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“Existen otros tipos de fanatismos, también violentos, porque la violencia física o verbal es la carta de presentación de esta masa que no respeta nada”
Hace dos semanas escribía sobre la desvergüenza de la gentuza que insulta a las familias e hijos de guardias civiles. Gentuza incapaz de respetar por su fanatismo exacerbado, porque los fanatismos no dejan el mínimo espacio para la comprensión, la empatía y el respeto sobre nadie y nada. Instalados en esa locura pierden el control y no les importa ejercer la violencia en cualquiera de sus formas. Agredir, señalar a los más débiles, insultar y amenazar es su ideología. Su verdadera razón de ser y sentir.
Esta gentuza la podemos visualizar en muchas facetas de la vida, porque los fanatismos y los fanáticos tienen la necesidad de buscar una causa -por ridícula que sea- para visualizar un enemigo al que enfrentarse. Los padecemos en los estadios de futbol cuando se enfrentan a los aficionados de otros equipos con extrema violencia y no dudan en agredir, incluso matar a un aficionado de un equipo contrario. Romper la convivencia, destrozar y destruir es su razón de ser.
Existen otros tipos de fanatismos, también violentos, porque la violencia física o verbal es la carta de presentación de esta masa que no respeta nada, ni a nadie cuando pierden el control, como decía Serrat, en su canción “Algo personal”. El cantautor los definía como sicarios del mal, porque el mal siempre necesita de sicarios que aniquilen la convivencia, que rompan los sueños, que violen la inocencia y la bondad de niños y mayores. De esos fanatismos quería hablar hoy, de los FASCISTAS que no se avergüenzan de romper sueños de niños inocentes, de ensuciar a niños con bastardas ideas, de señalar con sus sucios dedos a nuestros hijos.
Me refería, por supuesto, a esos profesores de colegios en Cataluña que no han dudado en señalar a los hijos de guardias civiles y policías. No les ha importado hacer un daño moral irreparable a unos chiquillos por ser nuestros hijos. No les ha importado, porque no tienen vergüenza, porque los fanáticos, como decía Serrat “No conocen ni a su padre cuando pierden el control, ni recuerdan que en el mundo hay niños”. Son, siguiendo con la letra de la canción, “SICARIOS DEL MAL”. Sicarios muy peligrosos, porque se encargan de educar a niños españoles, a los futuros jóvenes y hombres que tienen la obligación, como nosotros, de construir un país más justo, una sociedad mejor para edificar un mundo en el que sólo sobren los violentos y fanáticos.
Estos profesores que apuestan por la ideología por encima del humanismo, que son capaces de señalar a los niños por la procedencia de sus padres tienen un serio problema de salud; mientras tanto, la comunidad educativa deben sustituirlos por profesores que eduquen en la convivencia para construir una sociedad sin fanatismos, más justa y tolerante y, por supuesto, responder judicialmente de su inmoral e irracional conducta.