La Guardia Civil ha celebrado sus 180 años de historia. El loable Instituto Armado que fundó el duque de Ahumada en el lejano 1844 sigue cumpliendo con su deber de lucha contra el crimen con tecnologías de lo más desarrolladas y con estrategias adaptadas a los nuevos tiempos, pero con el mismo espíritu de siempre de aquel cuerpo especial de Infantería y Caballería que recorrió caminos polvorientos y carreteras transitadas por carruajes.
La Benemérita, con su peculiar tricornio, otro rasgo distintivo, mantiene su sede en la barriada de Hadú, donde ayer se dieron cita autoridades civiles y militares, encabezadas por la delegada del gobierno, Cristina Pérez, el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, y el teniente coronel interino jefe de la Guardia Civil, José María Jiménez Gutiérrez. Fue un merecido homenaje a todos los que engrosan su historia, con un especial tributo a todos aquellos guardias que se dejaron la vida en acto de servicio. Fuera en su cruenta batalla contra ETA, no sólo en el País Vasco, o ahora en otros muchos frentes abiertos, siempre han estado al pie del cañón.
Debido a la delicada situación geográfica que ocupa Ceuta en el mapa, la Guardia Civil es parte esencial de los cuerpos de fuerzas y seguridad del Estado en su sempiterna lucha contra la inmigración irregular, con la esperanza de salvar la sepultura del mar.
Un episodio particular representa la incorporación de la mujer a las filas de la Guardia Civil, señal de igualdad y avance en una institución que se ha ido amoldando a los nuevos tiempos en sus casi dos siglos de historia.