Hace ya un año escribimos comenzando el nuevo año, que ya habíamos escrito en el tiempo transcurrido a un nuevo día de 2018, de 2019, de 2020. y ahora de 2021; y, sin apenas darnos cuenta, no preguntamos: ¿dónde se hallan esos 365 días de esos años pasados?
Sin embargo, el pretérito es así, se va para nunca más volver, como la juventud que tan bien cantara en sus versos Rubén Darío... Sí, el poeta canto al trascurrir del tiempo unido a la juventud...Y, la juventud -ya sabemos- es la rosa prematura y bella que crece pronta en nosotros, para dejarnos apenas nos sentimos dioses perfectos de la creación....
Sí, hace un año ya desde el año pasado, y apenas hemos tenido tiempo de habitar con nuestra reflexión y de habitar en el alma de los seres que amamos, y que aquellos que también habitan en nuestros recuerdos...
Siempre me gusto comparar la vida con los ríos que dijera Jorge Manrique, a saber:
"Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida...
cómo se viene la muerte,
tan callando…
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos."
Y, es claro, que nuestras vidas son como ríos que transcurren por altas montañas y verdes valles hasta llegar al mar, que es el morir, como dicen los versos de Jorge. Sin embargo, en ese transcurrir también transcurren nuestras vidas arrastrando guajiros y cantos rodados, que llevamos desde que nacimos hasta el día en que desembocamos unos en la anchura del mar azul, y nosotros en la extensión inacabable de la eternidad...
Pero si acaso nos sentáramos a la vera de un pequeño torrente o fuente, oiremos enseguida ese murmullo del agua correr sin freno y sin ninguna atadura, montaña abajo retumbando entre la maleza y las copas y de los chopos...
Y, ese correr sin freno y sin ataduras es lo que en verdad sienten y añoran nuestras almas prisioneras que tienen ansias de ser liberadas para volar libres como mariposas de mil colores, libando entre las flores el néctar sagrado de la vida, más vida enamorada...
La Existencia, no es sólo preocupación, tristeza, soledad, dolor amargura... No; de ninguna de las maneras, porque la existencia, también es sentir el pulso de la naturaleza bajo nuestros pies, y sentir en los corazones como se inflaman los sentimientos y saltan alegres a recoger el discurso de que ha nacido un nuevo día, allá a levante, cuando el sol tiñe de rojo cielo y mar en una amapola perfecta que, Dios hubiese creado, para hacer sentir los versos más bellos que jamás se hubiesen escritos...
Un nuevo año ha llegado y, como en un tiovivo de giros infinitos, nos subimos una vez más, a esos giros que nos hacen adentrarnos en ese fluir contante del río de la vida, donde a golpes de sentimientos vamos recogiendo los guijarros de las orillas como si fueran las señas de identidad de nuestros actos, en el largo fluir hacia el mar, donde se encuentra nuestra última morada…
Y, os digo adiós, compañeros, en este fluir constante, en este transcurrir permanente de las horas…Ahí delante, comienza el nuevo camino hacia otras sendas que aún nos son desconocidas; sin embargo, hemos concertado una cita para el próximo año, y un hilo invisible nos une, de tal manera, que aquí, en este mismo lugar de la "Tertulia del Puente..." os espero, no faltéis a la cita…
Ha nacido un nuevo año…Una muesca más en esto que hemos llamado vida…Y, asomado en la balaustrada de estas primeras horas, nos preguntamos qué acaecimientos sucederán en este recién estrenado año.
La vida transcurre inexorable al rumbo que le marcan los astros desde que la primera milla floreció entre las rocas quemadas por el sol. Y, nosotros, seres nacidos en el cosmos, somos hijos de la vida en su concepto más primigenio y profundo.
El 2021 ha abierto sus ventanas tímidamente desde que en el alba recibieras los primeros rayos de luz. Ha desplegado sus alas como las mariposas en la transformación de la crisálida y vuela libre a libar el néctar de las corolas…
Sí; vuela ya libre hacia la realización de los actos que habitaban dormidos en los días ausentes del futuro. Nada se detiene, nada se para, todo fluye constante e imperturbable, como bajan las aguas en el deshielo de las sierras en primavera.
Y, nosotros, sumergidos en esas torrenteras que bajan impetuosas hacia los valles, vamos -cual cantos rodados- hacia la infinitud del mar, que es el morir que cantara Jorge Manrique en “Las coplas a la muerte de su padre”.
La vida, la tuya y la mía, semeja al guijarro que nace agreste y aristado para que el tiempo y el cauce lo hagan rodar, hasta que las aristas se suavizan al roce de otros guijarros y otras piedras. De tal modo, nuestras aristas convertidas en sentimientos se van golpeando y arañando hasta que nuestras almas quedan varadas en la arena de alguna playa, mostrando, en las sutilezas de sus formas, el lento paso del tiempo…
Ha Nacido un nuevo año.... Que Dios os bendiga...
Jorge Manrique (c. 1440-1479)nota 1 fue un poeta castellano del Prerrenacimiento y un hombre de armas. Miembro de la Casa de Manrique de Lara, una de las familias más antiguas de la nobleza castellana, y sobrino del también poeta Gómez Manrique. Es autor de las Coplas a la muerte de su padre, uno de los poemas clásicos de la literatura española de todos los tiempos. Es también autor de poemas amorosos y burlescos y está considerado uno de los poetas más importantes dentro del Cancionero general.
