Opinión

La miopía: nueva pandemia del siglo XXI

Hace pocas fechas, el Faro de Ceuta recogía una preocupante información: alrededor del 30 % de la población infantil de la ciudad−unos 3.500 menores− sufren de miopía. No es una circunstancia específica de nuestra población, ya que la OMS, la asociación de utilidad pública “Visión y Vida” y otras organizaciones coinciden en afirmar la alarmante situación mundial.
En España, 6 de cada 10 jóvenes entre 17 y 27 sufren de miopía y la generación nacida después del 2000 la padece antes y tiene peor graduación. Aproximadamente, en general, un cuarto de la población adulta de los países occidentales y el 80 % de los niños en edad escolar, tienen miopía. En algunas áreas asiáticas, como China o Malasia la padecen cerca del 80 % de la población adulta. En Australia, la incidencia global de miopía se estima en un 77 % de la población. Sin embargo, en países como Brasil o India, la incidencia está alrededor del 10 % o menor. Escalofriante es el dato de Seúl (Corea del Norte) donde, alrededor del 95 % de los hombres de 19 años, son miopes.
En nuestro país, según un reciente estudio de “Visión y Vida”, actualmente la tasa de miopía entre jóvenes de 18 y 34 años alcanza el 55,3 %− el 57,7 % de las mujeres y el 48,7 % de los hombres− y el 63,2 % tienen antecedentes familiares de patología visual. El estudio recoge información sobre diferentes aspectos − aparte de los antecedentes genéticos− que afectan al desarrollo y crecimiento de la miopía: hábitos de vida, uso de tecnologías, alimentación, contexto socioeconómico y geográfico en que se mueven las personas. Una importante y curiosa conclusión, fue que la combinación de tres factores: familiares miopes, empezar a fumar a edad temprana y el enrojecimiento y el lloro frecuentes de los ojos, motiva mayor probabilidad de desarrollar miopía.
La miopía es una alteración refractiva en los ojos. La luz que penetra a través de la córnea, la pupila y el cristalino, converge directamente por delante de la retina, situada en la parte posterior del ojo. Las células de la misma son las encargadas de convertir la luz en señales nerviosas, que se transmiten al cerebro para su interpretación. Al no recibir correctamente la luz, se reduce la agudeza visual− capacidad del sistema visual para distinguir nítidamente los detalles a una cierta distancia y condiciones− y como consecuencia, la miopía ocasiona una visión borrosa del horizonte y los objetos lejanos. La distancia máxima a la que puede estar un objeto para verlo con nitidez, se llama en óptica “punto remoto” y se calcula haciendo la inversa de la cantidad de miopía, expresada en dioptrías.
La magnitud del defecto dependerá de la cuantificación, valorada en dichas dioptrías, aunque la agudeza visual no es necesariamente la misma para un mismo grado, ya que puede ser afectada por el tamaño pupilar, la facilidad de acomodación e incluso las aberraciones oculares.
Las razones de esta anormalidad refractiva se encuentran, bien en un tamaño longitudinal mayor del normal del ojo− miopía axial− un aumento de curvatura de la córnea, el cristalino o ambos − miopía de curvatura− o bien porque haya aumentado el índice de refracción de los medios oculares, miopía de índice.
Los ojos del miope suelen ser, por tanto, de mayor tamaño por su mayor longitud axial y la potencia de sus lentes –córnea y cristalino− aumenta, debido a las mayores curvaturas de sus superficies. El miope ve bien de cerca, pero le cuesta enfocar los objetos lejanos y los ve borrosos. Suele guiñar o entrecerrar los ojos− ya que, al reducir la luz entrante, disminuyen el círculo borroso desenfocado− y consiguen aumentar ligeramente la nitidez.
Pueden distinguirse variados tipos de miopía, entre ellos la más común es la “miopía simple”. No presenta anomalías de las estructuras oculares y puede ser corregida, proporcionando una buena agudeza visual. Normalmente suele estabilizarse sobre los 18 o 20 años.
La “miopía congénita” afecta predominantemente a los nacidos prematuros o de escaso peso y con seguridad irá aumentando al pasar los años. Entre las adquiridas−debidas fundamentalmente a condiciones ambientales no favorables en el trabajo o defectuosa higiene visual− se encuentran las que se originan en la juventud, en el adulto joven o iniciándose en la edad madura. Esta última es una miopía tardía originada por la edad y la variación del índice de refracción, por cambio de densidad de las estructuras oculares.
