Han pasado quince días y todavía me cuesta aceptar que se nos haya ido para siempre nuestro inolvidable ‘Sahabito’, como toda Ceuta conocía a Hossaín Abdelah. Personaje entrañable, generoso, fiel, abierto y luchador, su popularidad era manifiesta en todos los ámbitos y entre todas las culturas que aquí convivimos. Hemos perdido a un auténtico caballa de corazón.
Conocí a Hossaín a sus 10 o 11 años cuando, con esa edad, lo matricularon sus padres en el antiguo ‘Convoy’, el actual C.P. ‘Ramón y Cajal’. Ambos llegábamos a la vez al centro. Él como alumno de escolarización tardía, como sucedía con tantos niños musulmanes de entonces, y yo como docente debutante en la enseñanza pública. Indudablemente, aquel alumno, por su edad, no encajaba en un 1º de E.G.B., pero el sistema de entonces era inflexible.
A base de esfuerzo e ilusión, para mi sorpresa y en poco tiempo, sus progresos fueron admirables, convirtiéndose en mi gran aliado en ciertos quehaceres del aula. Se podía decir que no me dejaba a sol ni a sombra. Un par de cursos después mi nuevo destino nos separó, si bien los vínculos afectivos de ‘Sahabito’ hacia mi persona quedaron firmemente sellados de por vida.
Durante un tiempo fui su ‘padre’, me decía, cuando nos encontrábamos o me invitaba a su domicilio familiar de Cabrerizas a degustar el té con pinchitos, sabedor de mi debilidad por esas delicias de nuestra gastronomía ceutí. Pocos años después, y hasta su muerte, pasé a ser su ‘hermano’, como proclamaba, con entusiasmo, cada vez que nos veíamos, mientras me fundía en un sincero y cariñoso abrazo. Como tal me presentó, orgulloso, en agosto, a toda su familia y acompañantes, cuando nos cruzamos por última vez en pleno Real de la Feria. Quién me lo iba a decir.
Hará unos tres años coincidíamos casualmente en la plaza Uncibay de Málaga donde, tras el emocionado abrazo y muestras de cariño habituales, me mostraba gozoso una guía práctica de conversación, ‘Español – Árabe Magrebí que acababa de comprar en la librería ‘Alameda’.
- Es que cuando voy a Marruecos no me entiendo con la gente y, la verdad, eso no puede ser. Así es que a estudiarlo bien.
Hojeé la guía y me encantó. Así se lo dije, ya que una obra similar que adquirí en su día dormía en los anaqueles de mi biblioteca al no haber satisfecho mis expectativas. Transcurrida una semana de aquel encuentro, un sobre a mi nombre en la redacción del periódico traía en su interior un ejemplar del librito de conversación con una cariñosa dedicatoria a su ‘hermano’.
‘Sahabito’ era el prototipo del clásico ‘buscabidas’. Lo recuerdo de recadero, cobrador, representante comercial, corredor de casas y de coches de segunda mano y de camarero de la cafetería que instaló en su última planta el edificio comercial de ‘Empire’ cuando se inauguró. Quizá de ahí le vino su inclinación por lo que terminaría siendo su ocupación definitiva, la hostelería.
Cada vez que recibo a familiares o amigos de la Península los suelo llevar al Mirador de Isabel II. Una vez allí, pasamos al típico y acogedor restaurante - tetería de ‘Sahabito’ donde, como siempre, se desvivía en atenciones con esas muestras de cariño que brotaban de su corazón hacia su ‘hermano’, para sorpresa de mis invitados. Allí hemos perdido un gran embajador turístico por la hospitalidad y propaganda que de su querida Ceuta sabía hacer ‘Sahabito’ en su establecimiento.
Un entorno, el de Isabel II, por el que tanto trabajaba y sufría Hossain. Recuerdo sus lamentos por la falta de atención que el lugar merecía, especialmente con esos descuidados fuertes neomedievales de los que era un gran enamorado, pues no en balde nació y creció muy cerca de uno de ellos.
Totalmente justo y acertado el acuerdo, por unanimidad. del pleno del lunes, de colocar en un lugar preferente de ese mirador una placa en honor a ‘Sahabito’, como recuerdo a su figura, en la que, más allá de su popularidad o cualidades humanas, hay para mí un detalle muy importante: como musulmán que era, su extraordinario ejemplo de plena integración en el tejido social caballa.
Que Alá te acoja en su seno, querido ‘hermano’ y sincero amigo que supiste ser de tantísimos ceutíes, sáheb, ‘Sahabito’.