Un naturalista marino encuentra placer al deambular sobre las rasas de marea, nunca se aburre pues halla en la búsqueda su principal aliciente. Tiene su oportunidad cuando el mar se retira y de esta forma puede caminar a sus anchas rodeado de los olores que desprende el mar amablemente. Un aroma particular y salobre lo provocan las algas, que podría ser también algo “picanton” si se encuentran colonizadas por otro tipo de organismos. Todos las especies de invertebrados marinos que contienen en sus tejidos células urticantes, pertenecen al grupo de los nidarios y desprenden estos olores especialmente intensos para recordarnos que dejarán su recuerdo si los tocamos y cometemos el error de llevar las manos a zonas sensibles de nuestro cuerpo. En personas especialmente alérgicas a estos organismos pueden llegar a causar reacciones importantes y tener que ser atendidas urgentemente en centros de salud. Las adorables zonas rocosas donde el mar va y viene con las mareas contienen muchos tesoros escondidos y sin duda alguna, los charcos esconden los más atractivos e interesantes de todos. Pocos seres vivos marinos pueden soportar la desecación que supone estar al aire libre sin la benéfica protección acuosa y así muchos de ellos se aferran a estas pozas hasta que el mar vuelva a cubrirlo todo con su habitual majestad. Cuando estamos en las mareas el rugir del mar se aleja de la costa y solo se aprecia en el frente litoral que mira atemorizado a las olas que parecen decirle “te queda poco tiempo para que vuelva a inundarte de nuevo”.
En estos lugares especiales de encuentro entre el mar y la tierra firme se produjeron adaptaciones a la colonización del medio aéreo por parte de las algas que con el paso del tiempo dieron lugar a las plantas sin flor que poblaron con sus simientes la tierra firme, formando los primigenios paisajes vegetales del planeta.
En este medio intermedio los primeros vertebrados, los peces, se lanzaron a recorrer los barrizales haciéndose marismeños para dar lugar a los anfibios; justamente este tipo de pececitos ancestrales fueron morfológicamente parecidos a las barrigudas que aparecen comúnmente en los charcos arremolinadas como pequeños volátiles que despegan y aterrizan del fondo de su mundo con la mirada curiosa y expectante. Millones de años más tarde, algunos mamíferos recorrían estos lugares, e hicieron el camino inverso y volvieron al mar convirtiéndose en ballenas, delfines, focas y manatíes portando las coronas de sus hermosísimas transformaciones evolutivas.
Los territorios de mareas sufren también la influencia del agua dulce debido a las lluvias e incluso a la inundación por causas de cauces cercanos; las marismas son un ejemplo de estos encuentros y las zonas de saladares también. Estos lugares tienen una belleza encandiladora; hay árboles como el Tarajal adaptado a soportar inundaciones de agua salada y otras muchas plantas litorales son preciosos tesoros estéticos que soportan tanto las salpicaduras como las inundaciones parciales de agua de mar.
Adentrarse en las costas saharianas provoca situaciones maravillosas mientras exploramos estos atractivos territorios intermedios. Aprovechar los tiempos de marea baja es importante en un litoral bravísimo siempre batido y rugiente y por ello siempre he disfrutado unas buenas horas embebido en una exploración embriagante a los sentidos siempre esperando que llegara un nuevo hallazgo. En verano, las brumas y nieblas costeras hacen de estas experiencias algo completamente inolvidable. En Ceuta, hay zonas memorables para recorrer las mareas bajas en Fuentecaballos, el Sarchal y también detrás de la barra de Calamocarro.
Las costas más frías y templadas con grandes mareas ofrecen la posibilidad de observar encuentros entre los ecosistemas, así el bosque litoral llega hasta el borde del mar y se encuentra con las rasas de marea. La mezcla es sorprendente en regiones con entrantes de mar o fiordos donde los árboles están literalmente dentro de la zona entre mareas. En una ocasión pude observar como había anémonas de mar fijadas a pequeños trozos de madera desprendida de los cercanísimos árboles costeros y tengo en mis cuadernos de observaciones como tales especímenes habían atrapado pequeños insectos que caían en sus pegajosos tentáculos; y de la misma forma hay insectos predadores y también arácnidos bien adaptados a explotar estos ambientes en busca de comida y restos de organismos; así el mar y la tierra se alimentan mutuamente. Entonces se aprecian bien la extrema cercanía entre los dos mundos creándose cuadros naturales tan bellos como sorprendentes.
En Canarias, hay lugares excepcionales con respecto a las rasas de marea, auténticos santuarios de la vida que nos permiten contemplar escenas insólitas y organismos muy especiales asociados a ellas. Las especies de moluscos parecen salir del letargo y empiezan a moverse al retirarse el mar. En zonas donde el mar es especialmente fiero cuentan con el tiempo justo para moverse y alimentarse o relacionarse con otros congéneres antes de que vuelva de nuevo el azote infinito del mar; estos movimientos son especialmente evidentes en las especies de lapas.
Me encanta tumbarme en medio metro de agua a sacar imágenes en lugares donde apenas puedo apoyar la cámara para captar esto o aquello. Meterme en un charco es algo muy especial pues siempre espero sorprender a sus pacíficos habitantes y con toda la calma del mundo poder escrutar cada pequeño centímetro del habitáculo para encontrar todos los diminutos tesoros escondidos; en esta época de mi vida en la que practico frecuentemente el buceo profundo, le tengo un gran aprecio a esas actividades que me devuelven a una relación con el medio más liberada de equipos pesados y menos encorsetada de obligaciones por mor de la seguridad. Si el charco tiene buenas dimensiones y profundidad suficiente se pueden encontrar cuadros naturales de belleza inesperada. Los más bellos de la esponja Chondrosia reniformis y la anémona Telmatactis elongata los he visto en estos ambientes y también muchos otros lienzos naturales salpicados por muchos tonos de rosas, anaranjados y verdes. Recuerdo captar información visual muy importante para mis investigaciones de doctorado en unos lugares que jamás olvidaré y que siempre están conmigo desde que los descubrí por primera vez. El medio litoral canario ofrece con cierta frecuencia una concatenación de charcos de buen tamaño donde revolver piedras y explorar zonas oscuras o disfrutar simplemente de las paredes cuajadas de algas del género Cystoseira. En los nortes de las islas se puede disfrutar de estos sistemas y en muchas ocasiones he vivido experiencias muy mágicas en determinados ambientes, sobretodo en aquellos grandes charcos que te permiten sumergirte completamente, protegidos de la luz, en los que se producen encuentros con comunidades coralígenas preciosas y otras excelencias naturales poco comunes para un medio de mareas convencional. En uno de estos mares en miniatura se pueden llegar a observar bellos penachos formados por gusanos poliquetos sedentarios que se conocen con el nombre de espirógrafos entre los buceadores de las islas. Estos recoletos hábitats ofrecen cuadros naturales en los que poder apreciar los contactos entre la tierra y el mar. En estos particulares territorios entre dos mundos, se produce un fenómeno diario dependiente de las mareas y que al ser cíclico, predecible, y nunca caótico, ha propiciado la evolución adaptativa de pléyades de organismos únicos. No es fácil, siendo un organismo marino, adaptarse al medio emergido pero sin embargo, es posible que algunos organismos del medio emergido o tierra firme se hayan adaptado mejor a explotar estos hábitats. Al bajar el mar no es raro ver a algunos artrópodos terrestres e insectos recogiendo cosecha de la exposición al aire de tanto ser marino.