La “miopía nocturna” es un fenómeno que se produce tanto en personas miopes, como en las que no lo son. Consiste en la visión borrosa que se manifiesta al mirar objetos lejanos con baja iluminación. Se origina por desajuste en el proceso de acomodación−capacidad de enfocar a diferentes distancias− que tienen los ojos.
La “pseudomiopía o falsa miopía” tiene diversos orígenes y da lugar a visión borrosa durante unos escasos minutos. Normalmente se origina cuando se permanece trabajando de cerca durante un periodo de tiempo largo. Es de tipo acomodadizo y es corriente la “miopía instrumental”, por pasar largo rato observado en instrumentos ópticos. Los pilotos suelen sufrir la “miopía espacial”, ocasionada por estar mirando de lejos, durante largo tiempo, sin punto de fijación.
En el caso extremo, se encuentra la “miopía magna o patológica”, de alta graduación−más de seis dioptrías−producida frecuentemente por una excesiva elongación del globo ocular y que puede complicarse con glaucoma−daño en el nervio óptico−, desprendimiento de retina o maculopatías.
La miopía se origina por una serie de modificaciones biológicas del sistema visual, que afectan a los componentes del ojo: grado de curvatura de la córnea, potencia del cristalino, longitud axial y profundidad de la cámara anterior. Estas modificaciones pueden nacer de varias circunstancias y ser aumentadas por ellas.
La herencia genética, procedente de los progenitores, parece ser que es una de las teorías defendidas por los expertos− solo el 10% de los miopes no tienen antecedentes familiares− pero no puede predecirse la aparición basándose únicamente en ello, aunque también se discute el importante efecto de los factores ambientales.
Entre estos se encuentra la dedicación a trabajar con visión demasiado cercana− lectura, móviles, ordenadores, televisión – con iluminación no adecuada y durante mucho tiempo. La alta presión intraocular, es posible que acelere la progresión de la miopía. Ciertas enfermedades la pueden generar de forma temporal o permanente, e igualmente la toxicidad de ciertas sustancias ingeridas.
En el Reino Unido han identificado 24 genes que causan miopía y un equipo de investigadores de la Universidad Ben-Gurión, de Israel publicaron en la revista “American Journal of Human Genetics”, la identificación de un gen cuya mutación originaba la miopía.
Se investigan también las posibles causas debidas a las características étnicas−los orientales tienen una incidencia en miopía cuatro veces mayor que los caucasianos− la alimentación y los suplementos alimenticios o el medio ambiental de actividad diaria.
Desgraciadamente no existe un método efectivo de prevención y por ello la estrategia más acertada es la detección de la miopía, cuanto antes mejor, en los niños. Puede determinarse a través de un examen oftalmológico estándar: análisis de refracción, evaluación de agudeza visual, medición de presión intraocular, análisis de la percepción cromática y visión binocular, examen del fondo del ojo, fundamentalmente de la retina, y evaluación de los movimientos del ojo. La progresión de la miopía en los niños es muy rápida en los años escolares y posteriores, aunque suele estabilizarse sobre los 18 o 20 años. Cuando la miopía es tardía, experimenta una progresión más lenta.

"En nuestro país, según un reciente estudio de “Visión y Vida”, actualmente la tasa de miopía entre jóvenes de 18 y 34 años alcanza el 55,3 %"

Independientemente de los diversos medios existentes para la corrección de la miopía, deben de seguirse comportamientos de higiene, evitando la fatiga visual−la mitad de los jóvenes en España usan el móvil entre 4 y 8 horas al día− utilizar una iluminación adecuada, no acercarse demasiado en la lectura y pantallas de elementos electrónicos y la práctica del deporte en espacios exteriores− 7 de cada 10 jóvenes emplean menos de una hora al día en actividades en el exterior− evitando el estilo de vida sedentario, sobre todo en la infancia.
Dependiendo de las características del paciente existen variedad de opciones para la corrección de la miopía. La más tradicional y usual es la utilización de gafas, dotadas de unas lentes graduadas – divergentes −adaptadas a las dioptrías de cada persona.
