Bien entrada la edad, uno ya vive en soledad, pero nunca se agarra a un desencanto, sino a una voluntad donde tus abrazos son encajados en lo más hondo de nuestro ser.
Somos unos robots independientes donde lo principal es tan evidente como montar en nuestro coche y saber dónde ir cada día.
La aventura era, en aquellos momentos, que nos llevaran a unos lugares nuevos y disfrutáramos de aquellos instantes, o los repudiáramos, allí entre el azar, y llegó nuestros recuerdos, a saber si te gustaría algo o no.
Cada uno está hecho de unos materiales diferentes y para gusto nunca se sabe el del vecino.
Imagínate en una reunión entre gente que no te han invitado y si lo han hecho, tú no te ves identificado. Lo normal es aguantar por protocolo, pero en el próximo instante que te den ese detalle de un vínculo, tú le darás de lado y buscarás un nuevo lugar para perder el tiempo de acuerdo a tus ideas.
Y así van pasando los días y siempre acumulas preguntas e interrogantes.
Las mías son claras.
Deseo hacer tantas cosas y veo tan poco tiempo que necesitaría muchas más horas en mi día, pero está programado y solo hago lo que está a mi lado y deseo hacer.
Contento estoy, y deseo continuar siéndolo, y aquí estoy buscando un nuevo momento de disfrutar con mis textos.
Hasta la próxima, querido lector.