Mirando a la nada y pensando en todo,
así me hallo cada día mientras en el autobús
me traslado.
Mi mente se dispersa, sin yo pretenderlo
Intento enfocarme en recuerdos positivos,
pero mi mente prefiere hacerse preguntas sin
sentido.
Y tan sin sentido son, que con jaqueca termino.
Esto sucede desde que uso de razón tengo,
tras convertirse este mundo en un lugar áspero y frío.
Un mundo, en el que la ciencia avanza y la
mente humana se deteriora.
En donde el individualismo y egoísmo reina
detrás de unas bonitas palabras.
En el que del “¿cómo estás?”, no se espera
otra que la misma simple respuesta.
Triste es que todos pretendamos ser la misma
persona, para no ser señalados por una
multitud estandarizada.
Que seamos más valientes a través de una
pantalla, y que nuestra aceptación dependa
de cifras elevadas.
Atrás quedaron los juegos nocturnos con
amigos, las noches de tertulia y las tardes de
lanzar piedras al río, quien hoy tenga una
amistad duradera, tiene el premio Goya del
siglo.
Bonito fue, es y sería que reinara la paz y el
amor en el mundo, que no existiera el hambre, el dolor, el odio y el miedo.
Bonito es y difícil sería hacer de este mundo
imperfecto, un lugar seguro, apacible y sereno.
El tiempo transcurre y la vida pasa, ayer fue
el hoy y el mañana será el ayer.
Mientras nosotros imaginando un futuro,
que no sabemos si vamos a poseer.
¿Qué será del mundo el día de mañana?
Me pregunto mientras la señora de enfrente
me sonríe.
¿Será un mensaje que me envía el destino?
¿O será la esperanza que aún mantengo
conmigo?
Sin saber la respuesta, ya me atormenta.
Solo espero que sea de esas bonitas
sorpresas, que imagino tener para
mantenerme despierta.