Siempre fueron mis héroes y fuente de inspiración. Y siguen siéndolo. No sólo en lo que a juntar letras e inventar historias se refiere, sino inspiración vital. Creo que hay muchos premios Nobel de literatura con bastantes menos méritos que Don Francisco Ibáñez. Y no creo ser el único que lo piensa.
Pues bien, leyendo periódicos, viendo televisión, escrutando redes sociales y escuchando a los próceres en los hemicircos parlamentarios patrios sobre el “tema único” –y curiosamente no es el sexo- no puedo quitarme de la cabeza a mis entrañables Mortadelo y Filemón, el superintendente de la T.I.A., el profesor Bacterio, el gang del Chicharrón y demás personajes deliciosamente esperpénticos que poblaron mi infancia y mi presente, que viene a ser más o menos lo mismo. Sí, soy bastante más de ellos que de Juego de Tronos, Star Wars, o inmundicias televisivas o cinematográficas semejantes.
En fin, a ver si me centro y trato de escribir un par de párrafos con el rigor y solemnidad que la situación precisa.
Pues resulta que en una región del noreste de Hispania –que es mi país como podría ser cualquier otro, pero es el mío- hay una pandilla de enajenados que ostentan el poder desde hace unos cuarenta años. Todo empezó con un señor bajito y cabezón (no me refiero al Generalísimo, que también lo era), sino a su sucesor en Catalandia, que curiosamente guarda un sorprendente parecido físico con un personaje de Star Wars, una de las ficciones que alegremente he desdeñado más arriba. Un tal Yoda. Perdón, un tal Jordi Pujol. Este señor, líder supremo de la nación catalanda durante muchos años, seguido de un grupo de entusiastas acólitos, se dedicó a sembrar el odio y el desprecio hacia los nativos del resto del país (cuando hablo de país me refiero a Hispania; ustedes me disculparán por la heterodoxia y transgresión al lenguaje políticamente correcto).
Exigió con todo éxito al Estado hispaniol todas las competencias posibles: Educación, Sanidad, Seguridad, Cultura, Comunicación, Charcutería, Ornitología y Corte y confección. Todo. Los sucesivos gobiernos de Hispania se las iban entregando encantados de la vida porque necesitaban sus votos para tener el gobierno en Madrit, y allá ellos se las compongan. Hasta montaron una poli “nacional” de lo más chula, que llamaron los Mossos, y ahora no puedo evitar acordarme de otro clásico cinematográfico: “Loca Academia de Policía” y sus veinte secuelas. Con el control absoluto de la Educación, Departamento de Charcutería y los medios de comunicación, no fue difícil adoctrinar a su población con mantras que podrían resumirse (y casi abarcarse de manera exhaustiva) en lo siguiente: Hispanios malos; catalandos buenos. Hispanios feos; catalandos guapos. Hispanios opresores; catalandos oprimidos. Hispanios tontos; catalandos listos. Hispanios vagos; catalandos trabajadores. Hispanios negros; catalandos blancos. Y así durante cuarenta años en la escuela, en la universitat, en la tele y en la radio. Y los demás chitones, porque eso era progre y muy de izquierdas.
De aquellos polvos estos lodos, así que no es de extrañar que ahora esté en el gobierno de Catalandia el gang del Chicharrón. Y el gang del Chicharrón no sólo ha decidido dar un golpe de Estado en Catalandia, sino que además lo anuncia a bombo y platillo. Con un par.
Así que el gobierno de Hispania está un poco nervioso, porque lo que no quiere es molestar a los catalandos. Eso ni hablar, pobrecitos. Si les han regalado todo durante cuarenta años y aún no están contentos, ¿qué sería si encima se les ocurriera afearles su conducta golpista? ¿Alimentar aún más su justificadísimo victimismo?
Y aquí es donde me permito una sugerencia inspirada en Mortadelo y Filemón, que quizás no se le haya ocurrido al presidente de Hispania, porque él es más del Marca.
Dice el jefe del gang, Carles Puigdemont, alias “Pelomocho”, que tienen preparadas y sigilosamente escondidas ocho mil urnas para el simulacro de referéndum del 1 de octubre con el que se perpetraría el golpe de Estado. ¡Ocho mil urnas! ¿Dónde están las urnas? Urnas ilegales, pues tienen un propósito ilegal y antidemocrático que es dar cobertura a un paripé de referéndum parecido a los que hacía otrora el Caudillo de Hispania, otro bajito y cabezón con cantidad de poder. Yo no lo sé, ni idea de dónde están las urnas matarilerilerile. Los del Chicharrón juegan al escondite y se lo pasan teta.
Pero en Hispania, como potencia europea que es, hay un Servicio de Inteligencia, tengo entendido. Si no son capaces de saber dónde están “escondidas” ocho mil urnas en su propio país, apaga y vámonos. Entonces hablaríamos directamente de la T.I.A. Así que pongamos que lo saben, faltaría más.
Pues bien, no hace falta cerrar colegios electorales, impedir el acceso a nadie ni sacar tanques a la Diagonal de Barcelona. Esto encantaría al gang del Chicharrón, pero Hispania no debe participar en la charlotada golpista, ni siquiera como figurante.
Se trata de las urnas. ¿Incautarlas? ¿Destruirlas? No hace falta. Basta con bloquear la salida de su escondite e impedir su distribución en el momento oportuno. Mejor la Guardia Civil o el Ejército, que el jefe de los Mossos también es del gang. Rápido, indoloro e incoloro. Zona acordonada, sin fotitos. Se acabó. Es verdad que pueden votar apuntando los votos en cuartillas y contando palotes, pero no es lo mismo. Menos glamur y algo cutre, sobre todo por lo de la imagen internacional de la recién estrenada República de Catalandia.
Sé que al final acabaría Filemón corriendo furibundo detrás de Mortadelo por el Paseo de Gracia, pero esto sería volver a lo de siempre, cada uno a lo suyo y colorín colorado, esta historieta se ha acabado.