El señor Vivas. Don Juan. Ese hombre tan preocupado por lo que los ciudadanos puedan pensar de él, tanto, que se anima a participar en un facebook censurado, ha recibido una queja. Una queja especial, porque especiales son quienes la suscriben. Niños. Sí, como lo leen. Chavalicos de ocho a doce años que han decidido protestar porque don Juan les está quitando su plaza, o lo que es lo mismo, su zona de recreo. En esta ciudad en la que los políticos se permiten el lujo de cargarse el parque de San Amaro, y ahora les da por las locuras de colocar columpios que nadie usa eliminando las zonas de siempre en donde los chavales jugaban, es de agradecer que se hagan públicas protestas como esta. Ahora que no vengan los asesores de turno calentándole la cabeza al presidente con eso de que esta chiquillería está manipulada. Es lógico entre quienes consideran que todos deben ser de su condición. La historia, perdón, la gran historia que encierran estos chavales es que, pese a su corta edad, han sido capaces de tener un sentido reivindicativo, de proponer una recogida de firmas y de pelear y protestar por lo que les han quitado. Porque, de un plumazo, les han construido unas zonas de juego sin consultar a los que realmente van a jugar allí y les han anulado algo tan básico como darle cuatro patadas a la pelota y correr, correr todo lo que puedan.
La política está hecha de pequeños detalles y los grandes políticos se distinguen por eso mismo, porque saben captarlos. Me fastidia que unos chavales protesten, denuncien y pidan a quien manda en la plaza que les haga caso y éste se deje llevar por cuatro asesores que están pensando más en cómo salvar el culo que en hacerle ver a don Juan cuáles son las auténticas perlas que se le cruzan en el camino. Niños, don Juan, niños que han reclamado su atención.