Durante la pasada semana he asistido a un interesantísimo curso sobre la Agenda 2030 organizado por el Instituto de Estudios Fiscales. Suelo acudir con frecuencia a muchos de los cursos que allí se realizan. La altísima calidad técnica de los mismos justifica cualquier esfuerzo económico o personal que se haga. En esta ocasión, además, contábamos con un ponente de lujo. Pedro Revilla Novella, Vocal Asesor del Instituto Nacional de Estadística y anteriormente Director General de Metodología, Calidad y TIC. En la actualidad es el encargado de la coordinación de las actividades estadísticas relacionados con la Agenda 2030, que se llevan a cabo en nuestro país. Por tanto, la información facilitada, además de rigurosa, sin duda será de tremenda utilidad en los trabajos de investigación que emprendamos relacionados con la sostenibilidad y el cambio climático.
A nivel global estamos en la era de la sostenibilidad. El mundo necesita ser más sostenible, pues nos enfrentamos a profundos retos que necesitamos resolver con urgencia. Reducir las emisiones de carbono, optimizar el consumo, tratamiento y gestión del agua, descarbonizar y desmaterializar la economía, mantener la biodiversidad, adaptarse y frenar el cambio climático, disminuir las desigualdades económicas, etc.
En los últimos informes del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) de la ONU se continúa afirmando que, con una certeza del 95%, los humanos somos los responsables de un calentamiento sin precedentes de la Tierra en las últimas décadas. Y en estudios anteriores efectuados, algunos desde la Universidad de Granada, utilizando las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera de todos los países del mundo, se llegaba a la conclusión de que, si bien dichas emisiones no se seguían incrementando de forma excesiva a nivel global, cuando se utilizaban para calcular el índice de impacto de nuestra actividad económica, el mismo era creciente y tenía una influencia estadística significativa en el incremento de la mortalidad en el mundo, fundamentalmente en algunos países desarrollados y en los emergentes de mayor población. En este contexto, fomentar la sostenibilidad a todos los niveles tiene una importancia fundamental.
La primera referencia al concepto de desarrollo sostenible lo encontramos en el Informe Brundland “Nuestro Futuro Común”, de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo. Se definió como “aquél que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Es en la “Cumbre de la Tierra” de Río de Janeiro, en 1992, cuando se sentaron las bases del desarrollo sostenible local. El documento clave para ello fue el denominado Programa 21 o Agenda 21. La Agenda 21 Local constituyó un plan de acción para los siguientes años, al contener una serie de iniciativas de los municipios para respaldar este programa. Justamente es este el precedente más claro de la actual Agenda 2030, junto a la Agenda del Milenio. Como nos decía el ponente, la Agenda 2030 es una decantación histórica.
En general, las Agendas definen una estrategia común y conjunta de desarrollo, consensuada y operativa, además de mejorar la gestión de las políticas de desarrollo a nivel internacional, pues “facilitan la coordinación entre los actores del norte y del sur, reducen ineficiencias y solapamientos en los organismos internacionales, y facilitan el seguimiento y la evaluación conjunta de las actuaciones realizadas”, nos explicaba el conferenciante. Pero también, y esto se resaltó especialmente en el curso, ayudan a configurar la idea de una “carta de ciudadanía”, con unos derechos que constituyen unos mínimos de dignidad humana, que asumen todos los países, y a cuyo cumplimiento se compromete de manera cooperativa la comunidad internacional.
La agenda 2030 fue adoptada por la Asamblea general de la ONU (25 de Septiembre 2015) mediante la Resolución A/RES/70/1 “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible“. Tiene 17 objetivos, desglosados en 169 metas y 3 dimensiones de desarrollo sostenible, la económica, la social y la ambiental. Su virtualidad es que integra e incluye ámbitos que no estaban en los Objetivos del Milenio, como la dimensión medioambiental, que hasta entonces seguía su propia agenda paralela. También une las agendas medioambientales y de desarrollo humano; articula conceptos reflejados en la Cumbre de Rio de 1992, como las tres dimensiones económica, social y ambiental; y muestra especial interés en asuntos de Gobernanza (democracia, fortalecimiento institucional), desigualdades y exclusión social, malnutrición (tanto en desnutrición como en obesidad), empleo decente y crecimiento económico sostenido e inclusivo.
Pero también tiene una estructura muy sólida para que el seguimiento de los avances sea eficiente. Así se crea el Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible bajo los auspicios de la Asamblea General (cuatrienal), el Consejo Económico y Social (anual), el denominado DESA (Deparment Economic and Social Affairs) o la UNDP (United Nacions Development Program), además del resto de agencias especializadas, fondos y programas. Todo esto se acompaña de una batería de indicadores estadísticos, algunos de ellos aún en formación, que se articulan desde los países, para integrarse en las regiones y a nivel internacional.
Tras haber escuchado con interés las explicaciones del ponente y debatido con los colegas que han asistido al curso, una de las más importantes conclusiones que, al menos para mí, se han expuesto, es que, quizás empujados por la graves situación de emergencia climática en la que nos encontramos, parece que las naciones del mundo se han dotado de un instrumento importante, técnicamente bien concebido y que, sin duda, servirá en el futuro para poder evaluar con precisión el grado de cumplimiento que se va teniendo sobre los grandes retos que tiene planteados la humanidad.
Mi deseo y, creo que el de todos los participantes, es que esta Agenda 2030 llegue a buen puerto y ayude a consolidar el Desarrollo Sostenible en el mundo. Por lo pronto, nuestro actual gobierno, aún en funciones, ha dado los pasos para impulsar el desarrollo de la Agenda 2030 en nuestro país de una forma institucionalmente muy sólida, dotando a sus responsables del mayor rango institucional posible. Esperemos que, por un mal resultado electoral, no venga nadie y lo malogre en el futuro.
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