que continuaba en la ciudad autónoma, encontró trabajo en la Península y su hija mayor quedó bajo responsabilidad de unos parientes muy cercanos. Desesperada porque no había forma de regresar a Ceuta ni a través del Consulado, el pasado 17 de mayo, cuando vio que la primera avalancha de personas lo consiguió por el espigón de Benzú, se lanzó al mar con la niña pequeña aún sin saber nadar demasiado. Si no llega a ser por la ayuda del resto de personas que entraron con ella en la misma incursión por el Tarajal, el desenlace de esta historia podría haber sido trágico. Gracias a dios todo salió bien, pero el hambre y la desesperación los empujó a cometer esa locura. Ya solo veían la vida o la muerte.
Casa alquilada en Ceuta, libro de familia y nacionalidad española
Con su casa alquilada en Ceuta, libro de familia con sus dos niñas nacidas en la ciudad y nacionalidad española, la familia temió no poder verse después de arriesgar la vida. El rumor sobre las devoluciones a Marruecos, denominadas posteriormente retornos, hizo que la madre viese peligrar su permanencia en España.
Ambas fueron trasladadas a la nave del Tarajal reconvertida en albergue de inmigrantes. Hasta allí sus familiares llevaron a la hija mayor que llevaba sin ver a su madre y hermana desde hacía más de un año, así como toda la documentación que justificase la relación de parentesco entre ellas. Llorando, pudo abrazar a su madre unos instantes mientras que los parientes a cuyo cargo estaba temporalmente acudieron a comprar pañales y algunas prendas ya que venían totalmente mojadas tras bordear el espigón. Aún se les eriza la piel con recordar aquellos momentos. Una vez superado el periodo de aislamiento, la familia ha podido recuperar la normalidad y retomar así su vida en Ceuta, como relatan sus familiares. La historia de Nahla apenas supone una gota, como indica su nombre, en las turbulentas aguas que corren entre Ceuta y Marruecos, pero sí representa a otros niños y niñas que ya llevan demasiado tiempo lejos de sus padres por los caprichos de la política.