Coplas por la muerte de su padre.
Entre toda su obra destacan de forma señera por unir tradición y originalidad las Coplas por la muerte de su padre. En ellas Jorge Manrique hace el elogio fúnebre o planto de su padre, Rodrigo Manrique, mostrándolo como un modelo de heroísmo, de virtudes y de serenidad ante la muerte. El poema es uno de los clásicos de la literatura española de todos los tiempos y ha pasado al canon de la literatura universal.
Las Coplas fueron escritas justo después de la muerte de Rodrigo Manrique y se publicaron por primera vez póstumamente, entre los años 1480 y 1490, en Zamora o Zaragoza. El testimonio más antiguo que se conserva procede del Cancionero de Baena, por tanto no pudo ser el manuscrito que Juan Alfonso regaló a Juan II. Fueron glosadas por innumerables autores, merecieron el honor de una traducción al latín, y su influjo se hace sentir en grandes autores posteriores.
En ellas se progresa en el tema de la muerte desde lo general y abstracto hasta lo más concreto y humano: la muerte del padre del autor. Normalmente se habla de una división en tres partes. La primera parte abarca las catorce primeras estrofas y consiste en una introducción en tono moralizante sobre el escaso valor de la vida terrenal, la muerte y su omnipotencia. En la segunda parte, de la estrofa quince a la veinticuatro, se menciona la muerte de personajes ilustres de un pasado reciente y cercano. La tercera y última parte, desde la estrofa veinticinco a la cuarenta, está dedicada a ensalzar la figura de Rodrigo Manrique comparándola con la de grandes personajes de la época romana para destacar así sus virtudes, culminando la obra con un diálogo entre él y la Muerte.
Esboza Manrique la existencia de tres vidas: la humana y mortal, la de la fama, que es más larga, y la eterna, que no tiene fin. El propio poeta se salva y salva a su padre mediante la vida de la fama que le otorgan no sólo sus virtudes como caballero y guerrero cristiano, sino mediante la palabra poética, tal como concluye el poema:
Se trata de la memoria que deja su hijo en estas coplas y que sirve para salvar tanto al padre guerrero como al hijo poeta para la posteridad.
La métrica adoptada, la copla de pie quebrado, presta al poema, al decir de Azorín en Al margen de los clásicos, una gran sentenciosidad y un ritmo quebradizo y fúnebre como el repique funeral de una campana. La inspiración bíblica viene desde el Eclesiastés y los Comentarios morales al Libro de Job de San Gregorio. Resuena asimismo el fatalismo de los tópicos medievales del ubi sunt?, vanitas vanitatum, homo viator. Se dispone actualmente de una edición crítica de las Coplas de Vicenç Beltrán10. Los testimonios más antiguos de las Coplas a la muerte de su padre proceden de los cancioneros de Baena, de Egerton y de Oñate-Castañeda, así como de las primeras ediciones, las de Pablo Hurus y Antón de Centenera. Fueron glosadas por innumerables autores (Alonso de Cervantes, Rodrigo de Valdepeñas, Diego Barahona, Jorge de Montemayor, Francisco de Guzmán, Gonzalo de Figueroa, Luis de Aranda, Luis Pérez y Gregorio Silvestre) e incluso merecieron el honor de una traducción al latín. Su influjo se hace sentir en grandes poetas como Andrés Fernández de Andrada, Francisco de Quevedo o Antonio Machado. Al francés fueron traducidas, entre otros, por Guy Debord, el influyente autor de La sociedad del espectáculo, como Stances sur la mort de son père11
Los recursos métricos de su poesía prefieren las formas breves frente a las vastas composiciones denominadas decires. La rima en ocasiones no está muy cuidada. No abusa del cultismo y prefiere un lenguaje llano frente a poetas como Juan de Mena y el marqués de Santillana y, en general, de la lírica cancioneril de su tiempo; ese es un rasgo que individualiza bastante al autor en una época en que la presunción cortesana hacía a los líricos cancioneriles exhibir su ingenio mediante un prematuro conceptismo o bien demostrando sus conocimientos con el latinizamiento de la escuela alegórico-dantesca.
El estilo de Jorge Manrique anuncia la claridad y el equilibrio renacentistas. La expresión es llana y serena, acompañada de símiles, como es propio del sermo humilis o estilo humilde, el natural y común de la literatura didáctica. Hay incluso vulgarismos, que aportan un aire de sencillez y sobriedad, y que hace encajar perfectamente en las técnicas retóricas y juegos de palabras típicos de los poetas cuatrocentistas. Por otra parte, la importancia que se da a la vida que proporcionan la fama y la gloria mundana, frente al ubi sunt? medieval, es también un rasgo de antropocentrismo que anuncia el Renacimiento.
La fuerza comunicativa que Jorge Manrique logra en las Coplas es muy potente. En sus versos introduce temas que ya han sido tratados anteriormente: la muerte y lo efímero, pero lo hace dotando de enorme belleza a cada estrofa, logrando un poema de uniformidad y unidad extraordinarias.
Alan Deyermond señala que las Coplas constituyen, además, un reflejo de la sociedad desde una perspectiva crítica hacia las frivolidades y vanidades de su época. Hablan de la vida en la corte, del mundo varonil y la decadencia de la caballería, de la mujer y el desarrollo de los salones, de diversas fiestas y de la Castilla del siglo XV.