Categorías: Opinión

Maestro de la nada

En cierta ocasión un amigo me interrogó sobre la naturaleza de mi saber, tan curioso como estaba de sopesar  mis conocimientos. –“No creas Basilio, tal como te leo, ¿podrías comentar la historia de la literatura?”.
–“En absoluto, en absoluto. Me sobrestimas.”
–“Entonces, ¿podrías hablar de actualidad y política?”.
–“Que no, que no, que soy un lechuguino”.
–“¿Y de ideologías: neoliberal, socialista, ímpetu keynessiano, algún síntoma?”.
–“Nada, cero, vacío”.
–“Al menos sabrás del porqué de las dos Españas, del paro, del hambre sobrevenida”.
–“Menudo griterío, menudo griterío”.
–“Me rindo, ¿tú de qué sabes?”.
Es así que tomé aire y reproduje mis instintos: “Yo puedo hacer que varias horas se conviertan en un siglo. Puedo hacer que las palabras encuentren su sentido. Puedo desandar mis pasos y desafiar al olvido. Puedo hacer que, sobre mi mano, se pose un estornino. Puedo hacer castillos en la arena, y destruirlos con la furia de un niño. Puedo calmar la ceguera y llamar la atención del hombre distraído. Puedo hacer que una vela ilumine el infinito. Puedo llenar de preguntas al joven engreído. Puedo dibujar tres puntos de luz y girarlos hasta hacer un circuito. Puedo poblar de versos la noche y vestir al alma con frío. Puedo soplar las arenas del desierto, tamaño es mi soplido”.
En verdad, siento nostalgia por el tiempo que le debo a los libros. El laberinto de los días me trajo a este sitio, y ahora soy noble sin espada. Pero nadie está libre de tener un principio.
Mantengo la creencia de que mucha gente está inquieta por saber algo de cultura clásica y de la historia de los pensamientos, pero encuentran que los textos de divulgación son farragosos y poco entretenidos. Es ahí que encuentro un espacio inadvertido. Comprobar con mis ojos el saber de los siglos es mi sueño elegido.
Pero necesito un punto de apoyo sobre el que volcar mis energías. Para que corran ríos de tinta son  necesarias las lecturas, para que nazcan las ideas es necesario el contraste.
Así espero mi turno, hasta que una estrella me venga a buscar y me leve del brazo a su reino, donde lo que importa es aprender y ofrecer luego tus sentimientos.
La hora de la lectura está escrita en el mural de los deseos, pero es necesaria la virtud del que espera. En el silencio de los años encontraré el camino.
- “Por cierto, ¿cómo titularías tu talento?”.

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