De los grandes actos siempre me han gustado los detalles, esos pequeños gestos que son los que ayudan a engrandecerlos. Solo es cuestión de mirar para saber apreciar, ver los pies descalzos de ese penitente que emprende traslado junto al Señor de Ceuta porque tiene mucho que pedirle o agradecerle; ver a esos vecinos del Príncipe que salen a la calle para contemplar la salida de un Cristo que protegen en el barrio porque es ‘suyo’, como dicen con orgullo; ver ese anciano al que ayudan a sostenerse porque quiere seguir ahí, en primera línea, sintiendo, porque hacerlo significa seguir vivo.
Son gestos, escenas, momentos que dicen mucho de la condición humana, de esa condición compartida porque desnudos somos todos iguales, ahí no caben condiciones sociales ni dinero. No sé si en algún momento de nuestras vidas nos daremos cuenta de ello, daremos con la clave de todo esto que nos rodea.
Me quedo con los miembros de Acudemire que sacan las botellas de agua para que ese traslado del Cristo y de la Virgen se haga menos penoso. Lo hacen con respeto, sin protagonismos, simplemente porque lo sienten. Eso es lo auténtico, lo verdadero, echarle corazón a la vida.
Me quedo con ese ramo de flores moradas que los chicos de ‘La Esperanza’ colocaron al Cristo en señal de respeto. Fueron dos, pero representaban el sentir de los que llegan a ese centro dejando atrás un país, unas raíces y una familia. Representan a ese colectivo siempre marcado, ese colectivo acostumbrado a moverse al filo de un precipicio porque sabe que lo que unos hagan lo pagarán todos.
Esas flores fueron una señal de respeto, un entender que desnudos todos somos iguales, que al margen de la fe existe una voluntad que puede mover montañas.
Me quedo con esas escenas, esos guiños a la vida, esos detalles. Ahí está la clave de lo que somos y de lo que aspiramos a ser, quizá muchos no se han dado cuenta todavía. Lástima.
En la fotografía de este artículo aparece en primer plano alguien con una venda en los ojos.
¿Que significado tiene este detalle?