La música más 'negra' de Marruecos, la más africana, es la música gnawa. Inconfundible por sus castañuelas de metal y su guembri (una especie de bajo de tres cuerdas), por sus ritmos envolventes y por su invitación al trance, después de haber viajado por el mundo de la mano del jazz y el blues, ahora quiere convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
En la ciudad de Bogotá, entre el 9 y el 15 de diciembre, el comité de la Unesco decide cuáles de las 50 candidaturas de otros tantos países pasan la criba y forman parte de este patrimonio inmaterial, un 'título' que ayuda a la preservación y transmisión de las artes.
Traída por los esclavos de África
Nadie sabe exactamente de dónde viene la palabra 'gnawa', pero lo mas probable es que proceda de Guinea, nombre genérico dado comúnmente a un vasto espacio africano junto al Golfo de Guinea, al sur del Sáhara, donde los distintos sultanes árabes se abastecieron de esclavos durante siglos.
No fueron excepción los sultanes marroquíes de las distintas dinastías y, de ellos, destacan dos famosos por sus razzias en el sur de su imperio: el saadí Ahmed al Mansur Dahbi, en el siglo XVI, y el alauí Moulay Ismail, en el XVIII. Con ellos llegaron miles de esclavos negros que se establecieron en Marruecos al servicio del sultán, en su corte y en sus ejércitos, pero también al servicio de la nobleza. Hasta bien entrado el siglo XX era posible encontrar en las familias aristocráticas marroquíes a una sirvienta negra que "pertenecía" a su amo.
Fue en esta comunidad de descendientes de esclavos donde nació la música gnawa. Alguien puede pensar en el blues por sus similitudes, pero no se trata de cantos de trabajo ni de lamentaciones: la gnawa es una música espiritual, en el que elemento religioso es esencial. Las letras de la música gnawa son siempre letanías religiosas de alabanza a Alá o al profeta Mahoma, que se repiten a modo circular de un modo que recuerda a las distintas músicas sufíes (como la de los derviches turcos) que se practican a lo largo del mundo musulmán.
Un ritual para iniciados
Durante siglos, la música gnawa no era para todos los públicos, sino para los iniciados. El maallem (maestro) Abdelmajid Demnati, un gnawi de Tánger, como su abuelo y su tatarabuelo, recuerda que hasta hace muy poco estaba incluso prohibido filmar una 'lila' o velada gnawa, porque solo podía accederse por estricta invitación. Una verdadera 'lila' (que significa 'noche') comienza con la puesta de sol y termina al amanecer.
El concierto, por llamarlo de alguna manera, consta de siete etapas que se corresponden con siete colores o estados del alma. Los asistentes pueden asistir a título contemplativo, dejándose llevar por el ritmo sinuoso del guembri y el tañido repetitivo de los crótalos (castañuelas de metal) que tocan sin cesar seis integrantes del grupo y cambian de ritmo al golpe de un tambor.
Pero también se puede acudir a una lila gnawa con un propósito terapéutico, siempre que la persona aquejada de problemas psicológicos esté dispuesta a dejarse llevar, entrar en trance y expulsar mediante el baile a sus demonios.
En otras, palabras, para los gnawa su mundo va mucho más allá de la música. Los conciertos que ahora dan los grupos gnawa por todo el mundo son solo aperitivos de una verdadera 'lila'. "Un concierto es como tomarte una aspirina -bromea el maallem Demnati, invitado con su grupo Gnawa Express al festival de Tanjazz, en Tánger-; pero el que se quiera curar de verdad, debe pasar el ritual completo de la lila".
De la marginalidad a la World Music
Pero más allá de su poder curativo, los grupos gnawa han vivido durante siglos en una cierta marginalidad. Socialmente eran asimilados a los titiriteros o los feriantes, porque iban por las calles -todavía se ven- tocando su música y esparciendo la 'baraka' (la buena ventura) a cambio de unas monedas. Es decir, había hacia los gnawa una mezcla de respeto y desprecio, como recuerda Neila Tazi, una de las personas que más ha contribuido a dar a conocer al mundo la cultura gnawa.
Tazi es una de las principales impulsoras del Festival Gnawa de Músicas del Mundo, que arrancó allá por 1998 en la ciudad de Esauira, uno de los mayores focos gnawa por haber sido uno de los puertos principales donde los barcos de los sultanes llegaban con su cargamento de esclavos.
El festival -recuerda Tazi- tuvo dos etapas muy marcadas: la primera década fue la de la fusión y el reconocimiento: los organizadores invitaron a Esauira a estrellas del jazz y el blues -principalmente, por ser dos estilos de raíz negra que mejor se mezclan con lo gnawa- del mundo entero, y trabaron así contactos profesionales que permitieron a los marroquíes salir de su terruño y mostrar su arte por el mundo. El arte gnawa había entrado en la modernidad.
Nadie sabe cuánto hay de cierto en el paso de Jimi Hendrix por Esauira en 1969 y su aparente fascinación por los ritmos gnawa. No importa. Lo cierto es que músicos del siglo XXI, con el jazzista Randy Weston a la cabeza, son los que ciertamente han ayudado a "volar" a los virtuosos del guembri y los crótalos y llevar su arte por el globo.
Vuelta a las raíces
Tras una década de fusión y mestizaje, los organizadores del festival sintieron que había que ocuparse también de la tradición y la perpetuación de este arte en todo lo que tiene de genuino e irrepetible.
Un grupo de músicos crearon la asociación Yerma Gnawa con el propósito de recopilar estilos antiguos, realizar una antología musical de las tres grandes escuelas gnawa (norte, centro y sur de Marruecos), recabar el apoyo de sociólogos, historiadores y antropólogos y presentar ante la UNESCO su pretensión de convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
El proceso fue largo, hubo muchas negociaciones con el gobierno -que es el que formalmente debe presentar la candidatura-, y finalmente la presentación se hizo en 2017. No se votó entonces pero se hará ahora, en 2019.
¿Y qué significa a efectos prácticos la declaración de Patrimonio de la Humanidad? Pues que el gobierno y la propia comunidad gnawa se compromete a conservar y transmitir sus saberes de un modo más formal.
Si el arte gnawa ha sido siempre 'un asunto de familia', ahora va a ser necesario crear escuelas, formar maestros o buscar artesanos que fabriquen guembris de forma profesional. El gobierno, por su parte, deberá presentar informes con las medidas institucionales, jurídicas o financieras con las que demuestra el apoyo a esta cultura.
El arte gnawa -dice Tazi- no tiene ningún peligro de desaparición. Ahora se trata de conservar la tradición y el carácter de la música más africana del Magreb.