PP y PSOE terminan embroncados a base de salazones. Quedan más entregas, no se preocupen. Mientras el ciudadano quiere conocer propuestas, alternativas, programa y proyectos ambiciosos y realizables, aquí los dos partidos de implantación nacional tiran de reproche y del ‘tú más’.
Ahora le toca a los escasos comerciantes que siguen sacando adelante un negocio que en otras ciudades de España tendría hasta protección. Aquí, en cambio, se les ha dejado arrinconados ahora y antes. La situación penosa de quienes mantienen la actividad no es nueva, ahora gracias a las elecciones se fijan en ellos.
Hace un año protestaban por la competencia desleal que les hacían a través de redes sociales quienes promovían los secaderos ilegales. Ya saben esos que te venden los salazones como tú quieres pero ni pagan por tener un puesto ni les sablean a tasas. Esos a los que los ciudadanos que ahora tanto se preocupan del salazón les terminan comprando el producto porque les sale unos euros más baratos.
Esa realidad, la que sufren los cuatro héroes que siguen la tradición, fue denunciada y obviada por quienes ahora se parten la camisa por ellos. De hecho muchos terminaron la temporada con pérdidas porque nadie hizo algo por impedir esa venta desleal. Ni hubo inspecciones, ni se controlaron las ofertas visibles y conocidas a través de redes, ni se dio la protección debida a los que tenían que abonar por disponer de un puesto en la explanada.
Ahora les ha tocado a ellos, pero quedan más colectivos por convertirse en arma arrojadiza electoral.
El nivel es que el tenemos, prima más echarse en cara lo que hacen unos y otros que realmente visualizar su acción política, su programa y grueso de actuaciones posibles para nuestra ciudad.
El mercado de salazones lleva años siendo protagonista cada verano de crónicas en las que suelen denunciar sus problemas y en las que anuncian que les queda bien poco para subsistir. Hoy no es necesario escribir crónicas porque sin pedirlo se han convertido en protagonistas pero no para obtener un bien sino para que dos partidos se emperren en mirar su cuota de mercado reprochando al otro lo que pudo hacer y no hizo.