El retraso del Plan del Empleo genera una cascada de reacciones que se repite todos los años. Las mismas críticas, las mismas denuncias, similares exigencias. Nada cambia. Si uno va a la hemeroteca comprobará que en cada edición se juega de igual manera con las ilusiones de los que aspiran a esta contratación temporal como única salida laboral.
Los solicitantes del Plan de Empleo son siempre los paganos de una situación difícil de encajar pero las consecuencias afectan a muchas más personas precisamente por el mal uso que se da a estos programas. La clase política se empeña en negarlo, pero las evidencias demuestran que cada vez se usan más estas argucias para solventar unas carencias laborales que deberían ser cubiertas con empleo estructural. Pero no se hace. Se opta por parcheos entregando acciones necesarias como las aulas matinales de los colegios a este tipo de programas, con lo que cualquier retraso sufrido deriva en que esos servicios no se prestan, lo que se traduce en padres y madres haciendo malabarismos para conseguir que eso que llaman conciliación laboral sea una realidad a diario.
Son miles las personas que esperan conocer fechas, información, pasos... La clase política de vez en cuando se asoma a la galería mediática para dar un tirón de orejas a los responsables pero la vida se empeña en seguir siempre igual. Los que aspiran a beneficiarse de uno de estos puestos temporales se mueven entre tinieblas, sin saber cuándo podrán saber algo, siendo tratados como los últimos del rincón que sabrán lo que tengan que saber a su debido tiempo.
En la época de la transparencia y el buen trato al ciudadano impera todo lo contrario, el ocultismo y el hacerles creer a los demás que tienen que agradecer a las administraciones que ofrezcan empleo y que lo paguen. Olvidamos que los que mandan son gestores públicos, no benefactores. Nada regalan, nada invierten, nada ofrecen; lo único que tienen que hacer es gestionar adecuadamente. Esa sí que es su obligación.
MDyC salía ayer a la palestra para recordarnos precisamente la reiteración de los errores. No tendría que ser necesario dar este paso si los buenos gestores se preocupasen en cumplir con su deber, cuidando a aspirantes y limando consecuencias negativas como las que ya sufren muchísimas familias. La vida se empeña en seguir igual.