Opinión

Los secretos del Monte Hacho

Los nuevos hallazgos de carácter geológico-minero y arqueológico refuerzan la solicitud que desde hace décadas viene haciendo la asociación Septem Nostra para convertir al Monte Hacho en un Parque Cultural, con la categoría de Bien de Interés Cultural y en la modalidad de “Sitio Histórico”. El Monte Hacho es la joya de la corona del patrimonio ceutí y merece que lo protejamos, cuidemos y mostremos al mundo orgullosos del gran tesoro que la naturaleza y la historia han puesto en manos de los ceutíes. Merece la pena que los ciudadanos de Ceuta nos involucremos en su cuidado y protección. Ahora, gracias al descubrimiento de una serie minas de hierro y cobre, el Monte Hacho incrementa su atractivo e importancia patrimonial. Estamos revalorizando el interés del Monte Hacho y haciéndolo más sugerentes para que ceutíes y foráneos se interesen por conocer su patrimonio geológico, natural y cultural.  Para lograr este último objetivo necesitamos diseñar e implementar un adecuado proyecto de difusión patrimonial.

El Monte Hacho, como demuestra el hallazgo de estas minas, encierra aún muchos tesoros naturales y culturales por descubrir y poner en valor. Resulta llamativo que siendo como es el Monte Hacho un lugar muy transitado por los ceutíes y por los investigadores hayan podido pasar desapercibidos estos afloramientos mineralógicos y estas antiguas minas. Esto demuestra la importancia que tiene la exploración minuciosa y atenta del territorio. La naturaleza desvela sus secretos a aquellos que se acercan a ella con curiosidad, respeto y veneración. El conocimiento de un lugar no puede limitarse a la consulta de libros, artículos y documentos depositados en los archivos y bibliotecas. Hay que salir a la naturaleza con el sano afán de enriquecer nuestro mundo interior con nuevas experiencias perceptivas y emotivas. Debemos sentir y buscar al espíritu latente que envuelve y da sentido a todo lo que nuestros sentidos pueden percibir. No todos son capaces de inspirar el espíritu de lugar y llevarlo hasta su alma para luego cristalizarlo en imágenes o palabras. Es necesario describir experiencias, como la que hemos vivido durante la investigación de las minas del Hacho, no con un lenguaje objetivo y carente de sentimientos, sino mojando la pluma en el mismo corazón. Cada día necesitamos más que las personas compartan con valentía lo que fluye en su interior. Investigar no tiene porqué ser una actividad despersonalizada y carente de sentimientos. Todo lo contrario. La investigación es pura aventura y profunda emoción.

Los científicos más notables son aquellos que han unificado en su mente la dimensión científica y mística. Uno de ellos, Albert Einstein, afirmó que “lo más bello que podemos experimentar es el misterio fuente de todo arte y de toda ciencia verdadera. Quien permanece ajeno a esta emoción, quien ya no puede asombrarse ni imbuirse de admiración, está prácticamente muertos y sus ojos se mantienen cerrados.

Realmente existe lo impenetrable, que se manifiesta como noble sabiduría y belleza radiante, y que nuestras débiles facultades apenas pueden comprender en su forma más primitiva”.

La falta de emoción y de sincera admiración con la que tradicionalmente se ha mirado al Monte Hacho explica que unas minas a la vista de todos no hayan despertado la curiosidad de los investigadores, empezando por el que les escribe. No ha sido hasta mi despertar espiritual cuando he empezado a mirar a la naturaleza de la manera que permite descubrir sus secretos. No hubiera llegado hasta estas minas sin mi vocación por desvelar el espíritu de Ceuta y sin la emoción que ahora experimento al acercarme a la naturaleza ceutí. Todos mis conocimientos previos sobre el patrimonio natural y cultural de Ceuta, alimentados por experiencias trascendentes y significativas, me han elevado hacia una nueva realidad. Este viaje de una realidad a otra, -muy distinta y mucho más rica-, no hubiera sido posible sin el cultivo de una sensibilidad que tiene algo de innata, pero también es el fruto de un sentimiento tan profundo como el amor que siento por Ceuta.

