Categorías: Opinión

Morderse la lengua

Hay mucha gente que prefiere callar y vivir, que hablar y meterse en problemas.Decía el otro día Sampedro -en una entrevista para Salvados- que ahora la gente tiene mucho miedo, y sí que es verdad, porque pensamos que en un barco que se escora como el Costa Concordia, lo mismo solo se salvan los que se quedan quietos.                                              
Luego nos damos cuenta de que no, de que la salvación depende  de uno mismo, de lo que hagas o no hagas y tomamos nota en nuestro código genético de ello.                              
Recordarán conmigo, el pingüino que Félix Rodríguez de la Fuente rescató y le seguía como perrito fiel, en su serie el hombre y la tierra. Pues este pingüino habiéndose criado sin madre , rompió un día un huevo con una piedra , exactamente igual como lo hacían todos los de su especie, ,dándonos a entender que aparte de lo que te enseñé una madre -o tu clan- está lo que lleves impreso en los huesos.                                                                                                                           
Lo que llevan impreso -en los huesos- las víctimas de la muerte y destrucción de nuestra guerra, es dolor y más dolor, miedo y sobre todo la sensación de “estate quieto”, de callar para poder dar un paso más y luego otro, que te aleje del abismo. Ahora, cuando se juzga a Garzón, por meterse en los crímenes del franquismo, se desvela el pasado de gente que murió acribillada y con el tiro de gracia, y en Segorbe, secuela de garzonadas, han aparecido restos que se creían olvidados , porque su familia les dio la espalda, emigraron, no solo de localización geográfica , sino de recuerdos , e igual que no hubo lapida sobre ese cuerpo muerto, tampoco hubo memoria genética , ni dolor en el cuerpo, solo silencio y más silencio.                                                                                                                                         
Cuando te matan, no muere tu memoria, como tú mismo no mueres si estás en la memoria de los tuyos y con ellos aprendes del fuego que quema, del cuchillo que se clava y de la escopeta de la que mana sangre, que llena pozas y cunetas.                                                                    
Juana Sevilla, en su Cádiz de adopción, tembló de miedo cuando le dijeron que Tejero estaba dando patadones en el congreso. Temblaba de miedo mi propia abuela, de Alcalá, pueblo serrano, cuando escuchaba la marsellesa, lo mismo sintiendo en los huesos pelados, las historias de los abuelos, sobre los franceses y cómo, decenas de años atrás, entraban en las chozas y las quemaban , luego de dar bayonetazos a diestrito y siniestro , con la gente encerrada dentro.    
La memoria es una hija de mala madre, una revenida y altiva, que, aunque no queramos, nos invade y que mucha gente se avergüenza de que salte a los cuellos y abra fauces, porque las abre, y no destila venganza como creen muchos, pues qué venganza puede haber en tullidos por la vida , en los Artolas, Cirias, Garcias o Guzmanes, postrados por la edad y el recuerdo marchito , en fotos en sepia, de padres que eran mucho mas jóvenes cuando murieron, que ahora ellos.                                                                                                                                           
La memoria es sin más una faena, una afrenta, una necedad, porque duele y destruye, no miren más que al banquillo donde está sentado Garzón ,que creyó que podría con todo , incluidos los que sellan con sus silencios, lo que fue la historia de España, lo que realmente ocurrió para que nadie lo sepa, como avergonzándose, como escupiéndonos a todos en la cara , con su desprecio e indiferencia.
Es para muchos, como para la nieta del represaliado, en Segorve, un “mejor morderse la lengua”, o como decía mi abuela “de política, no se opina” y es que nos hemos mal acostumbrado, en este país nuestro que tanto queremos y tantos disgustos nos da , en estos años de democracia, a hablar de todo, a opinar de todo y a criticar sin tregua,  cosa que decía mi amigo Ramón Corrales , era lo más maravilloso de su vida , para él , que se confesaba franquista de vocación forzada y seguidor de los oficios de la cope , en sus tiempos cañeros de Jiménez Losantos.                                                                                                                                
Pero también es verdad que ahora se nos corta el resuello y volvemos a tener miedo y ya ven eso da mucho más miedo, porque vemos otros países y asusta que te maten por las calles por opositar, por pensar diferente o por temer reposar por las decenas , en campos de soledad y mustios collados.

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