Lo sucedido ayer en gran parte de España es algo inédito. Nunca antes se había producido un apagón de tal magnitud, un incidente del que se salvaron Ceuta, Melilla y los archipiélagos canario y balear. La ciudad sí sufrió algunos problemas en las comunicaciones y en los accesos a internet durante algunas fases de la tarde.
Pero lo realmente extraordinario ocurrió en la Península, lo que dejó prácticamente paralizado casi todo el país. Tal fue la gravedad de los acontecimientos, que el presidente del Gobierno tuvo que convocar de urgencia al Comité de Seguridad Nacional.
Después, Pedro Sánchez dio las explicaciones que pudo, no muchas. Pero sí dejó claro que ahora no es el momento para la especulación. En eso, Sánchez sí fue oportuno, porque en una sociedad en la que los bulos y la desinformación campan a sus anchas sin control en las redes sociales, el sosiego y la confianza de la población en nuestros dirigentes tiene que primar sobre quienes solo buscan desestabilizar.
Pero esa llamada a la calma no puede suponer que se dejen a un lado las explicaciones de lo ocurrido. El Gobierno tiene que dar cuenta lo antes posible de las causas del apagón. Y lo que es más importante, poner todos los medios a su alcance para que incidentes de esta envergadura no se vuelvan a repetir. Para ello será fundamente el papel de la Unión Europea, que ya legisla en esta materia a través del Parlamento y que no puede caer en el error de calificar este suceso como una cuestión interna. Su apoyo será imprescindible en este asunto.
El nivel de confianza que los responsables del Gobierno nos reclaman a la ciudadanía tiene que ser correspondido por el Ejecutivo con argumentos sólidos sobre las causas del apagón y con el compromiso de que actuará con firmeza para evitar que se repita.