En la comparecencia del presidente Vivas para analizar la situación de la pandemia reconoció que no esperaba que al incrementarse la movilidad y la interacción social durante las fiestas navideñas se produjera un incremento tan exagerado del número de contagiados. El Gobierno de Ceuta incurrió en la misma trampa que el resto de los Ejecutivos autonómicos y del propio Gobierno central. Nadie se atrevió de verdad a asumir las responsabilidades que suponía la suspensión de estas fiestas: prohibir tajantemente que se celebraran los encuentros familiares y los viajes a otras partes de la Península para visitar también a allegados. Es verdad que la decisión se tomó en un Consejo Interterritorial de Salud, en el que participaban tanto los responsables sanitarios a nivel nacional como los consejeros autonómicos. Advertencias existían pero nadie fue capaz de asumir una medida tan impopular y todo basándose en que los datos eran muy favorables después de los malos meses de octubre y noviembre. De aquellos polvos vinieron estos lodos. Todos los políticos, desde Cantabria hasta Andalucía y desde las Baleares hasta Extremadura no quisieron asumir las culpas y tiraron para adelante encomendándose a la suerte, pero el virus no entiende de suerte sino que si hay movilidad e interacción social sacude. Aparte, todos hicieron recomendaciones para que los ciudadanos tuvieran responsabilidad y ya sabemos que eso no se les puede pedir porque no somos disciplinados. Una minoría nos complica la vida a todos. Por tanto, mantener ahora lamentaciones tampoco sirve sino tomar medidas importantes para frenar esta tercera ola.