Veo una triste mañana de invierno, donde los que viven en una misma familia, se guarecen dentro de su vivienda, para estar más calentitos y no pasar las penurias del frío que hay fuera. Allí empiezan los momentos, donde van distrayendo se y ver pasar el tiempo, tan preciado para algunos.
Se habla de muchas cosas, tantas como personas que compongan la unidad familiar. Todos somos distintos, aunque seamos hermanos, tenemos una condición.
Nadie podrá buscar la seguridad en una autovía con tres carriles, siempre existirá el que le gustaría que hubiera, no sólo un carril adicional más, sino varios. Pero el presupuesto solo dio para lo que tenemos a nuestra vista.
Pero la intuición vale para muchos, para intentar buscar el camino acertado. Puede ser una opción buena o por lo contrario darnos en los morros, con alguna dificultad que nos hemos encontrado por no hacer caso al consejo, de alguien que nos ayuda en casa o fuera de ella. El mundo exterior es muy cruel, y más cuando descubren alguna debilidad en nosotros. Te machacan y solo nuestra voluntad puede dar la vuelta a la tortilla.
Pero las envidias y las ganas de satisfacer, unas necesidades primarias, pueden convertir un echo, ya permitido por la sociedad moderna, en unas ganas de romper la monotonía del día, buscando una hegemonía y un ego donde no le importan romper las perspectivas de un futuro, y un mañana que no se sabía lo que podía tener en liza.
Rompiendo ese amor de una familia, hacia su hijo, que siempre estará protegido por sus progenitores, ya que son los que verdaderamente nos quieren. Le arrancaron de los brazos de su madre.
Ella buscaba sin descanso a su querido hijo.
Tierras, mares, aires y hace falta buscó, pero solo encontró un desafortunado: “no sé” que ponía el corazón, con una herida tan grande, que ni el mejor cirujano podría reparar.
El sexto sentido de una madre, sabía que no era normal la ausencia de su hijo y por eso buscaba, pero sin ningún tipo de éxito, algún indicio que le pregonara dónde pudiera estar su querido y amado vástago.
Noticias tuvo muy confusas y eso le hizo tener un poco de esperanzas. De esas que siempre viven los pobres hombres y mujeres, que habitan en esta querida Tierra.
De esa que podemos ser felices hoy, y mañana encontrarnos con un golpe tan duro, que deseáramos buscar una salida, para que nuestra vida pueda transcurrir por un sendero que le llamaremos felicidad.
Ahora solo queda esperar, encontrar el cuerpo y dar sepultura a esa promesa de niño, que tuvimos y que desearíamos tener junto a nosotros.
Un gran abrazo a todos los que están sufriendo en estos momentos y solo daros una palabra, para que os aferréis a ella: amor a tu hijo.