Así finaliza el soliloquio más famoso de la literatura española. Las palabras del monólogo que Calderón de la Barca pone en boca del reflexivo Segismundo, son una metáfora de las intenciones presupuestarias de quienes sin perder el rictus de gravedad y seriedad institucional, esbozan una sonrisa cáustica a la hora de presentar unos presupuestos alternativos más propios del erebo que del paraíso pretendido.
El que lo hagan dirigidos por quien ya tuvo responsabilidades en el área, y demostró incapacidades para ello, es una inconsecuencia de la memoria, que por flaqueza permite envalentonamientos de quienes hicieron de la irreflexión y el despropósito económico el leitmotiv de una causa más personalista que política.
Se podría editar una nueva versión de la “Antología del disparate” mucho menos jocosa que la famosa de Luis Díez Jiménez, porque mientras la de LDJ versa sobre disparatadas respuestas en exámenes, algo que afecta al examinado y la sensibilidad de algunas meninges; la nuestra trataría sobre decisiones económicas que se tradujeron en sufrimiento y pobreza cuyos ecos todavía resuenan y estamos pagando.
La creación de polígonos industriales que son una fuente de problemas, no sólo de índole económica, sino también de carácter humanitario, la nefasta gestión en la venta de Caja Ceuta, o el fallido intento de la primera aparición de grandes superficies comerciales en nuestra ciudad; son algunos de los trofeos que deberían aparecer en las vitrinas del envarado partido político.
La aparición de unos presupuestos alternativos que no soportan el peso de la prueba de una calculadora, aún siendo causa suficiente para evidenciar que se trata de un brindis al sol, no es la materia más oscura del asunto. Lo es la ligereza irreflexiva, casi alocada con la que reducen o suprimen partidas presupuestarias, la pasmosa facilidad con la que disciernen cuáles son y cuáles no son “gastos superfluos” o “contratos estrictamente necesarios”, y la dotación providencial de nuevas partidas presupuestarias que sólo ellos saben a qué estudio o análisis pormenorizado obedecen.
Pese al catastróficamente argumental documento presentado - desde ahora prefiero evitar denominarle presupuestos alternativos - hay que reconocerles que han mejorado mucho. En unos diez años han pasado de tan sólo criticar los presupuestos, sin haberlos leídos, mucho menos estudiado, a una especie de carta a los Reyes Magos donde asomaba alguna cifra quimérica, hasta llegar al actual absurdo que a duras penas justifica una presentación ante los medios de comunicación.
Como botón de muestra de lo onírico del documento, la dotación de 4 millones para mil viviendas, 4 mil euros por vivienda construida ¡Eso sí que es construir barato! O el destino de 1 millón para la construcción de un parque tecnológico ¿Denominarán parque tecnológico a un puñado de ordenadores con fibra óptica en oficinas iluminadas con leds?
Comienza el soliloquio Segismundo diciendo “Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando” . Quizá Calderón conociese la impronta en la perpetuidad de los errores humanos.