Josefa acumula casi ocho décadas de historia, de vida, alrededor de un cuerpo que, confiesa, comenzó a evidenciar sus primeros síntomas de flaqueza hace un puñado de años.
La enfermedad le visitó sin avisar allá por los años 80 y desde entonces arrastra secuelas que han limitado su movilidad. Sonríe, bromea y recupera de la memoria mil anécdotas. Un envidiable torrente de vitalidad que sin embargo se ve mermado por los achaques y traslada sus efectos a un sinfín de obstáculos en el día a día, esa rutina de la cotidianidad –alimentarse, caminar, ducharse...– sin aparente importancia pero que se transforma en toda una odisea cuando las fuerzas no acompañan.
Su historia pone nombre y rostro a otras cientos de miles repartidas por toda España y que el Estado respalda incluyéndolas bajo el paraguas de la Ley de Dependencia. Esa cobertura es la que desde hace 19 meses facilita la vida de Josefa como beneficiaria del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) de Ceuta, un programa financiado por el Imserso y canalizado en Ceuta desde octubre de 2012 a través de Clece, empresa especializada en la prestación de servicios sociales. El objetivo prioritario no es otro que compensar, con el apoyo de personal técnico desplazado de forma periódica y fija a las propias viviendas de los usuarios, las carencias que arrastran por efecto de la edad o enfermedades.
El asesoramiento médico abrió la puerta y la maquinaria de la Administración hizo el resto. Fue entonces cuando por la vivienda de Josefa, un bajo de uno de los bloques de la Junta Obras del Puerto, apareció un grupo de profesionales que, confiesa, se han convertido ya en casi eslabones de su familia, esa misma que integran su marido Miguel, ya octogenario, o su hija África. En esa lista de benefactores que contrarrestan sus limitaciones físicas señala con especial cariño y reconocimiento a María del Carmen Oliva. Sus caminos se cruzaron hace algo más de año y medio y la sintonía que destila esa relación forjada permite augurar que tardarán mucho tiempo en bifurcarse.
El Servicio de Ayuda a Domicilio se ha convertido en algo así como una prolongación de Josefa. María del Carmen traspasa la puerta del domicilio tres veces a la semana –martes, miércoles y jueves– y por espacio de dos horas y media pone sus conocimientos profesionales al servicio de la usuaria. “Para mí es una maravilla, porque yo sola no podría hacer muchas de las cosas a las que ella me ayuda. Salimos a andar, me lleva a desayunar todos los días a la calle... pero también me acompaña al médico cuando tengo cita, o a tomarme la tensión. Me atiende muy bien”, confiesa Josefa recostada en el sofá del salón, donde ocupa buena parte del día. “Me encanta el programa de Juan y Medio, pero no eso de Gran Hermano, aunque tengo que verlo algunas noches cuando vienen a hacerme compañía”, asegura entre risas.
El programa de Clece es como un engranaje que beneficia a todas las partes implicadas. A la propia usuaria, pero también, por ejemplo, a África, una de las hijas de Josefa que sin ese respaldo tendría que invertir muchas más horas en el cuidado de su madre y vería mermadas sus posibilidades laborales. “Soy peluquera y el servicio que recibe es lo que me permite atender mi trabajo. Para mí es fundamental”, asume. El trabajo semanal de la auxiliar asignada se ve complementado por la supervisión constante del personal de la empresa adjudicataria. “Estamos siempre en contacto con ellos para detectar sus necesidades y comprobar si tenemos que prestar algún servicio complementario. De ahí la importancia de las visitas domiciliarias que realizan nuestras coordinadoras. Pero también es fundamental, cómo no, la información que nos suministran constantemente las auxiliares, que son las que más les conocen por el contacto diario con ellos”, destacan desde Clece.
De esa relación alimentada por horas y horas en común resulta algo más que un mero contacto entre empleado y beneficiario. “Uy, nos contamos todo. Ya somos amigas”, relata Josefa, que asume que cuando no la acompaña María del Carmen sus posibilidades de pisar la calle son mucho más reducidas. “No, no. Ya me caí una vez y me dan miedo hasta los escalones. Yo me cojo del brazo de ella y es cuando salgo. Pero no sólo eso: está muy pendiente de mí, del horario de las pastillas... Y hablamos mucho, me da mucha compañía”, subraya agradecida.
El otro gran objetivo del programa, lograr que personas con movilidad reducida o afectadas por cualquier otra limitación permanezcan en su domicilio sin necesidad de trasladarse a residencias, también parece alcanzado. “Yo no quiero que me muevan de mi casa. Aquí llevamos desde hace muchísimos años y conocemos a todas las familias. Si hasta dejo la puerta abierta y los vecinos saludan cuando pasan. Estoy hecha a mi casa, acostumbrada a todo esto que me rodea”, aclara Josefa sólo unos minutos antes de que aparezca Pepa, una amiga de antaño que dice haber traspasado ya la barrera de los 80. “Ahí vienen las Pepas, nos dicen en el bar cuando nos ven venir para desayunar”, bromea. “Pero si no fuera por mi Mari Carmen ni eso podría hacer”, añade como colofón.
Una inversión de 1,9 millones de eurosUna inversión de 1,9 millones de euros
Clece presta el Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) en Ceuta desde octubre de 2012. En septiembre de este año, el Imserso le adjudicó ese programa y también el de Teleasistencia en un contrato de 1,9 millones de euros con un año de validez. Es la primera ocasión en la que la empresa gestiona ambos servicios en la ciudad, convirtiéndose así en una de las referencias en la aplicación de la Ley de Dependencia.
Los beneficiarios
9.000 horas de servicio cada mes
Como a Josefa, Clece presta en la actualidad servicio en Ceuta a otros 237 usuarios. En total, 9.000 horas mensuales de acompañamiento y atención personalizada, con la previsión además de que aumenten hasta las 14.000 durante el año de ejecución del contrato. La empresa gestionaba ya con anterioridad el Servicio de Teleasistencia, que utilizan a diario unos 60 ciudadanos y que también se extenderá cuando se ofrezca al resto de usuarios.
La organización
Un amplio catálogo adaptado a cada caso
El SAD lo integra un conjunto de actividades en el domicilio del usuario en situación de dependencia para cubrir sus necesidades diarias e incrementar su autonomía. En el caso de Josefa está centrado en el acompañamiento, pero hay otras variedades que incluyen la higiene personal, alimentación o peluquería. “Lo adaptamos en función de las peticiones y necesidades”, confirma Clece.
Los auxiliares
Personal especializado para un perfil que abarca cualquier edad y limitación
María del Carmen Oliva aporta a su trabajo diario la especialización de su título de auxiliar y, sobre todo, la experiencia acumulada con los años. Además de a Josefa, atiende a otros cuatro usuarios de la Ley de Dependencia. En la mayoría de los casos, personas de edad avanzada que han visto cómo la enfermedad mermó su capacidad de movimientos, pero asegura que también trabaja con otros de apenas 30 años que padecen dolencias por las que requieren atención continua. En todos los casos, confirma Clece, se trata de personal formado para las funciones que se le asignan.