La Ceuta en la que yo vivo es el resultado de una imaginación desbordante que choca con una realidad cotidiana de maltrato a la naturaleza y el patrimonio, de ignorancia y de ausencia de sensibilidad hacia el arte, la naturaleza y la cultura. No puedo callarme ante tan insidia mi conformarme con lo que mis ojos perciben a mi alrededor. Siento las profundas raíces que ha echado el árbol de la vida y de la historia en esta tierra mágica y sagrada. Hemos llegado a la última y definitiva etapa de su crecimiento y florecimiento. La epopeya ceutí está a punto de cumplirse, pero no termina de dar sus frutos. La savia verde  que rezuma de las mismas entrañas del Monte Hacho no circula con fluidez por las venas del árbol  de la vida.  Si no hacemos algo pronto el árbol de la historia se secará y morirá sin llegar a mostrar sus esperados frutos.

El mundo del consumismo, la ignorancia y la indolencia espiritual está llegando a su fin. Revive con fuerza un olvidado arte de vivir. Estamos entrando en una etapa de renovación de la vida que conlleva, a su vez, una renovada relación con el resto de la creación. El poder será sustituido por el amor. Y la verdad dejará de ser patrimonio exclusivo de la ciencia objetivo para ser una experiencia vivida en cada momento de nuestra existencia. Volveremos a dialogar con la naturaleza, con el cosmos y con nuestros congéneres. Será un diálogo sincero y basado en solidos principios éticos. Un diálogo en el que primará, además de la sinceridad, el coraje y la valentía. Como dice Henryk Skolimowski, la nueva filosofía vital, que es participativa, “implica un redescubrimiento del coraje, del valor de ser y devenir. Supone la valentía de llevar el propio destino sin resentimiento y con dignidad, de ejercer la racionalidad y al mismo tiempo reconocer sus límites en este universo misterioso”.

Los ceutíes tenemos la enorme fortuna de vivir en un lugar con una luz cegadora, un clima envidiable, unos paisajes evocadores, un mar sobre el que parece flotar Ceuta, una naturaleza maltratada, pero bella y un patrimonio heredado de una variedad y rica inigualable. Las condiciones para gozar de experiencias sensitivas y emotivas profundas son muy favorables. Sin embargo, da la sensación de que una amplia mayoría de ceutíes están ciegos ante los espectáculos que a diario nos ofrece la naturaleza en este privilegiado escenario. Sin el alimento que aportan estas experiencias contemplativas a muchas personas se les seca el pensamiento y su imaginación activa. Todo lo que ven a su alrededor está tan inanimado como su propia alma ¡Qué diferente es la vida cuando uno siente a su alrededor el espíritu vital que rodea Ceuta!

Piensen que la vida es una oportunidad irrepetible para gozar de la bondad, la verdad y la belleza. Tarde o temprano nos llega a todos el momento de hacer balance final de nuestra existencia. Que arroje un resultado positivo va a depender de la cantidad y la calidad de los instantes de gozo que vengan a nuestra memoria: ese amanecer que contemplamos una mañana de cielo despejado, la noche estrellada en la que volamos mentalmente entre planetas y galaxias, el baño en una playa desierta, el beso de una persona querida y el abrazo sincero de un amigo, la primera vez que vimos el rostro de nuestros hijos o aquel gusanillo que sentimos en el estómago viviendo una aventura extraordinaria, como la que nosotros hemos experimentando descubriendo las minas olvidadas en el Monte Hacho.

Aprovechar o no las ocasiones que un territorio mágico como Ceuta ofrece para alcanzar una vida plena depende de la voluntad de cada uno. Eso sí, lo que bajo ningún tenemos es el derecho de imposibilitar estas mismas oportunidades a las generaciones venideras. Por este motivo, cada día nos parecen más irreales e insignificantes los asuntos que atañen a la política. En términos generales, como escribió Henry David Thoreau, “las noticias políticas, ya sean nacionales o extranjeras, podrían escribirse hoy para los próximos diez años con exactitud suficiente. La mayoría de las revoluciones de la sociedad no tienen poder de interesarnos, por no hablar de alarmarnos. Pero decidme que nuestros ríos se están secando, o que los pinos están muriendo en nuestros bosques, y prestaré atención”.

Por desgracia, los periódicos, así como los canales de televisión y radio están copados de noticias relativas a la compleja trama del poder político, económico y financiero, y apenas prestan atención a lo permanente y eterno. No obstante, la verdad se está abriendo paso y la preocupación por los asuntos ambientales está aumentando entre amplios sectores de la sociedad. Esperamos que lleguemos a tiempo para evitar lo que parece inevitable.

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