La obra de Mariano Bertuchi, incluida la que viajó poco y rara vez expuesta en otros lugares, ya parece asomarse en la lontananza ceutí. A partir de las próximas semanas la tendremos aquí. Un auténtico acontecimiento cultural. Marca el punto final de unas negociaciones entre el heredero del pintor, su nieto, y la Asamblea. Confiemos en que no haya otro parón, como ha ocurrido en el pasado.
El baluarte de San Ignacio, en las Murallas Reales, lo están acondicionando para este fin. De ahí que lleve un tiempo clausurado. El baluarte es un espacio que transformaron en pinacoteca municipal, pero mucho me temo que no sea un lugar muy frecuentado por nuestros paisanos. “Está muy lejos” es el lamento más socorrido por los rezagados. Incluida la gauche divine caballa. Mucho peor sería que hasta no supieran de su existencia. Lamentable porque, de ordinario, allí están colgados un buen número de obras de artistas locales y hasta algún marroquí cotizado en galerías de todo el mundo. Insisto: vale la pena deambular por sus galerías y darse un baño de arte.
Claro que, con el argumento de “¡Ya viene Bertuchi!”, el baluarte ha estado cerrado al público y los cuadros, a los sótanos y mazmorras, donde cierto comisario me dijo que la humedad es tal que precisan recogerla en esos cubos de colores que venden los chinos. También me comentan que asombrará el montaje de lo “bertuchiano”. Esperémoslo, pues usar de patrón escenográfico para recrear el ambiente de Tetuán en aquellos años del pintor, sería un pastiche y se caería en lo ridículo, si la inspiración fuera calcada de donde María Dueñas ubicó a su costurera-espía. Lo que hubiese ganado didáctica y estéticamente sería llevar “todo Bertuchi” a la vieja estación del Ferrocarril, la estación del cachondeo. ¿Por qué no se forma una Comisión y visita al director del edificio homólogo, en Tetuán, para que les oriente sobre cómo lograron rehabilitarlo y después transformarlo en pinacoteca marroquí?. En ocasiones, el vecino puede darnos luz.
Con Bertuchi penetraremos en un mundo singular, colorista, exótico, atractivo y folklórico. El Marruecos en el que vivió. Ya había dejado de ser tierras de telones bélicos. A la guerra de escaramuzas y tambores, le sucedió un periodo de paz y el proteccionismo de España. Fueron los años veinte del siglo pasado cuando la política del gobierno de Madrid cambió de estrategia, dando nuevas consignas que se sintetizaban en “modernizar” y “civilizar” un país que, determinados jefes militares y algunos civiles, lo catalogaron de bárbaro e inculto. El diagnóstico no fue acertado, pues parecía querer identificar a marroquíes con zulúes. Es a partir de ese momento cuando se planeó publicitar Marruecos (crear su propia “marca”), y mostrarlo como destino turístico, del que aún vive, pese a determinadas razones que quieren defenestrarlo, en base a un regreso, poco menos que pre-islámico.
Y fue Bertuchi, uno de los que se puso al servicio de este proyecto, por imperativo político y por voluntad artística: la de ser redescubridor y transmisor de un pueblo que exponía en sus costumbres y en la vida cotidiana, aquel idílico orientalismo que venía entusiasmando a Europa desde el siglo XVIII; y el denominado africanismo hispánico de finales del XIX, contrapunto a un noventayochismo que, tras perder España lo poco que le quedaba en América, lo tiñó todo, hasta el arte y la literatura, de negro. Bertuchi interpretó y expandió un Marruecos costumbrista, a través de la paleta del post-impresionismo, llegando a crear, incluso, toda una escuela. Lo paradójico es que esos continuadores no demoraron en catalogar al maestro como un artista caduco, que se movía en la frontera de lo epigonal, reprochándoles que no se atreviera con las vanguardias.
No son estas líneas, el lugar adecuado para la discusión sobre el tema. La tuve en la Escuela de Bellas Artes tetuaní. Allí y ahora, sigo reafirmando que Bertuchi merece la pena de ser revisado y respetado. Esta exposición que nos llega será buen momento para comprobar que, mediante su pintura, el artista granadino ayudó a hacer ver qué hacia España en tierras marroquíes, dónde se estaba y la razón de por qué se estaba.