El uso de lentillas, consiste en colocar estas lentes flexibles sobre el ojo y causan en mismo efecto correctivo que las gafas. La cirugía con láser, es otra técnica utilizable siempre que el paciente no sea intolerante o no tenga una alta graduación. Existen en la actualidad diversas tipologías técnicas: el LASIK es la más utilizada ya que es sencilla, rápida y de muy pronta recuperación. Consiste en moldear la parte profunda de la córnea y la convierte en más plana. La técnica PRK fue la primera técnica con láser y consiste en la ablación superficial de la córnea, por lo que la recuperación es más lenta. La técnica ReLEx SMILE, es la más reciente, realiza la extracción de capas internas de la córnea y posiblemente es la menos invasiva.
Cuando por alguna razón no sea posible o aconsejable la utilización de láser, puede hacerse la implantación quirúrgica en el interior del ojo de una lente graduada−sustituye o complementa el efecto del cristalino− divergente y de menor espesor en el centro que en la periferia.
Una reciente técnica para corrección – aunque de efectos temporales− es la ortoqueratología. No es de tipo quirúrgico y se basa en la utilización de unas lentes de contacto, duras, rígidas, resistentes y permeables al oxígeno, denominadas ortho-k. Se utilizan durante las horas de sueño nocturnas y van aplanando el centro de la córnea permitiendo, cuando se retiran, una entrada de la luz que supere la miopía. El aplanamiento− y por tanto la corrección− permanece un cierto tiempo, pero si se dejan de usar, la córnea volverá a su estado original, eliminándose el efecto corrector de la miopía.
Además de la miopía existen otros problemas refractivos que ocasionan limitaciones en la visión. La “hipermetropía” es en cierto modo la opuesta a la miopía, ya que está caracterizada por realizarse el enfoque o convergencia de los rayos, por detrás de la retina. El “astigmatismo”, es una imperfección de la córnea que adopta una forma ovalada en vez de esférica y ocasiona una visión borrosa, tanto de cerca como de lejos. La “presbicia”, o vista cansada, es debida al envejecimiento y consiste en la gradual pérdida de la capacidad ocular para enfocar objetos cercanos y con una manifestación ostensible para el ejercicio de la lectura.
A lo largo de la historia se han descubierto propiedades de ciertas materias que transformaban la luz y tenemos referencias de la primera lente en Mesopotamia, hace 5.000 años, aunque considerada como piedra preciosa. En Creta hace 3.500 años, se usaron como adorno dos lentes de 4 dioptrías. La más famosa referencia está en la asiria Nínive, 700 años a. C., con lentes plano convexas talladas en cristal de roca, aunque posiblemente no se usaron para corregir trastornos de refracción.
En China, Confucio, en el siglo V a.C. hace referencia del uso− de unas, podíamos considerar primitivas gafas− por un zapatero. Aristóteles en el siglo IV a.C, describe la miopía como un déficit de los fluidos o humores que existen en el ojo, o una morfología ocular anómala que dificultan la visión lejana. También Galeno describe la miopía. En su obra Historia natural, Plinio el Viejo relata que Nerón miraba los combates de los gladiadores a través de una esmeralda, moldeada. El cordobés Séneca, en Cuestiones Naturales escribe: “Los caracteres gráficos, aunque sean diminutos y confusos se ven mayores y más claros a través de una esfera llena de agua”.
El primer uso de la palabra miopía, en el sentido actual, es debido al médico bizantino del siglo VI d.C. Aecio de Amida, que llama miopes “a los que de nacimiento ven los objetos pequeños que están cerca, pero no pueden ver los objetos grandes que están lejos”.
El físico árabe musulmán, nacido en Basora, Ibn al-Hytham, conocido en Europa como Alhacén, en el siglo XI dio una explicación correcta de como vemos, con su estudio de la córnea y los efectos de los rayos de luz en espejos y lentes. En esa época empezaron a utilizarse las piedras de lectura−atribuidas al científico andalusí del periodo omeya, Abbas Ibn Firnas− un objeto semiesférico de cristal de roca o berilo que, a modo de lupa, colocado sobre los libros o cartas facilitaban su lectura a las personas con presbicia. Constituyeron un antecedente de las gafas.
El teólogo escolástico franciscano inglés Roger Bacon (1220-1292), confirmó los estudios de Alhacén sobre la lente convexa convergente para mejorar la visión, aunque no consta que llevara a la práctica un aparato óptico utilizable como gafas.
