El Presidente de la CEOE, Sr. Rosell, realizó en el pasado mes de julio unas exabruptas y desafortunadas declaraciones despotricando contra los funcionarios, llamándoles prepotentes e insinuando que son una partida de vagos que se creen que el puesto les pertenece en propiedad, y otras irrespetuosas descalificaciones. Y, habiendo sido tan deslenguado con los funcionarios, está claro que les ha herido en su dignidad y buen nombre. Y uno, que se ha jubilado tras casi 51 años de servicio de la Administración como funcionario de carrera, no tiene más remedio que sentirse también concernido ante tan irresponsables manifestaciones, que tan necesitadas están de alguna contestación.
El Sr. Rosell parece como si hubiese leído a Larra, escritor costumbrista, en sus pocos ratos libres que le debe dejar el agotador trabajo que tan agobiado parece tenerlo como para llevarle a decir alguna que otra sandez. Y es que Larra solía utilizar mucho el tema de la pereza nacional para poner de manifiesto en sus artículos los males que acuciaban a la España de su época. Partiendo de un espíritu crítico del comportamiento de la sociedad, para Larra la pereza era un mal que define el modo de ser de los españoles, aunque entendía que la misma se daba en todas las profesiones y clases sociales, es decir, en los funcionarios y en todos los demás profesionales, incluidos, claro está, los empresarios como él, que en general son muy trabajadores, pero que también los hay que no dan ni palo al agua.
Larra pretendió personificar los defectos de los españoles en los funcionarios a través de su obra “Vuelva usted mañana”, con el propósito deliberado de menospreciar el trabajo de los mismos, quizá porque hubiera tenido alguna mala experiencia en alguna gestión que tuviera que realizar ante algún servidor público ante el que tuviera que realizar alguna gestión administrativa, de manera que luego vino a plasmar su resentimiento y animadversión contra los funcionarios. Dicha obra representa a los ciudadanos de entonces, muchas veces perdidos entre los numerosos despachos y oficinas gestionando alguno de los muchos problemas administrativos, y a los que había que acudir una y otra vez hasta que el funcionario de turno atendía cuando le pareciera. Por eso Larra solía quejarse en sus escritos de que a los funcionarios “les era más fácil negar las cosas que preocuparse por resolverlas”.
Y al Presidente de la CEOE parece tener cada vez más parecido con Larra, quizá porque leyéndolo se haya podido mirar en el espejo donde se ha visto a sí mismo, pretendiendo tener a los funcionarios a su servicio privado; porque una cosa es que éstos deban estar al servicio del público en las gestiones oficiales que realizan, y otra muy distinta la idea que parece contenerse en su expresión de que los funcionarios han de estar a “nuestro servicio”, como si estuviera reclamándoles un servilismo incondicional porque quizá crea que los funcionarios forman parte del activo patrimonial de su propia empresa, para que mejor le sirvan. Y los funcionarios de carrera son servidores públicos, sí, pero sin que tengan que estar a su servicio de los empresarios ni al nadie, como parece pretenderlo por el sentido posesivo, desdén y desprecio con que peyorativamente se expresa, sino que solamente son los encargados de atender a los ciudadanos en el ejerciendo de sus competencias y de las legítimas funciones que cada uno desempeña, de cara a la gestión y a la resolución eficiente y justa de los asuntos que se le sometan, debiendo tratar a todos los ciudadanos por igual, con respeto y deferencia, facilitándoles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones; pero sólo hasta ahí.
Es de sugerirle al Sr. Rosell que no sienta tanta aversión hacia los trabajadores públicos, porque la época de Larra hoy no existe, ya que la actividad de los funcionarios está reglada estatuariamente. Hoy está arraigado un nuevo concepto de atención personalizada al ciudadano, y ya apenas se dan los casos que por entonces con tanta frecuencia se acumulaban de falta de atención al público, aun cuando sí puedan quedar algunos casos aislados de funcionarios prepotentes y arrogantes que se crean que ellos son la Administración y la medida de la ley. Pero lo que no se puede hacer es generalizar. Y es que los funcionarios tienen la obligación de estar al servicio de los ciudadanos (y no al revés), dado que son éstos los que les pagan con sus tributos. Pero eso, de ningún modo conlleva el creído derecho del Sr. Rosell a descalificarles, con cuya osadía tan prepotente como ineducada termina por descalificarse a sí mismo, porque así cae en el mismo defecto que él imputa.
Se ve claramente que el líder empresarial tiene su idea preconcebida sobre los funcionarios obsoleta y desfasada. Y en estos tiempos no se puede ir por el mundo representando a los empresarios a base de tanta ignorancia como parece tener de la Función Pública. Hoy existe ya otra idea y otro estado de opinión pública que ha venido a desterrar casi por completo aquella vieja opinión de que los funcionarios trabajan poco y no sirven en la forma adecuada al público. Ahora en todas las Administraciones Públicas existen numerosísimos profesionales muy preparados, que son trabajadores abnegados, probos y responsables, que a diario se esfuerzan y afanan en estar al servicio de los ciudadanos con su total entrega y plena dedicación, a los que en bastantes casos atienden y sirven incluso yendo más allá del cumplimiento diligente de sus obligaciones, aunque luego en muy raros casos siga habiendo algunos funcionarios que, al igual que puede ocurrir entre los empresarios, pues resulten ser unos vagos; pero esa no es la regla, sino la muy rara excepción.
Los funcionarios son, en su inmensa mayoría, muy dignas y honestas personas que, antes de poder presentarse a unas durísimas oposiciones para la Administración, tuvieron que esforzarse en obtener los títulos académicos que se les exigen sólo para poder opositar, en muchos casos de nivel universitario superior; luego, con mucha entrega, sacrificio y afán de superación, durante bastantes años tuvieron que superar durísimas oposiciones (cinco en mi caso), compitiendo con aspirantes muy estudiosos y muy bien preparados que en muchos casos tuvieron finalmente que desistir tras reiterados intentos fallidos, para al final tener que dedicarse muchos de ellos a trabajar como empresarios, a los que no dudo de que se les haya exigido cursos, preparación profesional, afán emprendedor, etc; pero no siempre se les exigen esos estudios, títulos, esfuerzos y sacrificios que han tenido que hacer los funcionarios; habiendo muchos de éstos - sobre todo de Cuerpos Superiores – que una vez ingresados en la Administración, terminan abandonándola tras ser fichados por empresas privadas que, sabedoras de su gran preparación académica y su alta cualificación profesional, pues terminan ofreciéndoles remuneraciones mucho más sustanciosas de las que perciben en la Administración. Lo que acredita que no son ni vagos ni ineptos, sino preferidos por los propios empresarios.
Los funcionarios son, además, los que más han tenido hasta ahora que soportar la crisis tan profunda que padecemos, habiéndoseles reducido su salario a muchos hasta un 10 por ciento de su ya exiguas remuneraciones, que a nadie más le ha sido descontado de su nómina. Ni siquiera a los empresarios se les ha exigido tal contribución, pese a que la gran mayoría de ellos se hallan en situación económica mucho más favorable que la de los funcionarios. En resumen, que el Presidente de la CEOE hubiera estado mucho mejor calladito en este asunto, pues, al menos, no se hubiera puesto de manifiesto su ignorancia tan supina sobre la materia. Y, antes de emitir juicios de valor tan ligeros y desacertados, para eso, la mejor palabra dicha es la que no se dice. Así es que, necedades las precisas.