Ayer tarde, al llegar a Ceuta, como otras tantas veces, presencié alto movimiento de menores en la misma estación marítima, campando a sus anchas. Al acecho para cometer cualquier fechoría. Con esas pintas que daban miedo, con apenas 15 años algunos e incluso mayores, que se hacen pasar por menores. Se acercaban a cualquiera que pasara y sobre todo a los autobuses que estaban preparándose para hacer excursiones con gente de la península.
Para ver qué podían llevarse o pidiéndoles dinero. En una de estas, a uno de los organizadores de la excursión, al tratar de alejarlos protegiendo a los usuarios, le propinaron tal puñetazo que le partió las gafas e hizo daño con la montura, ya que estaba sangrando por el lateral de la nariz. Esta es, sin duda alguna, la primera impresión de Ceuta que se van a llevar estas personas. Y a esto no ponen solución.
Ni los residentes, ni visitas pueden ir tranquilos por la ciudad. ¿Tan difícil es zanjar este problema? ¿Poner dotaciones policiales, en el mismo puerto continuamente, por toda la avenida? ¿Más seguridad?, ¿O quitarlos, encerrarlos o mandarlos a su lugar de origen? No tienen que estar ahí, ni tienen que estar pidiendo dinero, tienen un centro en el que no les falta de nada, pueden aprender oficios, ocupar su tiempo. Son ya delincuentes, si consiguen llegar a la península, su futuro ya viene marcado y escrito.
“Defiendo el derecho de las personas, pero ante esto no queda otro sentimiento que la impotencia y rabia”
Hacer el mal a diestro y siniestro. Si fueran perros callejeros, ya estarían recogidos, aleccionados, pulcros, agradecidos. Y preparados para conseguir un hogar. Porque hay asociociaciones que se preocupan por ellos. Y porque son nobles y mejores que esta lacra que nos ha tocado vivir.
Defiendo el derecho de las personas, pero ante esto no queda otro sentimiento que la impotencia y la rabia, de ver cómo esta situación se va de las manos. Se muestran como animales, porque ya son animales.
Recuerdo mi viaje a Egipto. La zona de atraque, toda dotada de policías/seguridad; asi como los lugares a visitar. No se te acercaba ni Cristo. Y cuando alguien o algún vendedor ambulante te reclamaba, en seguida se acercaban para preguntarte si todo iba bien. Sentías esa protección.
Protegían al de fuera, de lo que podría encontrarse dentro. Era como ir sobre una alfombra roja; donde la educación y el respeto era la base. Tienen que darle una solución, zanjar el asunto; antes que esto vaya a más o que sea imposible vivir/estar aquí.
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