Justamente ayer sábado, 11 de septiembre, se cumplían 20 años de uno de los atentados más sangrientos y dolorosos de la historia contemporánea. Se trata del que ocurrió en 2001 en New York y Washington, cuando unos fanáticos desalmados impactaron varios aviones comerciales sobre las Torres Gemelas de Nueva York y sobre el Pentágono. Poco después, en España, el 11 de marzo de 2004, otro atentado hizo perder la vida a 192 personas, hirió a más de 1.700 y destrozó el futuro de unos cuantos miles más, entre familiares y personas relacionadas con las víctimas. Y en París, en noviembre de 2015, otra masacre, con 137 personas muertas y 415 heridas, que en estos días se juzga.
En el caso del atentado del 11-S de las Torres Gemelas, lo viví en riguroso directo por televisión, como millones de personas, pues casualmente estaba en ese momento en una cafetería desayunando. Al principio, cuando vi las imágenes, pensé que no era real. Pero mi mayor desesperación llegó cuando escuchaba las voces y gritos de júbilo de algunos de los presentes, que justificaban la acción y se amparaban en las mayores atrocidades que, a su juicio, los americanos habían provocado en el mundo. Entonces me preguntaba si de verdad creíamos que una cosa podía justificar a la otra.
A propósito del atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo, en 2015 en París, hice unas reflexiones acerca de la libertad de expresión y su colisión con otros derechos como el religioso. Lo que decía era que jurídicamente hablando, el asunto viene de antiguo, pues se trata del debate doctrinal, intenso y profundo, en torno a los diferentes derechos que amparan y protegen las distintas Constituciones y Declaraciones Universales de Derechos; así como a los límites en su ejercicio, que remontándonos en el tiempo podría llegar incluso a los orígenes del iusnaturalismo.
En el caso del atentado del 11-S de las Torres Gemelas, lo viví en riguroso directo por televisión, como millones de personas, pues casualmente estaba en ese momento en una cafetería
El problema es casi siempre fijar estos límites, pues aunque se reconoce que los mismos han de estar en el respeto a los otros principios, sin embargo, cuando se enfrentan dos derechos, igual de importantes, a veces no se sabe establecer cuál debe prevalecer, si el derecho a la información veraz, o incluso a la crítica mordaz, o el respecto a los demás. En el caso de Charlie Hebdo, las versiones más rigoristas del Islam, entendieron como una profanación grave al Profeta las caricaturas realizadas. El problema fue utilizar los recursos que facilitan las sociedades democráticas, para tomarse la justicia por su mano, haciéndolo además en forma de extrema violencia. Pero, adentrándonos en conceptos tan confusos como lo “sagrado” o lo “divino”, ¿acaso hay algo más sagrado que la vida humana? Desgraciadamente, aún hay bastantes personas en el mundo, además de grupos ideológicos o religiosos, que no le dan ningún valor.
Una de las lecciones más importantes que se han dado, bajo mi punto de vista, en relación a atentados de este tipo, fue la de Noruega, en donde un asesino, en este caso de la extrema derecha europea y cristiana, en la isla de Utoya, en 2011, mató a casi 70 jóvenes que estaban allí en un campamento organizado por la sección juvenil del Partido Laborista Noruego. La respuesta que dio el primer ministro de Noruega, y el resto de fuerzas políticas, fue que lo sucedido en la isla de Utoya no les iba a hacer cambiar su forma de vida. Que iban a responder con más democracia a la barbarie. Como entonces decía la periodista noruega Asne Seirstad, la forma de claudicar ante los terroristas es “dejar de confiar los unos en los otros, permitiendo que la sospecha se instale donde antes vivía la confianza”.
Al igual que ocurrió con estos atentados, hemos de seguir reaccionando y uniendo fuerzas para defendernos de los fanatismos. También de los internos. De esos que permanecen agazapados en forma de nuevos fascismos aunque buscando el menor resquicio para restringir las libertades, fomentar el odio al diferente y la xenofobia, e imponer los totalitarismos. Unos y otros beben de las mismas fuentes, a saber, las de la irracionalidad y la desesperación de las gentes. Poner en relación el incremento de la inmigración irregular con el incremento de atentados homófobos y de odio, como ha hecho el secretario general de VOX a propósito de las recientes agresiones homófobas, es una indecencia, además de una falsedad.
Al igual que ocurrió con estos atentados, hemos de seguir reaccionando y uniendo fuerzas para defendernos de los fanatismos. También de los internos
Pero lo anterior, es decir, reaccionar con más democracia ante los fanatismos, no significa olvidar. En España también hubo miles de muertos y represaliados por un Golpe Militar y una Dictadura, que algunos se empeñan en seguir vitoreando y homenajeando. Precisamente la extrema derecha que más fomenta el odio y la mentira. Frente a ello, La Ley de Memoria Histórica y Democrática se fundamenta en los principios de verdad, justicia y reparación, y en los valores democráticos de concordia, convivencia, pluralismo político, defensa de los derechos humanos, cultura de paz e igualdad de hombres y mujeres, para hacer efectivos tres derechos esenciales: el derecho a conocer, el derecho a investigar y el derecho a la reparación plena. Es lo que también esperan las víctimas del atentado de París, que estos días se ve en la Corte de Justicia; y las víctimas de los otros atentados.
Por lo pronto, me quedo con la lección de civismo de los noruegos, que reafirma mi compromiso de seguir aportando mi grano de arena a favor de un mundo en el que no haya diferencias entre los seres humanos en razón de su raza, sexo, situación económica o país de procedencia; lo que supone una obligación de denunciar a todos aquellos inconscientes que, por hacerse notar, siguen lanzando incendiarios e irresponsables libelos.
Como decía en uno de mis artículos anteriores, dentro de unos años, cuando mis preciosas nietas quieran y sus padres nos lo permitan, las llevaremos a Nueva York, para que contemplen el impresionante edificio que se ha construido en la denominada zona cero. Y después iremos a la isla de Utoya. Les explicaremos que en estos dos lugares, fanáticos de uno y otro mundo, de una y otra religión, intentaron acabar con el futuro de la humanidad, pero no lo consiguieron.
Mientras que este día llega, buscaré en la Memoria Histórica las evidencias de la represión que el Golpe Militar y la Dictadura ejercieron en mi pueblo contra personas de bien, cuyo único delito fue su lealtad a la República y sus ideas, para que ellos también puedan reencontrarse con los suyos y recobrar su dignidad.
Una visión muy particular de la situación en España. Respetable, pero sesgada
Por cierto, desayuna usted muy tarde, en España las imágenes se vieron en el telediario de las 15, por aquello del diferente horario
Acertada respuesta, y con menos diagonales España sería más creíble.