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Miguel Ángel, siempre en el recuerdo de su barrio

Hace ocho meses ya desde que Miguel Ángel Carretero murió en el interior de la prisión de Fuerte Mendizábal. Un duro golpe para todos sus amigos del barrio de O’Donnell que aún, a día de hoy, no se creen que su amigo ya no esté entre ellos. A modo de homenaje, tuvieron la idea de que siempre estuviera a su lado, gracias a una placa conmemorativa que desde hace unos días luce en ese punto de encuentro, las escaleritas, donde cada día compartía su vida con su gente del barrio. En un lugar “mítico” en la zona y que se ha convertido en un lugar de reunión al que Miguel Ángel era asiduo, donde forjó relaciones que tras su muerte se han demostrado que se basaban en una verdadera amistad. “Somos todos chavales del barrio que algunos curramos y otros no, por desgracia, pero aquí no hacemos tantas cosas malas como se dicen de estas escaleritas”, aclara Adrián, amigo de Miguel Ángel. Pasó toda su vida en el barrio antes de ingresar en prisión. Su carácter afable y alegre hizo de Miguel Ángel una persona muy querida entre sus vecinos, coincidiendo entre ellos que siempre quedará alguna historia de él, que la gente pueda contar. Un “chaval bueno”, así lo recuerdan, que por circunstancias de la vida y dificultades de estos tiempos, tomó una decisión desafortunada para sacar adelante a su familia. Sus amigos así lo reconocen: se la jugó y le salió mal. “Cuando tienes tres niños y llevas sin trabajar un año y nadie te ayuda... Si yo voy a pedir trabajo y nadie me da trabajo, si voy a asistencia social y no me ayudan, ni te ayuda nadie... ¿Cómo le voy a dar de comer a mis hijos?... Si me viera en esa situación, yo no vería otra salida”, justifican sus amigos quienes a través de este caso también muestran la situación que viven muchos jóvenes de Ceuta que a falta de empleo, buscan la manera de subsistir, pese a que muchas veces sea no sea el mejor camino ni la mejor elección. “Por mucho que yo le quiera decir a las generaciones que vengan ‘no hagáis esto, que esto es malo’, pero si en mi situación tengo que hacerlo, porque tengo que darle de comer a mis hijos... Hay que ponerse en esa situación”, lamentan sus amigos quienes reconocen que el problema de Miguel Ángel tuvo “es el que tenemos todos los jóvenes de hoy en día, que no tenemos trabajo”, reconociendo que lo que le pasó a él le puede pasara a cualquiera.

La semana pasada colocaron esta placa en su lugar habitual de reunión

Pese que muriera en prisión, sus amigos no quieren que ese sea el recuerdo que quede de Miguel Ángel, porque “el chaval tenía tres niños, no tenía que darles de comer, se la jugó y ahí estaba, pero era un niño que me gustaría que lo hubieran conocido y no tenerlo aquí en una placa”.

Nunca pensaron que tras su ingreso en prisión ya no volvería a salir de allí. Sienten indignación y rabia por el trato que recibió, ya que reivindican que era un chaval que cometió un error, como le podía haber pasado a cualquiera de ellos, y fue tratado como si de un delincuente conflictivo se tratase. “Nos lo arrebataron, nos lo quitaron de en medio”, dicen con dolor, ya que relatan una serie de circunstancias que a sus amigos siguen sin cuadrarles, como el ingreso en un módulo conflictivo, cuando en su caso, era la primera vez que entraba en prisión. Creen que esto provocó que, en apenas unos meses, Miguel Ángel muriera. Todavía muchos de sus vecinos ni siquiera imaginan que ese trágico final acabara con su vida. Pese a este dramático desenlace, esta placa quiere despertar esos buenos recuerdos, ese espíritu de Miguel Ángel que, a día de hoy, sigue presente en las conversaciones de su barrio.
Por ello, hace ocho meses, sus amigos decidieron que la muerte de Miguel Ángel no cayese en el olvido, porque para ellos siempre estaría presente, por su forma de ser y por todo lo que dejó en vida. “Por lo menos tenerlo aquí, es una manera de recordarlo, de que siempre estará con nosotros porque no hay día que yo no piense que él va a aparecer”. Encargaron la elaboración de esta placa, que además de su fotografía, se puede leer en ella el poema dedicado por el padre de un amigo, con el que a veces iba a pescar, y también las palabras de cariño que sus más allegados quisieron que aparecieran en este sentido homenaje. La semana pasada recibieron, por fin, la placa conmemorativa que diseñaron en su honor y que está cargada de emotividad y mensajes de recuerdo a Miguel Ángel o como ellos mismos le llamaban: Rayo Makuin. “Le decía Rayo Makuin porque él tenía una motillo y siempre iba muy acelerado a todos lados, como el coche de los dibujos animados y se le quedó”, desvelando así el motivo de este curioso apodo. Una placa para la que muchas personas han contribuido, no sólo económicamente, sino con sus palabras. Porque ante todo, quieren que sea un homenaje a su vida, a su recuerdo y a todo lo bueno que aportó. Un alegato a que lo importante en la vida es quedarse con lo bueno.

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