“Creo que más que la realidad es la etiqueta que les han puesto. (...) Es mi opinión. Porque sí es cierto que siempre que se roba, siempre: ‘los
MENA’. Nosotros en nuestras actuaciones hemos intervenido en algún que otro robo y ha habido algunas veces MENA y otras muchas que no. Pero es un poco el colectivo al que le echamos todo... Como están allí en la calle, todo lo que pasa es para ellos”. Se trata de la opinión literal de uno de los
policías locales entrevistados por los responsables del Programa de Prevención de la Delincuencia de Menores Extranjeros en las calles de Ceuta (PREMECE) que la Universidad de Málaga desarrolló en la ciudad entre abril de 2018 y julio de 2019. La Revista Española de Investigación Criminológica acaba de publicar los datos cuantitativos y cualitativos recogidos por el equipo de intervención psicosocial que durante 15 meses trabajó con los menores marroquíes que pernoctaban en las calles de Ceuta.
El Gobierno de Ceuta aprobó en mayo recuperar el proyecto este año con 121.000 euros de presupuesto a la vista de que sus resultados, testados científicamente, demuestran “la necesidad de políticas públicas de intervención en calle y su utilidad no solo para el sistema de protección de la infancia, como herramienta para hacer efectiva la protección de menores que no se adhieren al sistema, sino también para los sistemas policiales y judiciales, toda vez que el programa facilita la intervención formal con ellos”, así como su retorno a
Marruecos en un 14% de los casos. Según datos oficiales, la media mensual de menores extranjeros no acompañados entre enero 2017 y julio de 2019 creció en Ceuta de 22 a 79 adolescentes, pero las medidas judiciales impuestas a los niños y adolescentes en situación de calle con respecto al total se redujeron considerablemente, del 22,5 % al 11,7%, siendo los delitos contra las personas y contra la propiedad los que más cayeron. “Los agentes clave coinciden en que la delincuencia de los menores no acompañados no es alta y en que la presencia del ‘equipo Drari’ fue esencial para su protección, al reconocer que evitó situaciones de riesgo, contribuyó a la reducción de su delincuencia y su mediación redujo tensiones en el vecindario”, resalta el informe. El PREMECE fue un programa “pionero” a nivel nacional que se puso en marcha a iniciativa de la jefa del Área de Menores de Ceuta, Toñi Palomo, a través de un convenio entre la Ciudad y la Universidad de Málaga y que se diseñó y ejecutó por el Observatorio Criminológico del Sistema Penal ante la Inmigración (OCSPI) de su Instituto de Criminología. Su ‘equipo Drari’, compuesto por dos educadoras sociales y una psicóloga, atendió a 229 menores durante 15 meses y entrevistó a 21 personas de las Fuerzas de Seguridad, la Fiscalía, el Área de Menores, vecinos del puerto y miembros de oenegés.
Según la observación, los jóvenes suelen desplazarse en pequeños grupos sin llegar a formar pandillas estables debido a su alta movilidad. Los elementos de cohesión grupal detectados son el tiempo de estancia en calle y la procedencia. Sobre todo, se agrupan los que vienen de Tetuán, por una parte; los de Tánger, por otra; y los de Ouzed Zem. La antigüedad en la calle es otro elemento de cohesión, ya que “los más antiguos suelen permanecer unidos, así como los que llegan al mismo tiempo a la ciudad”. La mayoría tiene 16 o 17 años (35% y 47% del total, respectivamente) y “con poca frecuencia” el ‘equipo Drari’ se encontró con niños de 11 a 14 años (6%), aunque la avalancha de mayo ha cambiado esa realidad. La mayoría (57%) había ingresado de forma legal por el Tarajal procedente de Tetuán y un 12% lo había hecho dos o más veces. Sólo el 23% de la muestra había vivido en las calles de Marruecos antes de llegar a Ceuta. Respecto al tiempo de permanencia en situación de calle en la ciudad, la inmensa mayoría (66%) está durante uno o dos meses y únicamente un 3% pasa más de medio año. El PREMECE priorizó la colaboración con la Policía y se ganó el aprecio, por sus resultados, del vecindario del ámbito portuario. La colaboración con la Policía Nacional se centró “en cuestiones de seguridad ciudadana, proporcionando información sobre los actos delictivos sufridos por los menores”. El ‘equipo Drari’ intentó hacer un seguimiento de los menores. No pudo tener constancia del paradero del 26%, pero sí se pudo registrar que un 21% había logrado llegar al otro lado del Estrecho, que un 23% continuaba en las calles de la ciudad, que un 16% había aceptado entrar en la red de protección y acogida de la Ciudad y que otro 14% había regresado con sus familias en el país vecino.
Más de la mitad de los niños de la calle no consumen drogas
Aunque “se suele relacionar la situación de calle con el consumo de
drogas”, el 53% de los menores en esa situación entrevistados por el equipo del proyecto PREMECE han dicho no consumir (ni hay constancia de lo contrario) y otro 19% reconoce ingerir sustancias legales como alcohol y tabaco. El consumo de otras sustancias se ha detectado en el 28% restante. De estos, el 70% consume disolvente. Solo el 15% de todos los que consumen son casos de grave adicción y sus facultades volitivas y cognitivas están tan mermadas que resulta muy difícil la intervención con ellos. Estos casos “son de jóvenes que llevan más tiempo en situación de calle, unos siete meses, algunos incluso más de un año, recurriendo al consumo para aliviar la frustración de no poder alcanzar su objetivo”, según los resultados de la investigación publicada.