Del reportaje que publicó el pasado domingo la navarrica Bea en el Dominical me quedo con el después. Me explico. Me quedo con los pasos acelerados que debe adoptar ahora la administración con todos aquellos que duermen en la calle, que viven rodeados de sus miserias, que intentan subsistir a diario con lo que pueden. Están ahí. Durmiendo en los Reyes, en la plaza Ricardo Muñoz, en los alrededores del Casino... Están ahí porque forman parte de esas historias que nadie se ha atrevido a contar y a las que ahora Bea les ha puesto nombre y apellidos. Son historias de personas a las que no nos acercamos, quizá por miedo o quizá porque nos hemos vuelto unos egoístas a los que nos importa bien poco que haya gente que pierde la cabeza, que sufre algún trastorno mental y que termina viviendo en la calle no por gusto, sino porque vive perdido en un círculo de desvaríos del que, sin ayuda, sin medicación, resulta imposible salir.
Esas miserias las tenemos en Ceuta, a nuestro lado. Y ante esta situación no podemos quedarnos como si no la conociéramos. Está claro que el sistema que tenemos no funciona. La atención al desfavorecido va más allá del reparto de subvenciones, y, por supuesto, supera en mucha esas visitas con prensa guiada que hacen nuestras autoridades en plenas fiestas navideñas por eso de que, comercialmente, pega lo de atender al desfavorecido.
Algo no funciona en el sistema, porque si no cómo puede entenderse que una persona pueda morir en la calle porque entre Asuntos Sociales y Fiscalía, entre Fiscalía y Asuntos Sociales no se aclaran en eso de cómo actuar cuando alguien ha perdido la cabeza y va arrastrando sus últimos años de vida entre bancos, un cajero y varios soportales. ¿Qué esperamos?, ¿hacemos leyes para resolver los problemas o las hacemos para que se conviertan en trabas y obstáculos en nuestra vida? Para levantarnos muros siempre hay tiempo, pero en estas historias demiserias, de vidas perdidas, de rumbos equivocados que Bea ha sabido narrarnos en su querido dominical precisamente lo que no sobra es el tiempo. Por eso les contaba que del reportaje de Bea lo que más me gusta es el después: el qué va a pasar ahora con estas injusticias humanas que nos escupe el sistema.