Te pueden flaquear las fuerzas y puedes dudar muchas veces sobre la eficacia de tus actuaciones, e incluso pensar que no sirve para nada en este loco mundo de insensibles oportunistas, obstinados en vivir una vida sin ejemplaridad ni significado, rodeados de injusticias bárbaras y desequilibrios sociales.
Con cada denuncia se pone de manifiesto la incapacidad y la prescindibilidad de los cargos políticos, además de la necesidad del necesario reemplazo que implique a las mayorías sociales en la res pública. Carmen, eres de los pocos que ves monstruosidades donde muchos solo ven normalidades, así que solo naciendo otra vez con otro tipo de espíritu podrías dejar de lado este afanoso proceder crítico que te caracteriza como ser humano y periodista. Sirvan estas palabras de ánimo y aliento a la incansable labor de opinión crítica que desarrolla la directora del periódico decano de Ceuta.
El sistema de gobierno estancado en el que nos encontramos es pobremente democrático y por lo tanto no satisface, generando conflictos, hastío y discordia. Los partidos políticos no funcionan y por lo tanto la oposición que protagonizan tampoco articula respuestas satisfactorias que animen a abordar la causa común. La propia dinámica interna de estas entidades los inhabilita para generar confianza en la política, la polarización en disputas entre unos y otros solo aumenta el desasosiego y las dudas ante el incierto futuro. Ya prácticamente nadie habla de la cuestión ambiental ni de los recursos naturales ni de la cultura, todas estas cuestiones están tan acalladas entre los profesionales de la política que se perciben claramente como asuntos menores y así lo creen y lo trasmiten al resto de la población.
En Ceuta, la situación es lamentable y absurda sin que se aprecien horizontes de cambios a corto plazo. Podremos estar de acuerdo en rechazar moralmente el repulsivo enfoque migratorio que se practica y también en el certero diagnóstico sobre la deshumanización del territorio fronterizo y en la pobreza a la que están condenados muchos ceutíes mientras otros se dan el gran festín de los sueldazos y la "buena vida", incluso compartimos la visión del retroceso a la Ceuta del penal que el actual alcalde aplaude con júbilo atolondrado. Sin embargo, las respuestas articuladas por la oposición política son apropiadas para la captación de votantes clientelares que continúan siendo la moneda de cambio entre los partidos políticos en general. Por una parte, se ofrecen las alternativas de siempre y se desatienden cuestiones de peso como la Agenda 21 local o se ignoran proyectos cívicos de calado por su trayectoria y por la importancia de la rentabilidad social que conllevan (sin duda la apertura del museo del mar al público y la continuidad de su labor es algo a lo que nunca renunciaremos) y a la vez se pactan asuntos incomprensibles entre los partidos políticos con representación municipal para crear fundaciones públicas innecesarias con extraños compañeros de viaje a costa de los escasos presupuestos; cuestión esta última que insistimos necesita una reflexión profunda por el partido que la propuso. Si se nos ofrece la oportunidad estamos dispuestos a hablar sobre estos temas y aportar toda la información necesaria para apoyar nuestros argumentos. Los problemas se continúan amontonando y no se conocen propuestas que nos ayuden a construir los espacios de cohesión que necesitamos para crecer como ciudadanía, cuestión que se nos antoja crucial para cohesionarnos como pueblo.
No obstante, para ello necesitamos nuevas mentalidades que dejen atrás las repugnantes estrategias del pasado y se abran al mundo más allá del partido y de sus círculos de influencia. Sería una nueva forma de ejercer el poder en el que las opiniones de personas independientes tengan cabida, dónde se aprovechen los activos sociales que son los ciudadanos interesados en participar, y en crear flujos de participación constante dónde no quepa el clientelismo, el caciquismo enchufista y el aprovechamiento privado. Esta es sin duda una de las vías para crear algo de la confianza perdida en los partidos políticos y comenzar a regenerar su imagen ante la sociedad. Criticar habitualmente a la sociedad caballa como elemento pasivo, manejable y centro de todos los problemas es carecer de autocrítica. Como indicaba Javier Pradera se trataba que los partidos y sus miembros se dedicaran a activar y dinamizar la participación democrática y no tanto a convertirse en señores del poder y en agencias de colocación utilizando el dinero de los impuestos para cometer tales fechorías. Por estos motivos, hay huestes de simpatizantes (clientes satisfechos, miedosos y tontos útiles) pero también una gran mayoría de desafectos a este estado de cosas. De hecho, los indignados con la situación política son tantos que desde nuestro punto de vista no hay partido legitimado para gobernar con los bajos índices de participación existentes en Ceuta. Quizá reconduciendo a los partidos políticos hacia la senda perdida se podrían crear verdaderos puentes de colaboración con la sociedad y establecer plataformas ciudadanas independientes que ayudaran a crear gobiernos de concentración participados de personas de muy distintos ámbitos.
La perpetuación en política y la competencia feroz para crear espacios de poder ya tendría poco sentido en una sociedad animada y altamente participativa en el que por lo tanto el clientelismo iría perdiendo fuelle. Sin embargo, el miedo al independiente y al librepensador en los partidos políticos está muy arraigado y las suspicacias a quien manifiesta una opinión razonada diferente es algo muy mal visto. La destrucción de la democracia participativa se la debemos a aquellos que manipularon las instituciones democráticas y mermaron la división de poderes, a aquellos que invadieron la administración pública con sus sectarismo y sus siglas creando tribus de funcionarios fieles, en definitiva a aquellos que confundieron la administración y las garantías legales con el simple turno de un gobierno y se hicieron fuertes en las instituciones públicas pervirtiéndolas para siempre. Son, por lo tanto, los partidos políticos (dos de ellos mucho más que el resto) los responsables de los males y los que han generado una verdadera casta de usuarios dentro y fuera de las administraciones. Por todo ello, un verdadero partido reformista debería estar preocupado por estas cuestiones y servir a la causa común animando a la participación y presionando en los órganos del poder político para que se produzcan encuentros con la sociedad civil independiente. Debería tener interés en cambiar las formas de ejercer el poder y no solo beneficiar a sus electores por muy justas que pueden ser sus reivindicaciones; estar cercanos a personas y colectivos independientes capaces de aportar información interesante a la sociedad, esto crea más democracia real y verdadera que cien clientes satisfechos que solo aportan un voto cautivo sin alma ni convencimiento. Quizá este hipotético partido reformista aludido podría seguir algunas de las indicaciones de pensadores sobre la materia, como Carlos Sebastián, y plantearse contrarrestar la vorágine normativa ineficiente y excesiva que estanca nuestra economía (España cuenta con diez veces más legislación que Alemania); podría acaso luchar con bravura ante los habituales incumplimientos legales de la propia administración y la baja calidad de su gestión (ocupamos el puesto 16 de 22 países analizados en este ranking) y en fin estar preocupado ante la ineficacia de la justicia y en poner en práctica mejoras educativas y sanitarias. Desgraciadamente no vemos nada, o muy poco, de esto en los partidos de la oposición política en Ceuta.
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