Parece ser que, en el siglo XIII, en un monasterio franciscano de Pisa, el monje Allesandro della Spina fabricó unos cristales que ampliaban la vista, por lo que puede considerarse el inventor de las gafas. Al final del siglo XIII en los monasterios italianos, posiblemente en Venecia, empezaron a fabricarse las primeras gafas consistentes en dos ramas o paletas unidas por un clavo. Tuvieron una difusión amplia durante el siglo XIV. En Italia se llamaron occhiali, clonant en Francia y antiparras o anteojos en España. Su uso principal era para lectura, en los ámbitos religiosos. Puede ser que la primera obra pictórica− de Tommaso de Módena, en 1352− en la que aparecen unas gafas o anteojos, sea la que representa al cardenal Hugo de Provence leyendo. Se encuentra en la iglesia San Nicolás, en Treviso (Italia) Con el invento de la imprenta en 1452, empezaron a fabricarse masivamente para atender a la demanda de lectura.
Las primeras lentes fueron las convexas y estaban orientadas a la superación de la presbicia. Tardaron en aparecer las cóncavas –más delgadas en el centro que en los bordes −que corregían la miopía y fueron propuestas en 1451 por el teólogo y filósofo alemán, Nicolás de Cusa. En el siglo XVI, el uso de las gafas era índice de inteligencia y de distinción social. Se utilizaban cuerdas, alambres o cuero para la sujeción y en 1730 el óptico Edward Scarlett les añadió una especie de patillas para acomodarlas y sujetarlas.
Al norteamericano Benjamín Franklin, en 1784, le fabricaron− a indicación suya− las primeras lentes bifocales, que servían para corregirle la miopía y la presbicia. En 1800 empezó a utilizarse el monóculo en Inglaterra.
A partir de 1900 fueron utilizándose nuevos materiales en la estructura y en las lentes, con lo que se consiguieron ligereza, resistencia y durabilidad. La evolución en el tratamiento de problemas refractivos, como la miopía, ha tenido desde el siglo pasado una importante progresión y fundamentalmente en las técnicas quirúrgicas como la aplicación de láser. No obstante, la utilización de las gafas va a tener permanencia, porque las mismas− además de la función correctora− suponen un complemento estético y de moda que muchas personas van a querer continuar utilizando.
El desarrollo tardío de la corrección de la miopía, fue posiblemente debido a que no afectara a tantas personas en el pasado y las que la sufrían sobrevivieron adaptando su modo de vida. Las ilustraciones de los manuscritos y biblias en los monasterios−con detalles precisos y pequeños− que no era posible ser realizados por monjes ya mayores, afectados de presbicia, si podían ser elaborados por personas miopes por lo que eran valoradas. Incluso parece ser, que las familias quisieran tener hijos miopes, para asegurarse ese trabajo.
Alguna teoría pretende explicar que la falta de nitidez, las formas borrosas, sin relieves de las pinturas del impresionismo, son debidas a la miopía de los maestros del estilo pictórico. También se atribuye− sin justificación técnica− al posible astigmatismo de El Greco, el alargamiento en las figuras de sus cuadros.
A los miopes se le ha catalogado como tímidos, despistados− hay estudios de la relación entre miopía e introversión− y con una inteligencia superior, aunque esto último no está demostrado, para decepción de bastantes. No obstante, muchos escritores y músicos−Goethe, Bach, Milton, Quevedo, Unamuno− han sido miopes. Científicos como Koch o Max Planck, artistas y cantantes como María Callas, Marilyn Monroe, Cary Grant e incluso futbolistas de renombre, han sufrido este desarreglo. Es ameno leer el libro Historias de miopes, que narra la influencia de la miopía en la vida de personajes célebres.
Debo acabar el articulo, señalando que antes de la pandemia de la Covid-19, la OMS, en un estudio de especialistas, preveía que en 2050 la mitad de la población mundial sería miope. Un trabajo reciente del prestigioso “Brien Holden Vision Institute (BHVI)” australiano estima, asimismo, que para el 2050, la miopía afectará a cinco mil millones de personas−el 50% de la población mundial− y de ellas mil millones de personas, o el 10% mundial, sufrirán miopía magna. La aparición de esta nueva pandemia− aunque no se transmita por contagio− debe obligar a unas acciones tanto de gobiernos, como de instituciones y de cuidados familiares y personales, para prevenir y corregir esta amenaza que, por desgracia, ya tenemos encima.

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